El drama de la Reforma protestante moldeó a grandes personalidades y a personajes importantes, al tipo de hombres ahora transformados en mitos, leyendas y enormes estatuas de piedra. Sin embargo, la Reforma es también la historia de seguidores de Cristo comunes y corrientes, en su mayoría olvidados, que vivieron la teología de la Reforma en terreno (y que pagaron el precio de ello con sus vidas). Mártires como Hellen Stirke.
Igual a María
Hellen era una cristiana escocesa bastante promedio que vivía en la ciudad de Perth, dedicada al trabajo doméstico diario como esposa y madre. Su vida pasó desapercibida para la historia hasta el nacimiento de su último hijo en 1544.
Cuando llegó el momento del trabajo de parto y de dar a luz, la tradición católica llamaba a rezar fervientemente a la Virgen María. Al tener una buena comprensión de la Escritura, Hellen repudiaba esas peticiones. Era una tradición que ella no seguiría. Sus desconcertadas parteras la presionaban para hacer tal rezo, pero ella se rehusó al ritual. El riesgo físico era real, pero los rezos no eran nada más que una seguridad supersticiosa.
«Si hubiera vivido en los días de la Virgen», dijo Hellen con serenidad, «Dios podría haber mirado de igual manera mi humildad y miseria, como la de la Virgen, y podría haberme hecho la madre de Cristo». Su pequeño sermón de parto debió haber gatillado controversia. No obstante, Hellen estaba cimentada en su teología y fue confortada por ella, pues sabía que sus oraciones iban directamente a Dios por medio de su Salvador Jesucristo.
«No te daré las buenas noches»
La noticia de la negativa de Hellen a rezar a María, y de su audaz afirmación de que estaba en la misma posición que ella ante de Dios, muy pronto llegó a los oídos del clero católico local y rápidamente hasta los del cardenal que presidía allí, quien respondió rápidamente para apagar esta chispa de teología protestante. Muy pronto, Hellen fue arrestada y encarcelada, junto a su esposo y otros cuatro protestantes declarados en la ciudad. El pequeño grupo fue condenado culpable de «herejía» raudamente y sentenciado a muerte. Al día siguiente, los soldados llevaron a Hellen, a su esposo y a los protestantes condenados a la horca.
Hellen pidió morir junto a su esposo, James Finlason, pero le negaron su petición. Los hombres eran ahorcados y las mujeres, ahogadas, y James iría primero. Con su pequeño hijo en brazos, Hellen se acercó a su esposo, lo besó y le dijo estas palabras de despedida:
Esposo, alégrate, puesto que hemos vivido juntos muchos días llenos de gozo, y hoy, en el que hemos de morir, hemos de considerarlo el más gozoso de todos, porque tendremos gozo eterno. Por tanto, no te daré las buenas noches, porque dentro de poco nos reuniremos en el Reino de los cielos.
James fue ahorcado frente a sus ojos. Una vez que su vida en la tierra había acabado, los ojos se posaron sobre Hellen, quien se vio obligada a entregarle su recién nacido a una nodriza a quien se le confió el cuidado del niño a partir de ese momento. Las autoridades llevaron a Hellen a un estanque que se encontraba cerca, ataron sus manos y pies, la pusieron dentro de un largo saco de arpillera junto con piedras o peso y la lanzaron al agua como un saco de basura. Todo esto debido al crimen de «blasfemar contra la Virgen María».
Una nube de testigos comunes y corrientes
El cielo tiene todos los detalles, pero esto es todo lo que conocemos de la vida de Hellen. Ella fue una mujer valiente fortalecida por la Escritura. Su declaración de parto, en la que dijo que ella estaba igualmente calificada para ser la madre de Jesús, fue una insubordinación ceremonial radical, pero en el centro había un acto de fe, haciendo que los estratos de toda superioridad humana fueran irrelevantes en la presencia de la supremacía de Cristo.
Profundiza en la Reforma y verás que es más que imprenta, que tesis clavadas en puertas y que debates teológicos. Es la historia de creyentes comunes y corrientes, esposos y esposas, padres y madres, equilibrados en las Palabras de la Escritura, reclamando la primacía de Jesucristo en sus vidas, sus matrimonios, sus familias y sus esperanzas eternas. Ellos están como una nube de testigos llamándonos a hacer lo mismo, a mantener nuestras convicciones bíblicas sin temor, a disfrutar de las bendiciones terrenales de Dios y a soportar todas las aflicciones temporales por el gran gozo eterno puesto ante nosotros.
Tony Reinke © 2017 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.
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