En la vida hay muchas cosas que, siendo fáciles de hacer mal, son mucho más difíciles de hacer con excelencia. No necesité ser padre mucho tiempo para descubrir que, aunque no sería difícil criar hijos, hacerlo con excelencia sí sería sumamente difícil. En los seis años que han seguido al nacimiento de mi hijo mayor he buscado frecuentemente ayuda y consejo para ser un padre excelente. Desafortunadamente, mi esposa y yo hemos recibido poca instrucción en esta área. Gracias a Dios se han escrito muchos libros sobre este tópico, así que a menudo hemos consultado estos recursos en busca de la sabiduría e instrucción que sabemos que necesitamos.
Cómo pastorear el corazón de su hijo, de Tedd Tripp, llegó a nuestras manos cargado de recomendaciones. De hecho, no recuerdo otro libro sobre este tema que se nos haya recomendado con mayor frecuencia. Es un libro que aborda la comunicación con el corazón mismo de nuestro hijo. Observando que demasiados padres reaccionan sólo ante los síntomas del pecado que se encuentra en el fondo, Tripp intenta ayudarlos a observar en mayor profundidad para ver que todas las cosas que un niño dice y hace fluyen del corazón —porque, como dice Lucas 6:45, «de la abundancia del corazón habla la boca»—. Si un padre puede entender el corazón de un niño y pastorear dicho corazón, podrá atender más eficazmente sus necesidades más profundas. Y, a través de todo ello, Tripp busca mantener el evangelio en el centro de la vocación del padre y la respuesta del niño.
El libro se divide en dos partes. En la primera, Tripp pone el fundamento de la crianza bíblica. Muestra que el centro de la mala conducta es un corazón pecaminoso. Habla del desarrollo del niño, muestra que en su vida es moldeado por diversas influencias y que un padre necesita ayudarlo a orientarse hacia Dios. Habla de la autoridad e indica que, aunque nuestra cultura la rechaza, un padre debe imponerse basándose en la autoridad que Dios le da sobre el niño. El niño debe darse cuenta de que los padres no hablan basándose en una autoridad propia, sino una autoridad que proviene de Dios. También habla de objetivos, métodos, comunicación y disciplina.
Mientras que la primera parte del libro pone el fundamento, la segunda guía al padre en el proceso de pastorear a su hijo a través de tres etapas de desarrollo: la infancia, la niñez y la adolescencia. Para cada una de ellas, sugiere los objetivos de enseñanza y luego los procedimientos que un padre debería seguir para alcanzarlos.
Una sección que encontré particularmente interesante, quizás porque tengo hijos pequeños, fue la sección que habla del castigo. Tripp es partidario de usar la «vara» como realmente el único método bíblico de castigo para corregir a los niños pequeños —y, ciertamente, como el único método específicamente encargado por la Escritura con ese fin—. Expone circunstancias muy claras en las cuales los padres no deberían usarlo. Presenta este tipo de castigo corporal como algo muy premeditado y amoroso. Indica que los padres deben tener un control absoluto de sí mismos cuando lo aplican y no actuar llenos de ira. Los padres no castigan a sus hijos por ira, vergüenza o retribución, sino para enseñarles que desafiar a la autoridad trae consecuencias. Los niños deben saber que Dios exige obediencia a la autoridad y que hay consecuencias por desafiarla.
Recomendando este libro, Edward Welch escribe: «El material del Dr. Tripp sobre la crianza es el más claro, más encuadrado a la Biblia y de más ayuda que he encontrado. Se ha hecho la columna vertebral de mi propia crianza». Estoy completamente de acuerdo. A lo largo del libro, Tripp se concentra en la Escritura y el evangelio. Se concentra en la naturaleza humana y en la gracia de Dios para proveer una solución a las necesidades de nuestros hijos. No dudaría en recomendar este libro a cualquier padre, y especialmente, a los padres nuevos. Léanlo ahora, oren al respecto y permitan que Dios les dirija hacia la forma en que Él pastorea los corazones de sus hijos.