Este artículo es parte de la serie Pasajes difíciles publicada originalmente en Crossway.
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1 Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan. Porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas. 2 Por tanto, el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han opuesto, recibirán condenación sobre sí mismos. 3 Porque los gobernantes no son motivo de temor para los de buena conducta, sino para el que hace el mal. ¿Deseas, pues, no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás elogios de ella, 4 pues es para ti un ministro de Dios para bien. Pero si haces lo malo, teme. Porque no en vano lleva la espada, pues es ministro de Dios, un vengador que castiga al que practica lo malo.
5 Por tanto, es necesario someterse, no solo por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. 6 Pues por esto también ustedes pagan impuestos, porque los gobernantes son servidores de Dios, dedicados precisamente a esto. 7 Paguen a todos lo que deban: al que impuesto, impuesto; al que tributo, tributo; al que temor, temor; al que honor, honor.
8 No deban a nadie nada, sino el amarse unos a otros. Porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley. 9 Porque esto: «No cometerás adulterio, no matarás, no hurtarás, no codiciarás», y cualquier otro mandamiento, en estas palabras se resume: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». 10 El amor no hace mal al prójimo. Por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley (Romanos 13:1-10).
El amor y la responsabilidad civil
El apóstol explícitamente reitera su temática del amor en los versículos 8-10. No obstante, por la manera en que comienza el capítulo 13, no hay razón para suponer que lo ha dejado. Tal como Romanos 12:9-21 detalla las prioridades del amor en las relaciones personales del cristiano, Romanos 13:1-7 trata del amor en el sentido de dar al César lo que es del César (Mt 22:21), que es en sí mismo una forma de amor tanto a Dios como a los demás (Mt 22:37, 39).
Parte de la integridad cristiana es la responsabilidad civil. Esto comienza con un sentido de obligación de honrar a las «autoridades gobernantes». Este sentido, a su vez, tiene una base teológica: la soberanía de Dios expresada en el establecimiento de la institución de los gobiernos humanos.
Pablo habla aquí en términos amplios. En general, «las autoridades» actúan legalmente y sostienen el orden social «ordenado por Dios». «El juicio» es la pena por el incumplimiento, porque Dios ha delegado el castigo a estas autoridades (cf. comentario sobre el 13:4).
Cuando las autoridades se exceden, los creyentes pueden necesitar «obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres» (Hch 5:29). Puede que necesiten decirle a un rey, cuyo mandato es blasfemo: «no serviremos a sus dioses ni adoraremos la estatua de oro que ha levantado» (Dn 3:18). Jesús desafió las ordenanzas extrabíblicas del sábado de su tiempo. El consejo de Pablo en Romanos 13 asume un gobierno que está actuando dentro de los parámetros designados por Dios. Cuando no es así, pueden ser necesarias otras medidas.
Esta declaración prueba ser verdadera en muchos órdenes sociales la mayor parte del tiempo y en gran parte del mundo. «Haz lo bueno y tendrás elogios (de la autoridad)» es en general un buen consejo. Los cristianos no deberían participar en actividades ilegales, sin importar cuán socialmente aceptables sean esas actividades.
Por otro lado, en entornos musulmanes el testimonio cristiano puede ser declarado ilegal. En la China comunista hay prohibiciones en contra de la adoración pública y de la instrucción cristiana de los propios hijos. Pablo no está previendo tales acontecimientos, sino asumiendo el marco general de la ley y el orden romano vigentes para su audiencia romana.
«Ministro de Dios para bien» reafirma que Dios gobierna este mundo en parte delegando el gobierno a siervos civiles. La membresía en el Reino de Dios no disuelve la responsabilidad de uno ante el César o (en el ámbito moderno) al orden constitucional del propio país, estado, condado, ciudad o pueblo. «Castiga» legitima el uso de la fuerza suficiente para frustrar los planes de los malhechores. También sugiere que la ira de Dios (Ro 1:18; 2:5, 8; 3:5; 4:15; 5:9; 9:22) se inflige no solo en la manifestación apocalíptica del último día, sino a lo largo del camino en forma de dolorosas consecuencias legales por los actos ilegales.
La tiranía gubernamental es un mal potencial, pero también lo es la anarquía. El «sometimiento» es reconocer la autoridad y el cumplimiento de la misma. El consejo de Pablo aquí no es aislado:
Recuérdales que estén sujetos a los gobernantes, a las autoridades; que sean obedientes, que estén preparados para toda buena obra (Tito 3:1).
Sométanse, por causa del Señor, a toda institución humana, ya sea al rey como autoridad […] (1 Pedro 2:13).
«Por causa de la conciencia» indica que el respeto al gobierno no debería ser mera conformidad externa, sino una expresión de convicción interna enraizada en nuestra relación con Dios.
Incluso algo tan mundano como el pago de impuestos es una expresión de obediencia y amor a Dios, ya que los impuestos son una manera práctica de financiar los gobiernos que Dios establece (Ro 13:1). Jesús pagó impuestos, aunque en una ocasión los medios para hacerlo fueron provistos de manera sobrenatural (Mt 17:24-27). Sin embargo, el hecho de que el Hijo de Dios sin pecado cumpliera las leyes tributarias confirma la posible sanción de Dios a las mismas (algunas pueden ser injustas o erróneas, y necesitan ser derogadas o reformadas; ese proceso también forma parte del gobierno).
El amor y los impuestos
«Servidores» es Romanos 13:6 no es diakonoi (el término griego más común para siervos), sino leitourgoi, una palabra que puede connotar mediación de lo sagrado. La recaudación y los recaudadores de impuestos en el mundo romano a menudo eran corruptos; la obra del amor de Dios incluso en un orden social injusto es reflejado en la prominencia de los recolectores de impuestos en los evangelios (mencionados cerca de dos docenas de veces). Ellos eran un foco especial en el ministerio de Jesús (Leví o Mateo era uno de los doce; Mt 10:3; Lc 5:27), aunque el Señor fue criticado por su asociación con ellos (Mt 9:11; 11:19).
Los «impuestos» e «ingresos» son obligaciones financieras. En el mundo romano, muchas autoridades civiles (cuyo poder estaba mezclado con la religión romana sancionada por el Estado) exigían «respeto» y «honor» como parte de su compensación. No mostrar honor podía involucrar castigo.
Pablo vuelve al tema del amor que comenzó en Romanos 12:9. «Deber» está relacionado con la palabra «deban» en Romanos 13:7, mostrando que el amor cristiano se expresa en la debida sumisión a la autoridad civil. El punto de Pablo es que los creyentes deben ver sus obligaciones sociales como obligaciones de amor y cumplirlas al llevarlas a cabo.
La expresión «ha cumplido la ley» confirma que la enseñanza anterior de Pablo sobre la ley, incluso en Romanos 10:4 («Cristo es el fin de la ley»), no señala el fin de la relevancia de la ley de Dios para el pensamiento y la conducta cristianos. Después de todo, es en la ley donde se formulan por primera vez los mandamientos de amor (a Dios, Dt 6:5; al prójimo, Lv 19:18).
Pablo enumera varias leyes del Decálogo para mostrar lo que tienen en común. Cumplirlas es, esencialmente, mostrar amor al prójimo. Esto no significa que las leyes contra el adulterio, el asesinato, el robo o la codicia ya no sean válidas o necesarias. Por un lado, ofrecen una luz permanente para la ley civil, en la que se codificaban con frecuencia en Occidente hasta hace poco tiempo. Más bien, estas leyes específicas («y cualquier otro mandamiento», correctamente interpretado, contenido dentro de la Escritura) instruyen a los creyentes a vivir con amor. La ley enseña qué tipo de respuestas de comportamiento Dios espera, y por su Espíritu faculta, cuando las personas se apropian de su gracia en el Evangelio.
La primera cláusula de este versículo también podría traducirse: «el amor no hace el mal al prójimo». Este es el amor ágape que Pablo ha tenido en mente desde el 12:9, no el afecto humano genérico. Fuera de la gracia transformadora de Dios y de la dirección moral expresada en la Escritura, el «amor» humano a menudo perjudica a los demás, ya que puede ser una expresión de egoísmo (como cuando un padre «ama» a su hijo dominándolo) o un medio de explotación (como cuando una pareja íntima comete fornicación o adulterio bajo el pretexto del «amor»).
No obstante, el amor divino derramado a través del mensaje del Evangelio (5:5) adopta una forma que refleja el carácter moral de Dios y la promoción de los demás, tal y como surgen en el curso de la revelación del Antiguo Testamento del Nuevo Testamento. Amar de esa manera, como Dios amó y ordenó, «es el cumplimiento de la ley». También es un indicador útil de lo que Pablo quiso decir cuando escribió anteriormente: «¿Anulamos entonces la ley por medio de la fe? ¡De ningún modo! Al contrario, confirmamos la ley» (Ro 3:31). La mantenemos en gran medida por nuestro amor generado por la gracia.
Este artículo fue escrito por Robert W. Yarbrough y es una adaptación del ESV Expository Commentary: Romans-Galatians (Volume 10) [Comentario expositivo de la versión ESV: Romanos-Gálatas (Volumen 10)] editado por Iain M. Duguid, James M. Hamilton Jr., y Jay Sklar.