Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del pódcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
Buenos días y bienvenidos otra vez al pódcast. Hemos hablado recientemente sobre las tensiones dentro de un hogar cuando un cristiano está casado con un no cristiano. Esta dinámica puede suceder por varias razones, a veces intencionalmente. Un cristiano puede pecar y a sabiendas casarse con un no cristiano. Vimos esto en el episodio 1560. O dos no cristianos se casan y uno eventualmente se convierte. Vimos esto en el episodio 1029. O dos cristianos que profesan la fe se casan: uno persevera en la fe a través de los años o se convierte genuinamente y, el otro, a través del tiempo, se aleja. Hemos visto esta dinámica en los episodios 680, 1690 y en el 1839 hace solo un par de semanas.
No sé qué categoría corresponde hoy. Tenemos información limitada. Sin embargo, pastor John, a lo largo de los años hemos recibido un correo electrónico de una mujer llamada Rose. Sus correos electrónicos son siempre iguales. Siempre son breves. Siempre son una sola oración, la misma oración, es esta: «pastor John, ¿cómo oro para que mi esposo sea salvo?». ¿Qué le dirías a Rose?
Oh, cómo desearía poder ver dentro del afligido corazón de Rose e identificar dónde siente la mayor dificultad para orar por su esposo no creyente. ¿Quiere saber con cuánta frecuencia debe orar? ¿O quiere saber cómo evitar vanas repeticiones cuando has estado orando la misma oración durante años y años, cientos de veces, miles de veces? ¿Quiere saber cómo seguir orando después de décadas de no ver cambios evidentes? ¿O ha estado luchando con textos particulares y cómo aplicarlos? ¿Es, tal vez, por falta de deseo o por falta de esperanza o falta de amor en su propio corazón? ¿Es porque se está enfriando su confianza en Dios? ¿Es por cosas prácticas como: «oro en voz alta o en el armario o cuántas veces al día»? ¿Quiere saber, tal vez, si deshonra a su marido al orar por él en grupos? Una mujer me preguntó eso. ¿Quiere saber si debe orar por él en su presencia? «¿Puedo hacer eso? ¿Puedo orar por él frente a él?». ¿Quiere saber si debe orar para que otras personas se acerquen a él o si debe orar directamente por su alma? Oh, cómo desearía poder ver cuál es el punto de lo que está preguntando.
No obstante, tal vez es simplemente un lamento: «ayuda, lo que sea que digas, pastor John, puede ser de ánimo para mí o para ayudarme a seguir adelante». Entonces, no sé los detalles de su lucha, excepto que ha pasado mucho tiempo, evidentemente, debido a sus reiteradas solicitudes.
Soberanía que sustenta la esperanza
Y lo que me gusta hacer es sugerir una manera de orar por los seres queridos no creyentes que he encontrado esperanzador. Se basa —tengo que decir esto, es realmente crucial decirlo— en la convicción bíblica de que Dios es soberano y, siempre que lo decida, puede vencer toda resistencia y salvar al pecador más duro. No creo que los seres humanos tengan poder de veto final sobre la voluntad soberana de Dios.
Algunos pueden pensar que este tipo de absoluta soberanía sobre la voluntad humana, que creo que es profundamente bíblica, crearía una sensación de fatalismo, tal vez, o de desánimo de que Dios pueda no elegir salvar a nuestro ser querido al final. Sin embargo, visto de otra manera, este Dios soberano en realidad crea esperanza. Esto significa que Dios realmente puede salvar sin importar lo que el no creyente haga o haya hecho. Nada puede detenerlo.
Esto significa que no hay cantidad de tiempo transcurrido, no hay cantidad de pecado acumulado, no hay grado de dureza de corazón, no hay antagonismo irónico ni burla pública ni furiosa resistencia; nada puede impedir su salvación si Dios quiere quitar la dureza y salvar. Para mí, esa es la única esperanza que tenemos de que los no creyentes pueden ser salvados, porque todos están muertos en sus delitos y pecados, y muerto es muerto. No hay nada que yo pueda hacer. Si Dios no lo hace, la gente perece. Yo habría perecido.
Nuestro Padre generoso
Entonces, basándome en esta convicción sobre la soberanía de Dios que sostiene la esperanza, me encanta orar las promesas de Dios, especialmente las promesas de salvación del nuevo pacto. Sin embargo, antes de mencionar algunas de esas promesas, me resulta animante recordarme a mí mismo —debo hacer esto cada semana a partir de la Escritura— que Dios realmente se deleita en responder las oraciones de sus hijos. Necesito ver eso. Necesito que me recuerden eso en sus propias palabras. Él no es un Padre rencoroso.
Así que, por ejemplo, a menudo vuelvo a Mateo 7:9-11:
¿O qué hombre hay entre ustedes que si su hijo le pide pan, le dará una piedra, o si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?
O Lucas 12:32: «No temas, rebaño pequeño, porque el Padre de ustedes ha decidido darles el reino».
Seguramente, Jesús nos dijo estas cosas para animarnos a orar, para recordarnos que deberíamos pensar en Él de esta manera: un Padre generoso para con sus hijos. A Él le encanta vernos orar: un Pastor deseoso por bendecir, un Rey deseoso de dar a sus súbditos. Y luego, con ese recordatorio fresco del anhelo de Dios por escuchar nuestras oraciones y responderlas, me dirijo a las promesas del nuevo pacto.
Transformando promesas en oraciones
Ahora, recuerda que el nuevo pacto, según Ezequiel 36, es diferente del pacto mosaico porque no solo viene con las demandas desde afuera, viene con la capacitación de hacer los mandamientos desde adentro. Él dice: «Pondré dentro de ustedes mi espíritu y haré que anden en mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente mis ordenanzas» (Ez 36:27). «No solo voy a darles estatutos, voy a hacer que caminen en mis estatutos». Esa es la clave del nuevo pacto. Y Jesús dijo que este nuevo pacto fue asegurado por Él mismo, por su propia sangre. Él levantó la copa en la última cena: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes» (Lc 22:20). Él lo compró, y así está asegurado.
Entonces, aquí hay algunas de las preciosas promesas del nuevo pacto que convierto en oraciones para los amados no creyentes.
«Vuélvete su Dios»
Ezequiel 11:19-20 dice:
Yo les daré un solo corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. Y quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que anden en Mis estatutos, guarden Mis ordenanzas y los cumplan. Entonces serán mi pueblo y yo seré su Dios.
Entonces, ora así por tu esposo: «querido Padre, oro por mi precioso esposo, que tú, en tu gran misericordia, comprada por la sangre de Jesús, quites el corazón de piedra y le des un corazón tierno y blando hacia ti. Pon en él un nuevo espíritu. Dale una nueva disposición para amar tu Palabra y obedecerla. Vuélvete su Dios. Hazlo tu hijo».
«Circuncida su corazón»
Aquí hay otra promesa del nuevo pacto, está en Deuteronomio 30:6. Dios esperaba el día en el que un profeta como Moisés se levantará, es decir, Jesús, y promete esto para sus elegidos:
Además, el Señor tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.
Entonces, ora: «oh, Padre, ninguno de nosotros te ama primero y mueve tu corazón para amarnos. No podemos amarte a menos que tú, en tu gran, gratuito y misericordioso amor circuncides nuestro corazón. Debes cortar la vieja naturaleza de autoexaltación y autogobierno. Oh, Dios, te ruego, circuncida su corazón para que sea liberado de la resistencia a tu verdad, bondad y belleza. Haz que, oh Señor, te ame por causa de Cristo».
«Dale el arrepentimiento»
Piensa en la instrucción y la promesa de 2 Timoteo 2:24–26. Se aplica, creo, a todos los que en cualquier momento usamos la Palabra en oración para tratar de sacar a un incrédulo de las tinieblas. Dice esto:
El siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido. Debe reprender tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad, y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo, habiendo estado cautivos de él para hacer su voluntad.
Entonces, oramos: «Padre, aunque nadie merece ser salvado, nadie merece el regalo del arrepentimiento, nadie merece escapar del diablo; sin embargo, tú eres un Dios de misericordia. Sé esto porque yo escapé cuando estaba igual de ciega y atrapada en la muerte de corazón como mi esposo. Aquí estoy orando, amándote, confiando en ti: ¡gracia admirable en mi vida! Así que, eres un Dios de misericordia y, si tú quieres, puedes darle arrepentimiento, liberación, fe y vida. Sé que tienes misericordia de quien tienes misericordia. Sé que eres libre y completamente sabio y, como tu hija, te pido que, para la gloria de tu gracia, le des arrepentimiento a mi esposo».
No pierdas el ánimo
Y podríamos seguir, por supuesto, una y otra vez, de hecho, convirtiendo las promesas y las obras de Dios en oraciones.
Podríamos convertir Hechos 16:14 en esto: «Señor, abre su corazón como lo hiciste con el de Lidia». O podríamos convertir 2 Corintios 4:6 en esto: «Padre, resplandece en sus corazones la luz del Evangelio de la gloria de Dios en la faz de Cristo». O podríamos orar las palabras de Jesús en Lucas 18:27: «Señor Jesús, tú dijiste de la conversión del hombre rico: “Lo que es imposible para el hombre es posible para Dios”. Así que haz lo imposible, te lo ruego. Convierte a mi esposo».
Por lo tanto, Rose, estamos contigo en esta gran obra de luchar en oración por tu amado no creyente. No nos olvidemos de las palabras de Jesús en Lucas 18:1: «orar en todo tiempo, y no desfallecer».