Con el tiempo, una familia con cuatro hijos desarrolla un tono único, una cultura masculina con un cierto nivel de decibeles y una manera distintiva de vivir la vida. Como madre de un par de hijos que ahora están casados, ha sido un gozo darle la bienvenida a otras mujeres a este círculo: mujeres que aman bien a mis hijos y que también me han abierto sus corazones.
Por supuesto, la otra cara de esta bendición es la necesidad de reconocer y apreciar la manera diferente en que otra mujer hace las cosas: cosas importantes como criar a mis nietos, alimentar a la familia y administrar el hogar.
Así como por 25 años he orado por gracia para ser una buena madre, ahora estoy confiando en que recibiré gracia para ser una buena suegra. La sabiduría para este desafío fluye abundantemente desde una de las listas de Pablo en el libro de Romanos. Algunos traductores al inglés han titulado Romanos 12:9-21 como «Marcas de un verdadero cristiano». No puedo pensar en un mejor consejo para las mujeres que están luchando por ser buenas suegras cristianas.
1. Espera que esta nueva familia sea diferente a la tuya
Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben (Romanos 12:16).
Cuando nuestros hijos se comprometieron con sus novias, mi esposo había resuelto sentarse con la futura nuera para decirle, en términos concretos, que sabíamos que nuestro hijo no era perfecto. Con un fuerte deseo de «vivir en armonía» con cada rama de nuestro árbol genealógico, hemos expresado nuestro amor por la valiente alma que se une a nuestra familia y hemos comunicado nuestra intención de apoyarlos y animarlos como pareja de todas las maneras en que podamos. Aprender a ofrecer ayuda sin condición ha sido un curso intensivo de humildad, y la lección se ha reforzado en los últimos años a medida que nuestros hijos adultos nos han ofrecido sus dones de sabiduría o de ayuda práctica.
En el libro Nadie como Él, Jen Wilkin advierte a los lectores sobre la tendencia que tenemos a usurpar los atributos incomunicables de Dios: aquellas cualidades divinas que solo le pertenecen a Él. No existe lugar donde esta tentación sea más fuerte que en la crianza. Dios no se detendrá ante nada para derramar su santidad, justicia y paciencia sobre el amor que tengo por mis hijos, pero lo que yo realmente codicio es su soberanía. Cuando creo que «soy la única que sabe», maravillada de mi propia sabiduría improvisada, soy rescatada de este asombro equivocado por la verdad de que la sabiduría de Dios fluye de su autoridad ilimitada.
Al confiarle mi familia al plan soberano que Dios tiene para cada miembro de ella, puedo soltar la atadura mortal de mi deseo de controlar y manejar las cosas desde mi limitada perspectiva.
2. Sé lenta para dar consejos que no fueron solicitados
Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente […]. Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración (Romanos 12:10, 12).
Me siento honrada (y pasmada) cuando una de mis nueras me llama para pedirme consejo sobre cualquier cosa: preparar una cena, cuidar un niño enfermo o quitar una mancha de una prenda de ropa. Es un gran regalo, uno al que me apego poco, porque mis hijos se casaron con mujeres inteligentes y capaces que ya me superan en muchas formas. Por lo tanto, cuando observo un pequeño aspecto o práctica que no cumple para dar mi aprobación y cuando estoy tentada a dar mi sabio consejo al respecto, intento recordar todas las veces en las que me han pedido consejo y las veces cuando mis sentimientos y opiniones han sido considerados con gracia.
No es casualidad que la frase «paciencia en el sufrimiento» preceda a «perseverar en la oración». Si estás convencida de que a la esposa de tu hijo le falta algo muy importante, y aún no estás orando por ellos todos los días, ¡comienza ahora!
3. Recuerda, ahora tu hijo o hija le pertenece a su cónyuge
Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos (Romanos 12:18).
El viejo refrán «cada uno en su casa y Dios en la de todos» también se aplica a la familia. Una invitación no es una citación y perderse una reunión familiar no es una ofensa que se puede evitar. Rechazar las expectativas poco realistas, rehusarse a manipular con culpa y decir no a la insidiosa tendencia de llevar un marcador de puntuación (como si nuestros homólogos suegros fueran la competencia) son todas formas de declarar la guerra en esta batalla por la paz. Y porque cada tentación es sutil e interna, son la parte que «depende de mí» con la capacitación del Espíritu.
Sin duda, he estado casada más tiempo de lo que mis hijos y sus esposas han estado vivos, he criado muchos hijos y he ideado todo tipo de racionalizaciones adicionales para jugar la carta de mamá, dando consejos gratuitos o guardando resentimiento. Sin embargo, si quiero vivir en paz con mis hijos y sus familias, debo respetar los límites dados por Dios que se han establecido desde que las palabras dejar y partir salieron de la boca de Dios hacia el aire limpio del Edén.
4. Con un corazón sincero, agradece a Dios por este nuevo hijo o hija
El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien (Romanos 12:9).
En el mismo espíritu en que Pablo ordenó que «el amor debe ser sincero», Amy Carmichel oró:
Ama a través de mí, amor de Dios;
Hazme como vuestro limpio aire,
Por medio del cual, sin obstáculos, pasan los colores
Como si no estuviera ahí («Love Through Me [Ama a través de mí]»).
Al sacarme a mí misma del centro del universo, me asombro al ver cómo Dios responde esta oración a medida que mis hijos se casan y comienzan una nueva vida. A la más mínima oportunidad, el amor de Dios me capacitará para rechazar la negatividad o la insistencia orgullosa de hacerlo siempre a mi manera y para sentir gratitud genuina por este nuevo hijo o hija.
El amor transmitido por Dios es confiable y generoso. Poner mi corazón en el alto estándar del amor genuino trasciende todas mis tendencias naturales de controlar y proteger, y anula mi preciada descripción de labores como la representante oficial del noreste de Dios. No obstante, hacerle frente a este desafío con una fuerza que no es la mía pone al poder de Dios en exhibición para la siguiente generación y libera a mis hijos para establecer el hábito de mirar a Dios primero y luego a los demás para todo lo que necesiten.
Ese tipo de amor genuino capacitará a la suegra llena del Espíritu a «aferrarse al» bien del mundo expandido de su hijo o de su hija, al bien de ellos al hacer las cosas como ellos saben hacerlas y al bien de que ella pueda aprender una o dos cosas de ellos en el proceso.