Aunque muchos recordarán este año por un virus, también muchos recordarán la pandemia emocional del aislamiento y del distanciamiento social. El efecto en el corazón humano es una emoción a la que denominamos soledad. En una reciente encuesta, el 44 % de los encuestados dijeron que ahora están más solos de lo que alguna vez estuvieron. Con todos los cierres, las cancelaciones y las órdenes de quedarse en casa, no es una sorpresa que eso ocurra.
Hace nueve años, estaba a principio de mis cuarenta años y aún estaba soltero. Como pastor a cargo de una gran iglesia, mi vida estaba rodeada de personas. Sin embargo, me iba a una silenciosa casa cada noche. No estaba solamente solo en medio de una multitud, sino que también estaba solo pastoreando una multitud. En ese tiempo, escribí un artículo sobre lo que los años de soledad no deseada me estaban enseñando sobre Dios. Escuché de muchos lectores que se identificaron con mi experiencia. Uno de ellos era una mujer soltera de la ciudad de Kansas. Teníamos unos amigos en común que le enviaron el artículo. Un año más tarde, nos casamos.
Esta última década me ha permitido pensar más en la soledad de mi soltería de largo plazo, pero también en la de ahora en mis años de matrimonio y de crianza. ¿Aún estoy solitario? Sí, me alegra estarlo.
Contento por estar solo
¿Estás contento de aún sentirte solo? Sí. Qué alivio es darme cuenta de que fui hecho para más que una esposa e hijos. Esto podría parecer como el pensamiento inverso, pero luego, nuevamente, Jesús a menudo hace eso cuando enseña, invierte nuestra perspectiva humana normal. Crecer en nuestra fe es, en gran medida, el arte de renovar y volver a formar la vida, los valores y las experiencias como Dios destinó que fueran.
Esto nos lleva a la pandemia de la soledad humana. Claramente, la soledad es el resultado del pecado. Adán y Eva fueron hechos para una armonía perfecta con Dios y el uno con el otro. El pecado trajo el alejamiento para ambos. Cuando Dios le pregunta a Adán: «¿Dónde estás?» (Gn 3:9), lo que Adán sintió dentro fue un doloroso abismo y respondió: «Dios, ¿dónde estás tú?». Como él, a menudo no sabemos cuánto tenemos hasta que lo perdemos. Adán sintió una dolorosa oleada de vacío emocional vertical; la armonía con Dios se había ido. El juego de acusaciones maritales de Adán y Eva rápidamente reveló que la armonía horizontal también había desaparecido (Gn 3:12-13).
El pecado creó la soledad, pero debemos darnos cuenta de que la soledad en sí misma no es un pecado. De hecho, la soledad puede ser una gracia divina. Entendida correctamente, puede ser tanto nuestra amiga como nuestra guía.
El valle de soledad
La sabiduría requiere que veamos la soledad a la inversa y respondamos a ella correctamente. Por el par de décadas que viví solo, mi soledad no parecía una amiga, sino que una enemiga. Sirvió para recordarme mis fracasos pasados en las relaciones (relaciones que asumí que eliminarían este doloroso sentimiento). Ahí está el peligro indefinible de la soledad: si no es tu amiga, es probable que sea un adversario destructivo en tu vida. Todos conocemos personas cuyo autoaislamiento es su mecanismo para arreglárselas ya sea en la ausencia de relaciones o en la agonía de las relaciones (Pr 18:1). Para ellos, la soledad se torna una especie de desfiladero en el cual vivir en lugar de un valle por el cual atravesar.
Aunque la soledad es fácil de ver en los ermitaños de la sociedad, la mayoría de nosotros vivimos en un general malestar relacional, esperando que alguien venga a llevarse nuestra soledad. Para parafrasear a Henry David Thoreau, la mayoría de las personas viven vidas de silenciosa desesperación. Con esta pandemia, la desesperación silenciosa en la mayoría de los hogares es una desesperación aún más solitaria.
Cómo recibir la soledad
La soledad es parte de la arquitectura interior de nuestra imagen como portadores. Actúa como los sensores de nuestro automóvil para decirnos cuando algo falta (aceite en el motor o aire en las ruedas). Fuimos hechos para Dios y para la comunión los unos con los otros.
En esta creación caída, ninguna relación humana satisfará ese anhelo plenamente. Nuestra capacidad de estar completamente satisfechos en Dios también es imposible. Debido al pecado que mora en nosotros, nuestra salvación está incompleta mientras esperamos cuerpos glorificados y la plenitud del gozo en la presencia de Dios (Sal 16:11; 21:1). Hasta entonces, no importa nuestro estado civil, nuestro círculo de amigos, nuestra cercanía con nuestros hijos y nietos, siempre estaremos solos de alguna manera. Mi llamado como alguien que ha vivido un largo tiempo como soltero y como casado, con y sin hijos, con una comunidad de iglesia saludable y amados amigos, es ver la soledad en esta vida como un tipo de regalo de Dios.
Como el hambre nos impulsa a comer y la sed nos lleva a beber, la soledad nos presiona a una relación más profunda y más auténtica con Dios y con otros. Nos hace salir de la fuerza gravitacional de vivir para uno mismo y así darse uno mismo en las relaciones. En lugar de resentir la soledad, nos bendecirá si la vemos como una iniciativa dada por Dios para el florecimiento humano (Hch 20:35).
Si pudiera hablar con mi antiguo yo soltero que soportaba otra nueva festividad solo en casa, le diría: «estás poniendo demasiada esperanza en lo que una esposa y una familia pueden otorgar». Estoy felizmente casado; me encanta ser papá. Sin embargo, cuando pensamos que nuestros anhelos serán satisfechos si tan solo tuviéramos a esta persona o a esa relación, responderemos a la soledad con un aislamiento y una desilusión destructivas.
Permite que el dolor te motive
La soledad duele. Dios incrustó recordatorios espinosos de cómo es la maravillosa armonía con Dios y con otros. El dolor es una indicación de la pérdida. No todo dolor es malo. Cuando me ejercito, el dolor me dice que estoy haciendo algo bueno por mí. Es un buen dolor. La soledad puede ser un buen dolor si lo interpreto correctamente. ¿Cómo se ve?
La soledad crea una energía interna. Puedo usar esa energía para darle vueltas o molestarme por mi soledad o puedo tomar esa energía e intencionalmente tenderle la mano. Esto requiere disciplina y autocontrol pues mi carne alienta respuestas autodestructivas. Los cristianos son bendecidos, por la unión con Cristo y el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros, para resistir los deseos de la carne que quiere utilizar la soledad como un arma (Ro 6:4; Ga 5:16-17).
Realmente, podemos hacer de la soledad un arma para un cambio positivo en nuestras vidas.
Transforma la soledad en expectativa
Después de muchos años de soledad, asumo secretamente que sentía este dolor interno porque estaba solo. Finalmente, me di cuenta de que a menudo hay una gran diferencia entre estar solo y estar solitario.
Solo es la realidad matemática de uno sin un adicional. Cuando estás solo y solitario, es fácil creer que un cónyuge, una familia o una familia de la iglesia ahuyentarán la soledad. Mi experiencia, sin embargo, hace eco de la enseñanza de la Escritura de que 1 + 1 ≠ a la ausencia de soledad. Las gracias comunes del matrimonio, la familia, el sexo y los hijos son muy útiles en la lucha diaria. No obstante, incluso los mejores momentos del matrimonio, de la crianza y de la amistad siempre carecen de algo; el momento de armonía se acaba demasiado rápido. Los sentimientos cariñosos de cuidado se escabullen. Las relaciones humanas tienen altos y bajos. Incluso en su mejor momento, sentimos que algo falta.
Por esto, debemos regocijarnos. Debemos alegrarnos de darnos cuenta de que lo mejor de esta vida nos deja queriendo algo más, algo más perdurable y mejor. Por más maravillosos que sean estos regalos terrenales, el hecho de que no nos satisfagan hace que las promesas de Dios sí lo hagan plenamente para siempre, aún más asombrosamente. Significa que nuestro gozo en Él y en los unos y los otros será mejor, más profundo, y sí, más feliz (Fil 1:23). Toda soledad en la tierra es una confirmación interna de que nuestros gozos relacionales más grandes se encuentran delante de nosotros. La ausencia debe hacer que el corazón desee el futuro.
Esto no debilita el dolor de la soledad, pero sí nos asegura que este dolor es parte del mundo fugaz y temporal que pasará (1P 1:24-25). Nuestro futuro está completamente libre de soledad y está lleno de plenitud relacional mucho más allá de lo que podemos imaginar. Cuando aparezca el próximo tiempo de soledad, agradece a Dios porque tu soledad te recuerda poderosamente la gloria de lo que se encuentra delante para ti con Él.