«Es solo que no nos sentimos conectados». Ambos se sentían de la misma manera. En algún punto de su relación habían comenzado a distanciarse y ahora se sentían como si estuvieran viviendo vidas que avanzaban en vías paralelas en lugar de vivir conectados íntimamente. Pero ¿cómo se resuelve este problema de la «conexión»?
Normalmente, cuando las personas comienzan a sentirse desconectadas unas de otras, la raíz del problema es la intimidad. Existen varias razones por las que la intimidad puede decaer. Algunas de ellas son sutiles, pero insidiosas, como el ajetreo de la vida familiar; otras, son claras e intencionales, como cuando se intenta usar la falta de intimidad como venganza. Sea cual sea la razón, una vez que la intimidad comienza a disminuir, puede ser difícil recuperarla. Es más, existen cinco tipos de intimidad y solo cuando las mantenemos todas funcionando podemos tener matrimonios que se sienten profundamente conectados.
1. La intimidad espiritual
El primer (y más fundamental) tipo de intimidad es la intimidad espiritual. Esta puede verse como el centro de la cual salen todos los otros tipos de intimidad. Si la intimidad espiritual es mayor, entonces, los otros tipos de intimidad —aunque habrán periodos de mayor o menor intensidad— tendrán un cierto nivel de fortaleza natural. La intimidad espiritual proviene de estar juntos en la Palabra, al orar el uno por el otro y al adorar juntos. La Palabra de Dios es el alimento para nuestras almas (Mt 4:4; Dt 8:3). Cuando tenemos la misma dieta espiritual, podemos crecer de maneras parecidas y, por lo tanto, crecer juntos, no separados.
El viejo dicho que dice que la familia que ora unida permanece unida, aun cuando no es infalible, generalmente es cierto. Al mismo tiempo, esto no solo significa que debemos orar al estar ambos presentes, sino hacer del otro una parte central de nuestras oraciones privadas (y no solo para pedirle a Dios que arregle todas las cosas que nos molestan de nuestro cónyuge). La adoración es un acto increíblemente íntimo que une las almas del pueblo de Jesús más y más entre ellos y con Él mismo. Existen razones legítimas por las que los cónyuges podrían no estar adorando juntos (por ejemplo, porque están ayudando en la guardería o en el coro), pero si la conexión es un problema, sería bueno dejar, por un tiempo, estas actividades a un lado mientras se centran en su intimidad espiritual mutua.
2. La intimidad recreacional
El segundo tipo de intimidad es la intimidad recreacional. Este es el vínculo que se crea y se fortalece al hacer actividades juntos. Estas actividades pueden variar infinitamente, desde algo ligero (por ejemplo, hacer un crucigrama juntos) hasta algo extremo (por ejemplo, volar en un ala delta); sin embargo, es el disfrute mutuo de esas actividades lo que aviva la conexión de una pareja.
Este tipo de intimidad tiende a estar en su máximo punto al comienzo de la relación cuando ambos están dispuestos a hacer y a probar cosas fuera de su zona de comodidad solo para tener la oportunidad de estar juntos. A medida que la presencia del otro comienza a ser más la norma que la excepción, comienza a disminuir la motivación para realizar actividades que no son interesantes para uno de los que forma parte de la pareja. Además, mientras la vida comienza a complicarse más con el trabajo, los niños, la casa y mucho más, se desploman las oportunidades para realizar actividades recreacionales y el costo puede ser alto. Sin embargo, Dios nos creó para disfrutar las actividades de la vida —en especial con nuestros cónyuges (Ec 9:9)—. Nuestros matrimonios necesitan la capacidad de reír y de disfrutar juntos si es que quieren soportar los momentos de lágrimas y esfuerzo.
3. La intimidad intelectual
El tercer tipo de intimidad es la intimidad intelectual. Esta es la actividad de conectarse mutuamente al discutir ciertos temas. Los temas pueden ser relajados (por ejemplo, una película favorita) o increíblemente profundos (por ejemplo, la política), pero la unión de la relación se fortalece cuando abordan ciertos asuntos al ejercitar la mente con su cónyuge.
De manera similar a la intimidad recreacional, la intimidad intelectual tiende a estar en su máximo punto al comienzo de la relación. Frecuentemente, esto es así porque la pareja aún está conociéndose y comienza a saber lo que el otro piensa respecto a varios temas. A medida que el tiempo pasa, las parejas a menudo asumen que saben cómo piensa su cónyuge en casi todos los asuntos y dejan de explorar los mundos intelectuales del otro. Aun cuando uno de los cónyuges muchas veces puede predecir generalmente lo que otro va a pensar respecto a un asunto en particular, son los detalles los que importan. No importa cuántas veces una pareja haya discutido un asunto, casi siempre existe algo nuevo que se puede explorar. La recompensa por hacerlo bien vale la pena.
4. La intimidad física
El cuarto tipo de intimidad es la intimidad física. Esta es la esfera en la que la mayoría de las personas piensa cuando escuchan la palabra «intimidad». En ella se incluye la actividad sexual, pero no está limitada solo a eso. Existe también la intimidad física no sexual como tomarse de las manos, acurrucarse en el sofá o abrazarse. A veces esta intimidad física no sexual (acurrucarse, por ejemplo) puede llevar a algo más amoroso (la actividad sexual), pero no siempre tiene que ser así (y es más, esta es una de las mayores quejas de las mujeres).
Los hombres a menudo toman cualquier intimidad física como una señal de que las mujeres quieren intimidad sexual, cuando, a veces, la verdad es que ellas solo necesitan acurrucarse. Aun así, de todos los tipos de intimidad, esta es la que más beneficios trae para los hombres. Cuando se les pide a los hombres que clasifiquen cuán cerca se sienten de su esposa, típicamente responden que se sienten más conectados cuando la intimidad física (y en especial la intimidad física sexual) está en su máximo punto. Esto no es una sorpresa para los cristianos, pues Dios instruye al hombre a deleitarse en esas actividades con su esposa (Pr 5:18-19)
5. La intimidad emocional
El quinto tipo de intimidad es la intimidad emocional. Esta se trata de compartir las experiencias propias con el otro. A los hombres en especial les cuesta mucho la distinción entre esta y la intimidad intelectual; sin embargo, en una (la intimidad intelectual) se discuten temas y normalmente se rige por los pensamientos, mientras que en la otra (la intimidad emocional) se discuten las experiencias y normalmente se rige por las emociones. Los hombres, además, generalmente tienen un vocabulario emocional limitado y tienden a estar menos cómodos con una conversación cargada de emociones. Por lo tanto, muchas veces los hombres malinterpretan a sus esposas cuando hablan, pues piensan que lo que ellas quieren es un intercambio de ideas cuando lo que en realidad desean es que alguien se identifique con sus sentimientos.
Sin considerar las limitaciones, los hombres están llamados a pastorear el corazón de sus esposas tanto como las mujeres están llamadas a pastorear la sexualidad de sus esposos. Así como los hombres se sienten más conectados cuando la intimidad física está en su máximo punto, generalmente, las mujeres se sienten más conectadas cuando su intimidad emocional está en su máximo punto también. Hay una razón por la que lo primero que hace Adán cuando ve a Eva no es llevarla a la cama, sino que pronunciar el primer poema de amor del mundo (Gn 2:23).
Los ciclos de intimidad versus los ciclos de aislamiento
Ahora bien, esta es la parte complicada: cuando los hombres se sienten desconectados, a menudo tratan de obtener intimidad física a través de la ruta de la intimidad recreacional (hagamos algo entretenido juntos y quizás terminemos en la cama), mientras que las mujeres, cuando se sienten desconectadas, a menudo tratan de obtener intimidad emocional a través de la ruta de la intimidad intelectual (hablemos de algo y quizás terminemos compartiendo nuestros sentimientos). Ambos sienten la desconexión, pero siempre están tratando de resolver el problema en formas opuestas. Para complicar aún más el asunto, los hombres a menudo no quieren hablar ni compartir sus emociones si es que no sienten que hay intimidad física. Las mujeres, por otro lado, muchas veces no quieren tener intimidad física si no sienten que hay intimidad emocional.
En este punto, las parejas pueden encontrarse fácilmente a sí mismas en ciclos de aislamiento, al demandar más y más que se satisfagan sus propias necesidades de intimidad antes de estar dispuestos a satisfacer las de su cónyuge. Aquí es donde el compromiso cristiano de amarse mutuamente, aun cuando duele (Jn 13:34-35; Gá 5:13; 6:2; Ef 4:2, 32; 1P 4:8-10), puede ayudar a la pareja a ir de los ciclos de aislamiento a los ciclos de intimidad a medida que, en amor, ponen las necesidades del otro antes que las propias.
Pastorear a nuestro cónyuge en estas áreas, incluso cuando nos sentimos desconectados, es la clave para sentir esta fuerte y genuina conexión. Este tipo de conexión provoca más que solo momentáneas sensaciones de mariposas en el estómago. Nos ayuda a cimentarnos en el íntimo amor de Aquel en quien tenemos una eterna e inquebrantable conexión: Dios mismo.