En parábolas abriré mi boca;
hablaré enigmas de la antigüedad,
que hemos oído y conocido,
y que nuestros padres nos han contado.
No lo ocultaremos a sus hijos,
sino que contaremos a la generación venidera las alabanzas del Señor,
su poder y las maravillas que hizo.
Porque El estableció un testimonio en Jacob,
y puso una ley en Israel,
la cual ordenó a nuestros padres
que enseñaran a sus hijos;
para que la generación venidera lo supiera, aun los hijos que habían de nacer;
y éstos se levantaran y lo contaran a sus hijos,
para que ellos pusieran su confianza en Dios,
y no se olvidaran de las obras de Dios,
sino que guardaran sus mandamientos.
Salmo 78:2-7
Si podemos pensar en uno de los mayores y más significativos regalos de la maternidad, es el inmenso privilegio que tiene cada madre de enseñar a sus hijos. Solo recuerda por un instante el maravilloso ejemplo de esta realidad que nos dejaron, en el Nuevo Testamento, la madre y la abuela de Timoteo. Pablo relata en su segunda carta a Timoteo (2 Timoteo 1:5; 3:14-15) la gran herencia que estas madres dejaron a su generación venidera. Ellas llenaron de la Palabra de Dios la vida de Timoteo desde su niñez, lo llevaron a confiar en Cristo y así ser finalmente salvo. Timoteo viviría por siempre por el poder de Dios, gracias a que su madre y abuela perseveraron en contar, anunciar y enseñar las maravillas que nuestro Señor ha hecho.
Nuestro llamado actual no es diferente; hemos visto las maravillas de nuestro Señor en Jesucristo, su obra redentora nos ha salvado y nos ha permitido poner nuestra confianza en Él y llevar en su gracia una vida de honra a Su Nombre. Debemos contar a la generación venidera las maravillas de nuestro Señor, debemos levantarnos y contar del evangelio a nuestros hijos, y así disfrutar el inmenso privilegio de ser parte de la obra de Dios en sus corazones para que pongan su confianza en Él.
Quizás ya te estés preguntando, “pero ¿por dónde comienzo?” Comienza con Dios; sí, con Dios. El trabajo de la maternidad comienza, se trata de, y tiene como fin a Dios mismo. Enseña a tus hijos sobre Dios, enséñales quién es Él y lo que ha hecho. Esto significará que deberás pasar tiempo con tu Biblia y usarla como el centro de tu enseñanza ya que es allí donde Dios se ha dado a conocer mostrándonos y explicándonos sus obras. Sin embargo, no debes terminar allí: la meta es mostrarles a tus hijos que ellos no pueden quedar indiferentes a lo que escuchan sobre nuestro Dios, sino que deben poner toda su confianza en Él. Y será allí y solo allí donde podremos ver a nuestra generación venidera transformada, una nueva generación que vive para Él. Cuando nuestros hijos confíen en Dios, ellos le obedecerán, pero no como fruto de una presión externa, sino como fruto de un corazón transformado que cree y pone su confianza en que lo que Dios dice es lo mejor para sus vidas.
Ahora bien, recuerda que no existen madres que puedan hacer esto solas; necesitarás a Dios para participar en el trabajo que Él está haciendo en tus hijos. Busca a Dios, empápate de Dios, confía en Dios. Ora, ora y ora; Él es el gran Maestro y solo Él puede llevar a cabo los frutos de este maravilloso llamado.
Aquí te dejo algunas cosas por las cuales puedes orar. Una buena manera de hacerlo, y que a mí me sirve mucho, es orar la Biblia: como ya lo vimos, ella nos guiará a conocer quién es Dios, ante lo cual podrás enfocar y alinear las oraciones que hagas por tus hijos a la luz de lo que Dios desea para sus vidas:
1. Por sus corazones
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas.” Deuteronomio 6:5
Ora que Dios les dé un nuevo corazón, un corazón transformado por Dios, que lo ame con todo, en todas las áreas de sus vidas.
2. Por su crecimiento en Jesucristo
“Más bien, crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea la gloria ahora y para siempre! Amén.” 2 Pedro 3:18
Ora que cada día ellos conozcan más a Jesús y puedan crecer no tan solo en estatura sino en la gracia que los salvó.
3. Por su amor por la Palabra de Dios
“Son más deseables que el oro,
más que mucho oro refinado;
son más dulces que la miel,
la miel que destila del panal.”
Salmo 19:10
Ora que la Palabra de Dios sea su mayor deleite, que pasen tiempo en ella y que su mayor gozo sea vivir de acuerdo a ella.
4. Por su vida de oración
“Oren sin cesar.” 1 Tesalonicenses 5:17
Ora que ellos busquen constantemente a su Señor, y que estén confiados en que Él los escucha.
5. Por su amor y servicio a otros
“Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Mateo 22:39
“Sirvan de buena gana, como quien sirve al Señor y no a los hombres.” Efesios 6:7
Ora que Dios infunda en sus corazones un profundo amor por los demás, y que desde ese amor puedan servir a otros sacrificialmente.
6. Por su generosidad
“Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera.” 1 Timoteo 6:18-19
Ora que estén siempre prestos a compartir todo lo que tienen, de manera que reflejen que poseen un mayor tesoro en los cielos.
7. Por su evangelismo
“Proclamen su gloria entre las naciones,
sus maravillas entre todos los pueblos.”
Salmo 96:3
Ora que exista en sus corazones una pasión profunda por que el nombre y las obras del Señor sean anunciados a través de sus vidas y entre todas las naciones.
Mamás, oremos para que tengamos el privilegio de ver una vez más a la próxima generación poniendo su confianza en el Señor.