Experimentar el decaimiento de tu esposa —tu propia carne (Gn 2:24; Mt 19:6)— mientras la observas sin poder hacer nada, es, al mismo tiempo, increíblemente triste, doloroso, aterrador y frustrante. No puedo imaginar las dificultades que este tiempo te ha traído a ti y a tu familia.
La tristeza se expande sobre nuestras almas porque vemos a la persona que más amamos en esta tierra retirarse a un lugar de dolor casi indescriptible y de una oscuridad casi ineludible.
El dolor invade nuestros corazones porque nuestra compañera espiritual más íntima está herida. Nos estremecemos frente a este puntiagudo aguijón de la misma manera en que lo haríamos si fuéramos heridos físicamente.
El miedo crece porque la profundidad de este lugar oscuro pareciera no tener fin (Sal 88). Podrías incluso temer que la mujer que una vez brilló de belleza y deleite quizás nunca regrese.
La frustración se forma porque tú solo no eres suficiente para ella (1S 1:8) y la única a quien deseas complacer más profundamente parece no encontrar placer en lo absoluto.
Más que palabras correctas
Podrías ser tentado a pensar que si solo tuvieras las palabras correctas podrías, de alguna manera, arreglar la oscura noche del alma de tu esposa. Créeme, ella no querría nada más. Sin duda, sentirás la presión (de ti mismo, de ella y de otros) para que seas la solución rápida para ella.
Sin embargo, no existen varitas mágicas ni santos remedios. Incluso el Evangelio podría sonar aburrido a sus oídos por ahora (la verdad más gloriosa de que el Dios de toda la creación la ama tanto que envió a su único Hijo engendrado y muy amado para que tomara forma humana por ella podría no ser bien recibida). El hecho de que el Rey del universo haya tomado forma de siervo; haya sido tentado y aún así haya permanecido perfecto; haya sido traicionado y golpeado y aún así haya permanecido firme; que la ira del infierno haya sido derramada sobre Él y haya muerto para que pudiéramos tener su justicia, no conmoverá su alma como esperarías.
Incluso esas maravillosas verdades del Evangelio podrían parecerles borrosas, como un recuerdo desteñido, como un sueño distante.
Sigue adelante en debilidad
Pero, ¡no te desanimes! Predícale el Evangelio cada día (en pensamiento, palabra y obra).
Ármate de coraje y decide hacer nada menos que mostrarle el carácter de Cristo a toda hora y en todo momento. Cuando te sientas agotado, corre a la cruz y recibe el poder de su gracia que es suficiente, que brilla aún más en nuestras más grandes debilidades (2Co 12:9).
Aunque no puedas sacarla de ese lugar oscuro, puedes guiarla a través de él. Al decir guiar me refiero al liderazgo que va adelante, al que nosotros, como esposos, estamos llamados (Ef 5:25-27). Tu esposa necesita a alguien en quien apoyarse cuando atacan juntos las puertas del infierno. Ella necesita a alguien que esté dispuesto a tomar su cruz diariamente por ella, incluso cuando él esté más débil. Ella necesita un esposo que abrace la realidad de que solo la gracia de Jesús puede sustentarlos a ambos en esos días oscuros.
- Muéstrale esperanza cuando ella sienta que no existe ninguna, porque tú tienes esperanza en Cristo (Heb 6:19).
- Sé misericordioso cuando ella no lo merezca, porque tú tienes misericordia en Cristo, que no mereces (Ro 3:24-25).
- Muéstrale gozo cuando ella no pueda encontrarlo, porque tú tienes gozo en Cristo (1Pe 1:3-9).
- Entrégale paz cuando ella solo encuentra problemas, porque tú tienes la paz de Cristo (Jn 14:27).
- Muéstrale agradecimiento cuando todo lo que ella siente es amargura, porque en Cristo se te han dado todas las cosas (Col 3:12-17).
- Modela santificación cuando ella no tenga energía para luchar con su pecado, porque tú eres santificado en Cristo (Ro 6:17-19).
- Ofrécele consuelo cuando esté angustiada, porque tú has recibido el Espíritu de consolación por medio de Cristo (Jn 14:26).
Jesús camina contigo
Y cuando no lo hagas —porque a veces no lo harás (Ro 7:19)— recuerda que la gracia amorosa y paciente de Dios también es para ti (2Co 12:9).
Ni siquiera nuestras fallas, accidentales o intencionales, puede apartarnos de las riquezas del amor que tenemos en Cristo Jesús (Ro 8:31-39). Así que, cuando la esperanza parezca perdida y la oscuridad parezca sobrepasar la luz, aférrate a Jesús.
Jesús es tu refugio, tu roca, tu fortaleza y tu baluarte (Sal 18:1-3). Esa vieja cruz es el lugar en donde ves a tu protector, libertador, redentor, sustentador, hermano y amigo (2Ti 3:3; Ro 7:24-25; Ef 1:7; Col 1:17; Ro 8:17; Jn 15:15).
Mira a Cristo para que así puedas mostrarle a tu esposa a Cristo, mi querido hermano. Mientras más le muestres a Cristo, más se mostrará Él a ti.
Con Jesús, todas las cosas son posibles (Fil 4:13). Incluso llevar las cargas de tu esposa deprimida. Jesús está contigo mientras los tres caminan juntos (cuando bajas a los valles de sombra y cuando finalmente llegas a los verdes pastos y a las aguas de reposo).