Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén (1 Pedro 4:10-11).
Hacer resoluciones en el Año Nuevo siempre ha sido una tradición festiva en Occidente, pero tristemente también ha sido costumbre ver que estas resoluciones se rompen tan rápido como se proponen. La motivación para lograr estas metas a menudo decae incluso dentro de la primera semana y muy pronto regresamos a nuestros viejos hábitos.
Sospecho que muchos de nosotros somos bastante pesimistas cuando se trata de establecer objetivos personales para el año. Sin embargo, si cualquiera pudiera tener una razón para hacer resoluciones, esos somos nosotros, porque Dios les ha dado a los cristianos su Espíritu para producir una transformación espiritual auténtica en nuestras vidas. «Pero —podrías preguntarte— ¿qué tipo de resoluciones debo establecer?».
¿Cuándo fue la última vez que tomaste la resolución de servir a otros con los dones que Dios te ha dado?
El apóstol Pedro animó a sus lectores a resolver vivir el resto de sus años, no para las pasiones humanas, sino para la voluntad de Dios (1P 4:2). No obstante, aparecieron desafíos únicos para estos cristianos nacidos de nuevo: el mundo rápidamente juró estar contra ellos (1P 4:4). Pedro explica esto como una expresión visible del fin de los tiempos y también para que ellos puedan determinar estar sobrios para sus oraciones y continuar amándose unos a otros con un servicio y hospitalidad sinceros (1P 4:7-9). Otras de sus resoluciones fueron promover el uso apropiado de los dones que tenían, lo que nos lleva a nuestro pasaje. Podemos aprender cinco cosas aquí sobre la naturaleza de nuestros dones.
1. El origen de nuestros dones
«Según cada uno ha recibido un don especial […]» (v. 10 a). Es fácil desacreditar nuestras propias capacidades cuando vemos que otros pueden hacer las cosas mucho mejor que nosotros. Sin embargo, solo porque no puedas cocinar o tocar un instrumento musical tan bien como los ídolos a los que admiras no quiere decir que no tengas dones. Los dones no solo son entregados a unos pocos seleccionados, sino que a cada miembro de la iglesia. Ya sea que sus dones sean milagrosos o no, todo viene del mismo Espíritu.
2. La función de nuestros dones
«[…] Úselo sirviéndose los unos a los otros […]» (v. 10 b). ¡Cuán contraintuitiva es esta idea de que no debemos usar lo que tenemos para servirnos a nosotros mismos, sino para servir a otros! Comprender la concepción bíblica de cómo debemos usar estos dones debe pulverizar el mantra egotista de la autopromoción y los excesos. Los dones espirituales se nos imparten a nosotros para impartirlos a otros, para la edificación del cuerpo de Cristo.
3. La diversidad de nuestros dones
«El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da […]» (v. 11 a). A cada uno de nosotros le fue dado diferentes dones, todos usados para servir a través de varios medios serviciales (Ro 12:6-8). Esto es importante, porque a menudo codiciamos los dones de otros mientras subestimamos los dones que Dios nos ha dado para administrarlos. Sin embargo, todos tenemos un rol distinto que desempeñar y es insustituible de todos los demás roles que constituyen el cuerpo.
4. La fuente de poder de nuestros dones
Muchos no creyentes son dotados excepcionalmente en oratoria, pero obtienen su confianza de su autosuficiencia. Nosotros debemos obtener nuestra confianza del Espíritu para bendecir verdaderamente a otros con nuestros dones, en lugar de depender de nuestro propio entendimiento. Cuando hablamos, dependemos del Espíritu para que nos dé las palabras que debemos decir (Ro 8:26). Cuando servimos a otros, vamos a la fuente de poder misma y ofrecemos peticiones a Él para que nos dé la fortaleza que necesitamos (Sal 46:1-3).
5. El propósito de nuestros dones
«[…] Para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo […]» (v. 11 b). El gran propósito de la administración de estos dones es hacer manifiestas las excelencias de Cristo en todo lo que hacemos. Esto posteriormente incluye cómo usamos nuestros dones para lograr tal propósito. El término todo coloca un parámetro absoluto sobre el alcance de cómo se deben usar nuestros dones, y nos lleva a la pregunta: «¿uso mis dones para que en todo Dios sea glorificado?».
Haz que tu año cuente
Si usas tus dones a fin de que en todo tú seas glorificado, entonces necesitas un sentido de urgencia del fin de los tiempos, para resolver ahora mismo no ser un cristiano glotón que come hasta saciarse y nunca ayuda en la mesa. Haz un cambio para ser un administrador que se asegura de que otros están recibiendo lo que necesitan. Qué mejor manera de comenzar que buscar ministerios en nuestras iglesias que puedan ser llenados con los dones que Dios nos ha dado. Esto podría ser liderar a los niños, ordenar la despensa, dar la bienvenida y acomodar a los nuevos, discipular a otros, liderar un estudio bíblico, y la lista continúa.
Al hacer esto, le enseñamos a nuestro prójimo cómo se deben hacer realmente las resoluciones de Año Nuevo. Dejemos en claro a todos que somos receptores de la gracia, que nos amamos y nos servimos mutuamente con gozo exuberante, para que así nuestro amor unificado irradie las glorias de Cristo en las grietas de este oscuro mundo. Este es nuestro fin principal.