¿Eres capaz de declarar junto con los apóstoles que, desde que te convertiste en cristiano, no puedes evitar hablar de lo que has visto y oído?
Lamentablemente, yo no puedo, lo cual Dios me mostró recientemente al dirigir mi atención a Hechos 4:20. Aquí los apóstoles declararon a los líderes judios que no podían parar de hablar acerca de lo que habían visto y oído, su pasión por el Evangelio era insaciable. En cuanto a mí, yo hablo con facilidad acerca de mi familia, mis pasatiempos y mi trabajo, pero a menudo enmudezco cuando tengo una oportunidad de compartir el Evangelio. ¿Tal vez tú te sientes identificado? Si es así, necesitamos examinar nuestras vidas para saber por qué nuestro entusiasmo por el Evangelio se apaga con tanta frecuencia.
Trágicamente, la respuesta podría ser simplemente que nos hemos vuelto cortos de vista y ciegos, lo que significa que, según Pedro, nos hemos olvidado de que Dios nos ha perdonado (2P 1:9).
Que los cristianos puedan olvidar esto suena ridículo. Sin embargo, Pedro explica que somos culpables si es que no estamos haciendo todo tipo de esfuerzo por complementar nuestra fe con cualidades vitales para nuestra efectividad: virtud, conocimiento, dominio propio, perseverancia, piedad, fraternidad y amor (2P 1:5-8). Pedro nos asegura que crecer en estas cualidades es una señal de que estamos anticipando una rica bienvenida al Reino eterno de Cristo; sin embargo, carecer de ellos significa que nos hemos enfocado tanto en nuestro presente que le damos poco lugar a pensar en lo eterno (1P 1:9-11) Los apóstoles estaban claramente enfocados en la eternidad y en agradar a Dios en todo (2Co 5:9). Si fallamos en imitarlos, estamos caminando en infructuosidad, también conocida como pecado.
Si te encuentras en este lugar, entonces es probable que tu tesoro esté aquí en vez de en Cristo. Coleccionar suficientes bienes terrenales para traspasar nuestro afecto del cielo a la tierra es dolorosamente fácil para la mayoría de los cristianos occidentales. De hecho, creo que en gran parte estamos anestesiados a lo que significa ser ricos, ya que la mayoría de nosotros no nos consideramos ni ricos ni pobres. Sabemos que hay personas que fácilmente pueden pagar un auto nuevo en efectivo y pueden pagar vacaciones a lugares exóticos. Son ellos, nos decimos a nosotros mismos, los que necesitan estar atentos a las advertencias que la Biblia hace sobre la riqueza. Vemos al joven rico alejarse de Jesús y nos aseguramos a nosotros mismos de que no somos tan ricos.
No obstante, 1 Timoteo 6:8 es nuestro llamado de atención. «Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos», le dice Pablo a Timoteo, «con eso estaremos contentos». La mayoría de nosotros tenemos más que comida y ropa: tenemos casas, vehículos y otros bienes que nos proveen de comodidad y entretenimiento. Si podemos disfrutarlos con moderación mientras seguimos buscando madurez espiritual, está bien. Sin embargo, si disfrutamos de estos a tal punto que gastamos la mayor parte de nuestro tiempo y dinero en nosotros mismos más que en avanzar el Reino, nos volvemos culpables de idolatría.
¿Somos culpables? Afortunadamente, podemos probarnos a nosotros mismos para determinar si estamos buscando la piedad o la idolatría. El dicho de que puedes saber qué tipo de persona es alguien con solo mirar su presupuesto ha existido durante años, pero creo que también deberíamos mirar su calendario. Cuando miras tu calendario y tu presupuesto, ¿que ves? Sé honesto contigo mismo. ¿Tus finanzas reflejan piedad y contentamiento, de tal modo que puedas comprar lo que necesitas y al mismo tiempo apoyar a tu iglesia y a aquellos que puedan estar pasando un mal momento (1Ti 6:6; 2Co 8:13-14; Hch 2:45)? ¿O le estás dando a Dios el mínimo (generalmente el diezmo) y después te gastas el resto exclusivamente en ti mismo? Cuando miras tu calendario, ¿muestra que estás «aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos», al comprometerte a estudiar la Biblia y a orar, además de las actividades de la iglesia (Ef 5:16)? ¿O, en cambio, estás buscando la buena vida tal como la define el mundo?
Debo confesar que para mí, aún sin un estilo de vida lujoso, puede ser dolorosamente fácil dedicar al placer la lectura, los quehaceres de la casa y muchas otras cosas, el tiempo que debería dedicar a Dios. No es necesario una gran riqueza para distraernos de Él; solo se necesita la riqueza que la mayoría de nosotros llevamos disfrutando durante mucho tiempo.
Imagina cómo sería si hablar del Evangelio y de la gracia de Dios fueran algo que sucediera fácil y naturalmente, y con más gozo para ti. Imagina cómo sería ser un siervo más fiel, no solo para las personas que van a tu iglesia, sino para los no creyentes que conoces en el trabajo y en tu vecindario. ¿Te gustaría que esto se hiciera realidad? Entonces, por favor: examina tus finanzas, estudia tus rutinas y arrepiéntete si es necesario. Que tu meta sea agradar a Dios en todo (2Co 5:9). Haz todo lo posible para limpiar tu vida de todo lo que te esté distrayendo de una sincera y completa devoción a Cristo, a fin de que puedas crecer en las cualidades esenciales para avanzar activamente el Reino. Solo entonces, en lugar de enmudecer cuando tienes una oportunidad de compartir el Evangelio con los perdidos, de tu boca brotará la gracia que has experimentado.
Reproducido de GoThereFor.com, publicado por Matthias Media (www.matthiasmedia.com). Propiedad literaria. Todos los derechos reservados. Usado con permiso.
Nathan Dempsey
Nathan Dempsey vive con su familia en el área de Youngstown, Ohio, donde están agradecidos de ser parte de la iglesia Old North Church. En su tiempo libre, disfruta hacer ejercicio, viajar con su familia, explorar comida étnica y tratar de expandir su conocimiento sobre variados temas. Actualmente, trabaja como Administrador de Servicios en una biblioteca pública local.