Comprendamos el perdón
El concepto bíblico del perdón es tan rico y multifacético que existen un millón de aspectos de la doctrina que podríamos pasar años reflexionando e intentando comprender completamente. De igual manera, si vamos a hablar del perdón en cuanto a cómo se relaciona con una persona que perdona a otra, el espectro en el cual se sitúa la necesidad de perdón es vasta. Algunos de nosotros estamos luchando por perdonar algo duro que se nos dijo; otros hemos sufrido horrendos abusos y estamos intentando descubrir cómo se ve el perdón y dónde comenzar.
Lo que reflexionaremos aquí tiene que ver principalmente con lo primero: aquellos de nosotros a quienes nos cuesta mucho perdonar a alguien que nos ha malentendido o tergiversado, que tiene una visión teológica y políticamente diferente a nosotros o que francamente nos irrita. El Salmo 103 nos ayuda a navegar semejantes situaciones al revelar atributos clave que caracterizan a Dios y que, por extensión, deben ser característicos de aquellos que llevan su nombre. Estas características nos ayudan a poner nuestras frustraciones y desilusiones (nuestra necesidad de perdonar) en perspectiva.
El Salmo 103:8 usa un refrán que se encuentra a lo largo del Antiguo Testamento que nos enseña cómo es Dios:
Compasivo y clemente es el Señor,
Lento para la ira y grande en misericordia.
A lo largo de la Biblia se nos dice que el Señor es «lento para la ira». Pecamos, nos rebelamos y desobedecemos como hijos petulantes y aun así el amor firme de Dios nos tiene bien sujetos. Él no está perpetuamente enojado ni irritado con nosotros, aun cuando tiene toda razón y derecho a estarlo.
Ahora bien, si hay una frase que no describe al mundo en el que vivimos (o nuestra propia respuesta natural a la ofensa) es «lento para la ira» es. Si se nos deja solos, incluso cualquier pequeño desaire nos parece más ofensivo de lo que realmente es. Nos enojamos rápido y nuestro enojo es duradero. Cuando alguien nos molesta, queremos una disculpa y la queremos para ayer.
El perdón y ser «lento para la ira» están estrechamente relacionados. La verdad es que tendríamos menos que perdonar si no fuéramos tan rápidos para irritarnos. La ira nubla nuestros pensamientos y nos hace creer que las cosas son ciertas cuando no lo son. Eclesiastés 7:9 nos advierte:
No te apresures en tu espíritu a enojarte,
Porque el enojo se anida en el seno de los necios.
Ira fuera de lugar o injustificada
La ira fuera de lugar o injustificada nos hace pensar y actuar irracionalmente. De hecho, el pecado es tan tortuoso que incluso puede engañarnos al hacernos creer que nos deben pedir perdón, cuando en realidad somos nosotros los que debemos buscarlo.
Las personas que son rápidas para la ira también son personas que son lentas para perdonar. Esta es una razón por la que la Biblia enfatiza la conexión entre la ira y el perdón. La Palabra de Dios nos exhorta a no aferrarnos a las ofensas, sino a pasarlas por alto en amor:
La discreción del hombre le hace lento para la ira,
Y su gloria es pasar por alto una ofensa (Pr 19:11).Sobre todo, sean fervientes en su amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados (1P 4:8).
Nehemías 9:17 también conecta los puntos para nosotros con respecto a la relación entre el perdón y el enojo:
Rehusaron escuchar,
Y no se acordaron de las maravillas que hiciste entre ellos;
Fueron tercos y eligieron un jefe para volver a su esclavitud en Egipto.
Pero Tú eres un Dios de perdón,
Clemente y compasivo,
Lento para la ira y abundante en misericordia,
Y no los abandonaste [énfasis del autor].
Si retrocedes y lees el Antiguo Testamento, notarás rápidamente que Israel encontró algunas maneras realmente creativas para ser completamente desobediente y salvajemente rebelde. Quedamos boquiabiertos con sus acciones, pero en verdad, el pueblo de Dios hoy es exactamente como Israel: propenso a vagar. Y hoy, así como entonces, Dios permanece «compasivo y clemente […], lento para la ira y grande en misericordia». Él no nos abandonará más de lo que los abandonó a ellos. Es más, el caso es mucho menos probable, ahora que ha enviado a su Hijo, Jesús, ¡a pagar el castigo por nuestro pecado!
Dependiente de la gracia de Dios
Volvamos al Salmo 103, los versículos 13 y 14 nos dicen:
Como un padre se compadece de sus hijos,
Así se compadece el Señor de los que le temen.
Porque Él sabe de qué estamos hechos,
Se acuerda de que solo somos polvo.
Qué regalo es que Dios mantenga en mente de manera activa nuestra fragilidad. Él no nos la echa en cara ni se exaspera con nosotros. Al contrario, el hecho de que Él entienda nuestro quebranto lo obliga a mostrarnos bondad y compasión. Todos estaríamos en un gran problema si ese no fuera el caso, porque ninguno de nosotros puede ir muy lejos sin cometer algún error de una forma u otra.
Es el entendimiento de que todos somos completamente dependientes de la gracia de Dios o el hecho de que «no nos ha tratado según nuestros pecados, ni nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades» (Sal 103:10), lo que debe motivarnos a extender gracia, misericordia, compasión y perdón a otros. Debe motivarnos a ser lentos para la ira los unos con los otros, porque reconocemos que todos estamos en el mismo barco. Tal entendimiento nos ayuda a ser lentos para la ira porque nos capacita para saber que cualquier error que cometa la otra persona, nosotros mismos fácilmente podemos cometerlo dentro de una hora. La humildad y la empatía nos ayudan grandemente en nuestra búsqueda de ser caracterizados por el perdón y la gracia en lugar de la ira.
El perdón es una doctrina difícil, tanto de comprender como de practicar. Lamentablemente, habrá situaciones en nuestra vida que nos obligarán a extender extraordinario perdón a otra persona. Y cuando lleguen esos tiempos, el Señor estará cerca para ayudarnos a procesar nuestro dolor y tristeza, y su Espíritu tierna y fielmente nos llevará a un lugar donde podamos perdonar. No obstante, asimismo habrá muchas instancias donde el perdón no será un tema, porque no debimos habernos ofendido en primer lugar. El problema estará en nuestro lado, no en el de ellos.
A medida que oras para que Dios te ayude a crecer en el área del perdón, también ora para que te transformes cada vez más en alguien que, como Él, es lento para la ira. Orar la Escritura de vuelta a Dios es una manera excelente y centrada en Cristo de guiar nuestras oraciones, ¡especialmente cuando sentimos que no sabemos qué decir! Dos versículos que son particularmente útiles a medida que conversamos con Dios sobre el perdón se encuentran en los libros de Lucas y Santiago:
Antes bien, amen a sus enemigos, y hagan bien, y presten no esperando nada a cambio, y su recompensa será grande, y serán hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos. Sean ustedes misericordiosos, así como su Padre es misericordioso (Lucas 6:35-36).
Esto lo saben, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios (Santiago 1:19-20).
Que Dios nos ayude a todos nosotros, su pueblo, a ser transformados para que seamos lentos para la ira y rápidos para perdonar.