Deja de decirles a las personas gays que si vienen a Jesús, Él las hará hétero.
Lo sé, lo sé, algunos de nosotros, los cristianos, creemos que sólo les señalamos a nuestros amigos gays y lesbianas lo milagroso. El poder de Dios de hacer todas las cosas, y a ellos, nuevos. Los creyentes bien intencionados, en un esfuerzo por animar o inspirar una visión a sus amigos y familiares que tienen atracción a personas del mismo sexo, a menudo, les predican este evangelio. Este evangelio no es la buena noticia de Jesús, sino que otro evangelio. Un evangelio que yo denomino: «el evangelio heterosexual».
El evangelio heterosexual es uno que anima a hombres y mujeres que tienen atracción hacia personas del mismo sexo a ir a Jesús a fin de que puedan ser hétero o que dice que, al ir a Jesús, les asegura que serán atraídos sexualmente al sexo opuesto. Las formas en que se predica este «evangelio» son mucho más sutiles de lo que yo había pensado. Normalmente suena como: «sé que luchas con ser gay. Te prometo que, si rindes tu vida a Jesús, Él te librará completamente de esos deseos porque te ama». O «conozco a un tipo que solía ser gay y ahora está casado. Jesús hará lo mismo por ti si confías en Él».
Cómo no usar mi historia
Las personas a menudo han usado mi historia para apuntar a otros hacia lo que ellos creen que debe ser el fruto inmediato de su arrepentimiento. Yo era una lesbiana que llegué a Jesús y finalmente terminé casada con un hombre, dando a luz a cuatro hijos. Según ellos, estoy viviendo feliz para siempre en un estado de dicha heterosexual.
Está claro que mi vida tal como es ahora puede tener sus bendiciones, pero ha estado lejos de ser dichosa. Y aun cuando Dios podría haberme llamado a un matrimonio en particular eso no significa que los haya llamado a todos en general. Mi matrimonio, con todas sus dificultades y bellezas, es glorioso para Dios porque es una imagen del Evangelio de Dios (Ef 5:32). No obstante, no es la gloria final; Cristo lo es. Eso es lo que hace tan problemático al «evangelio heterosexual». Tiende a poner más énfasis en el matrimonio como el objetivo de la vida cristiana que conocer a Jesús.
Cambiar un ídolo por otro
Cuando el Evangelio se presenta como «ven a Jesús para ser hétero» en lugar de «ven a Jesús para estar bien con Dios», no debería sorprendernos que las personas no vayan a Jesús en lo absoluto. Si Él no es el objetivo de su arrepentimiento, entonces no creerán que Él es el objetivo final de su fe. Sólo cambiarán un ídolo por otro y creerán que son cristianos por ello.
Lo que la comunidad gay necesita escuchar no es que Dios los hará hétero, sino que Cristo puede hacerlos suyos. En este tiempo, podrían nunca ser «hétero» (a falta de mejores palabras), pero sí pueden ser santos (1Co 1:30). Debemos recordarles a otros (y a nosotros mismos) que Cristo los está llamando en última instancia a sí mismo: a conocer a Cristo, a amar a Cristo, a servir a Cristo, a honrar a Cristo y a exaltar a Cristo para siempre. Cuando Él es el objetivo de su arrepentimiento y objeto de su fe, son reconciliados con Dios, el Padre, y se les da poder por el Espíritu Santo para negar todo pecado, ya sea sexual y de cualquier otro tipo.
Como mencioné anteriormente, no queremos personas que cambien ídolos meramente bajo la pretensión de caminar en la fe. Alguien que intenta buscar la heterosexualidad y no a Cristo está tan lejos de una relación correcta con Dios como alguien que busca activamente la homosexualidad. Han puesto su fe en una nueva «orientación» en lugar de conocer al Dios vivo.
Nueva creación, viejas tentaciones
¿Cómo el verdadero Evangelio cambia la tentación? El día después de que Jesús me salvó, me sentí como una nueva persona y como la misma persona todo al mismo tiempo. Todavía me atraían mucho las mujeres (y en muchas maneras, aún me atraen). Visitaba iglesias esperando ser animada. Esperaba que me recordaran el poder del Evangelio a la luz de mis tentaciones, pero en lugar de ello, escuchaba la mentira de que la «liberación» significaba que no debería esperar experimentar esas tentaciones en lo absoluto; que al ir a Cristo, debía ser liberada de sentirme como la vieja yo.
Pero gracias a Dios por la Escritura. En ellas, leí sobre Cristo y cómo Él fue tentado en todos los aspectos, pero sin pecar (Heb 4:15). Imagina el júbilo que experimenté cuando me di cuenta de que Dios también enfrentó tentación. Y cómo, si fuera el caso, debo juzgar mi posición ante Dios no por mis tentaciones, sino que, al contrario, por cómo respondo a mis tentaciones (1Jn 3:9).
Todos pecadores, gays o héteros
«El evangelio heterosexual» crea espacio para mucho desaliento para aquellos en Cristo a quienes les atraen personas del mismo sexo. Principalmente porque asume que ir a Cristo significa que serás hétero. Si la tentación de ser atraído a personas del mismo sexo está presente y es constante, la conclusión lógica sería que sigues siendo la misma persona: una persona que aún no conoce verdaderamente a Dios porque sigues siendo tentado por el pecado.
No obstante, al ver a Cristo, sabemos que eso está lejos de la verdad. Ya sea que estés casado o soltero, los cristianos que experimentan tentación hacia personas del mismo sexo no son menos cristianos por experimentarlo. En todo caso, podrían ser el tipo de personas con las que Jesús empatiza más profundamente. Son las personas a las que Cristo llamó a ir a su trono de gracia a pedir ayuda en su tiempo de necesidad; el que, para todos nosotros, es cada día (Heb 4:16).
Dios no ha venido principalmente a hacer que los hombres y las mujeres que son atraídos a personas del mismo sexo sean completamente hétero o que se casen. Cristo ha venido a reconciliarnos con Dios. Y al hacerlo, nos satisface en Él. Esa noticia es buena por una razón, puesto que le proclama al mundo que Jesús ha venido para que todos los pecadores, gays y héteros, puedan ser perdonados por sus pecados para amar a Dios y disfrutarlo por siempre.