El correo electrónico, deseándole salud a mi familia y a mí en medio de la crisis del coronavirus, terminaba de una manera completamente llamativa: «Manténganse a salvo. Es decir, estén siempre preparados para morir en Jesús».
Busca tarjetas para desear una pronta mejoría o unos mensajes positivos de este mundo y no encontrarás nada como la petición de este pastor. Ninguno de los correos optimistas de las compañías de tarjetas de crédito ni los diferentes políticos llenos de buenos deseos me han dicho algo como esto. Ninguna celebridad, con sus mensajes de unidad y fortaleza, quiso decir lo que él quiso decirme.
La seguridad en el mundo actual significa lo que siempre ha significado en momentos de crisis: mantente vivo; mantente saludable; protégete de la aflicción actual. Lávate las manos; distánciate; toma las precauciones necesarias. Sin embargo, esta no es la seguridad que el pastor le deseó a mi familia, y no es la seguridad que yo deseo para todos los que leen esto, pues no es lo suficientemente segura. La petición de este pastor para mí y mi petición para ustedes es simplemente esta: manténganse a salvo: para siempre.
¿Estás listo para morir?
La necesidad de cada día, para cada alma, ya sea por la propagación de enfermedades, la amenaza de bombas o las señales de la vejez, es estar listos para morir. Podemos cruzar este mundo de innumerables maneras (algunas más lentas, otras más rápidas; algunas más dolorosas, otras menos dolorosas). Las calamidades y las pandemias nos presentan la oportunidad de considerar nuestro fin antes de que llegue y de ordenar nuestros asuntos del alma. Así que permíteme preguntarte, seas joven o anciano, soltero o casado, temeroso o no: ¿estás preparado para pasar a la eternidad?
No te estoy preguntando si estás preparado para dejar insensiblemente todo lo que alguna vez conociste o amaste en este mundo. Tampoco si estás preparado para provocar un profundo dolor en tus seres más queridos en la tierra. Tampoco si estás listo para entrar a ese triste estado que llaman «morir»: un reino tumultuoso e impredecible.
No, mi pregunta es: ¿estás listo para morir en el sentido de que si estás preparado para encontrarte cara a cara con Jesús? ¿Estás preparado para ser visto y juzgado por Él? ¿Estás permaneciendo alerta y listo para su regreso? Se aproximan tres realidades finales: muerte, juicio y eternidad. ¿Estás listo para ellas?
Para mantenernos a salvo a la luz de esto, debemos hacer más que mantener nuestras manos limpias, evitar tocarnos la cara, distanciarnos de los demás y quedarnos en casa a menos que sea necesario salir. Mantenernos a salvo en diez mil años más, cuando hayamos estado ante Dios y hayamos dado cuenta por nuestras vidas, nos llama a huir de aquello que es más mortífero que el virus y que incluso la misma muerte: el pecado, para correr a Cristo (y permanecer seguros en Él).
Un peor peligro que la muerte
Escucha la escandalosa declaración del cristianismo para todo aquel que pueda soportarla: es mejor el coronavirus y la muerte que el pecado no arrepentido y la vida. Es mejor contraer el virus y morir confiando en Cristo que ser esclavo a la lujuria, a la avaricia o a cualquier otro pecado y vivir un par de décadas más de incredulidad.
Te ruego que consideres esto: el Dios Todopoderoso no pausará la resonante alabanza, convocando a los ángeles diciendo: «Espántense […] tiemblen, queden en extremo desolados»; y esto, no por la enfermedad, la ruina económica ni la muerte, sino por el pecado (Jr 2:12-13). Debido a los pecados (no a las enfermedades) está solemnemente escrito: «Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas» (Col 3:5-6).
En última instancia, no es debido al coronavirus, al cáncer o a los accidentes automovilísticos que morimos en realidad; «porque la paga del pecado es muerte» (Ro 6:23). Jesús no nos aconsejó preocuparnos por lo que solo puede matar el cuerpo; Él nos advirtió sobre provocar al Dios Santo que puede matar tanto al cuerpo como al alma en el infierno (Mt 10:28), en juicio contra nuestros estilos de vida de pecado que lo menosprecian.
¿Acaso no es la advertencia de este pastor más que necesaria hoy? Recientemente, leí que se está ofreciendo el acceso gratuito VIP a la pornografía en las áreas del mundo que están bajo cuarentena. Los índices de consumo han subido de a dos dígitos. Mientras millones de personas están en cuarentena, Satanás entra en esas áreas golpeando fuerte y persuadiendo a muchos a tragar cianuro espiritual, abriéndose a sí mismos a la furia venidera de Dios, todo mientras buscan evitar el peligro del coronavirus. Nos aislamos del mundo, pero nuestro problema más grande está en cuarentena con nosotros.
Ruego a los que no están preparados
¿Qué puedo decirte para que pienses en tu alma? En tiempos como estos, la mayoría de nosotros ni siquiera saldríamos a comprar sin prepararnos; ¿dejaremos este mundo, cruzaremos el frío mar de la muerte y viajaremos a la eternidad sin prepararnos? ¿Trabajaremos sin descanso para asegurar provisiones apropiadas para nuestro cuerpo en esta vida (vistiéndolo, alimentándolo, inclinándonos ante sus necesidades), pero dejando que nuestras almas mueran de hambre por la próxima vida? ¿Pensaremos en todo lo necesario, pero no en nuestras almas, en nuestro Dios y en la eternidad?
Mientras la tumba está puesta incómodamente frente a ti, considéralo. No dejes que esta etapa de claridad pase. Muchas personas antes de ti han escuchado la buena noticia y decidieron posponerla para el día siguiente. Si escuchas su voz hoy, no endurezcas tu corazón en rebelión (Heb 4:7).
La enfermedad que Jesús vino a abordar no era física. Si ya hubiera una cura para el coronavirus y estuviera disponible, y esta agitación pasara, la muerte aún estaría esperando, los demonios aún estarían riéndose, el pecado aún estaría esclavizándonos y el juicio aún estaría pendiente. Pero aquí está el antídoto, la buena noticia que hace que los hombres no teman a declarar lo malo sin rodeos:
Pero Él fue herido por nuestras transgresiones,
Molido por nuestras iniquidades.
El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él,
Y por sus heridas hemos sido sanados (Is 53:5).
Aquí, el profeta anuncia el remedio más preciado y costoso para nuestra rebelión contra Dios: la muerte de Jesucristo por los pecadores. Él es tu única esperanza de seguridad para el juicio venidero.
Y Él está listo para perdonar. Su mismo nombre, Jesús, canta redención: «Y dará a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1:21). ¿Sientes una gran necesidad de perdón? ¿Es tu pecado horrible y tu enfermedad profunda? Él vino por los pecadores. «Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mr 2:17). Mira a Cristo muriendo por los pecados del mundo, cree y apártate del pecado y sé salvo.
Ruego a los cristianos
J.I. Packer una vez mencionó a los cristianos de antaño que «se prepararon para la muerte, para siempre ser encontrados, por decirlo así, con sus cosas empacadas y listos para irse» (Quest for Godliness [La búsqueda de la piedad], 14). Sustos como el coronavirus nos muestran cuán listos realmente estamos. ¿Hemos nosotros (el pueblo de la resurrección, el pueblo de la vida eterna, el pueblo cuya ciudadanía está en el cielo) mirado fijamente a la muerte a la cara, con palmas sudorosas quizás, pero sin estremecernos? Debemos vivir en este mundo en plenitud, pero siempre con nuestras cosas empacadas listos para irnos.
¿No anhelamos ir con Cristo, quien es nuestra vida (Col 3:4)? Él anhela que nosotros estemos donde Él está, al contrario, ¿queremos nosotros estar lejos? ¿Cuán profundo calan las palabras de Thomas Brooks? «No le hace ningún honor a tu Padre celestial que estés poco dispuesto a irte a casa» (Works of Thomas Brooks [Obras de Thomas Brooks], 5:455).
Ahora no es el tiempo de bajar las velas. Cada día estamos más cerca de nuestro verdadero país. ¿Realmente maldeciremos la ráfaga de viento llamada coronavirus si Dios la usa para llevarnos más rápido de lo que esperamos hacia Él? Espero que todos luchemos (incluido yo) con algo más cercano a lo que luchó el señor Whitefield cuando oró: «Señor, guárdame del deseo pecaminoso y demasiado ansioso por la muerte. Deseo no ser impaciente, quisiera en silencio esperar hasta que llegue mi bendecido cambio» (George Whitefield’s Journals [Los diarios de George Whitefield], 318).
Mantente a salvo: para siempre
Nada de esto tiene el propósito de degradar el temor real, las muertes reales y el sufrimiento real provocado por esta pandemia. Lamento las noticias de los nuevos casos y el aumento de muertes. Sin embargo, cuando cada actualización es anunciada, no puedo evitar preguntarme, con la oración del pastor marcada en mi mente: «¿cuántos se mantuvieron a salvo; es decir, cuántos murieron en Jesús?». Esa pregunta, te aseguro, rompe mi corazón mucho más que cualquier otra noticia.
Así que, por favor, mantente a salvo del virus. Sé sabio y usa el tiempo lo mejor que puedas. Pero a medida que haces mayores esfuerzos para evitar la enfermedad, toma en cuenta las palabras del pastor, y mantente a salvo para siempre, preparándote para morir y ver a Jesús.