A medida que las personas visitan nuestra iglesia, al ser la esposa del pastor, muchas me han preguntado, «¿estás a cargo del ministerio de mujeres?» o «¿lideras el estudio bíblico de mujeres?». Tengo más confianza en mi capacidad para responder, «¡no, de hecho yo no estoy a cargo!».
Ahora, estoy totalmente comprometida con el discipulado de mujeres y deseo enseñar la Palabra de Dios. Sin embargo, mi esposo y yo sentimos que la gran necesidad en esos primeros años de «volver a plantar» nuestra iglesia era que yo me enfocara en la transición de nuestra familia y en amar y servir a la iglesia sin tomar la responsabilidad de liderar un ministerio formal de mujeres.
Esto levanta una pregunta: ¿es necesario un ministerio formal de mujeres para ministrar eficazmente a las mujeres?
En nuestra situación, los ancianos de nuestra iglesia lideraron a la congregación a priorizar nuestra reunión dominical matutina por sobre otros eventos de programas. Es el domingo por la mañana que las mujeres, al igual que los hombres, participan en la adoración y en la oración comunitaria, y reciben la enseñanza de la Palabra de Dios.
Cuando hablamos sobre los programas de la iglesia, a menudo usamos los términos «enrejado y vid». ¿Estamos pasando tiempo y gastando en recursos para construir un enrejado (programas, eventos, comisiones, etc.) cuando en realidad no existe mucha vid para que la trepe? O ¿estamos comprometidos a cultivar el cuerpo con el objetivo de ver crecer el Evangelio y producir fruto? Queremos una vid que esté tan viva y floreciente que nos lleve a considerar sabiamente qué enrejado la soportará mejor. Al considerar «el ministerio de mujeres», esta mentalidad ha sido útil.
¿Programas o personas?
¿Deberían comenzar todas las iglesias un estudio bíblico para mujeres formalmente porque eso es lo que todas las «buenas» iglesias hacen? Por supuesto que no. ¿Algunas mujeres buscarán otro lugar porque aquí no tienen un retiro de mujeres? Tal vez. Sin embargo, si alguien está dispuesta a dejar una iglesia por su calendario de eventos poco denso, entonces es probable que nuestra iglesia no hubiese funcionado para ellas de todas maneras.
Esto es desafortunado, porque un sinnúmero de personas han comentado sobre la rica comunidad que está creciendo en nuestra iglesia y que está beneficiando la vida de muchos, especialmente la de las mujeres. Por lo tanto, ¿cómo podemos —y cómo puedes tú— hacer crecer este tipo de cultura de iglesia saludable sin un calendario lleno de eventos formales para mujeres?
Se me vienen un par de cosas a la mente.
1. La Biblia es suficiente
Hemos organizado un par de eventos en los últimos años, aunque hemos decidido no tener un ministerio formal de mujeres ni un estudio bíblico regular de mujeres ni un retiro. Y sin embargo, lo que menos hemos hecho es descuidar a nuestras mujeres. Te preguntarás, ¿cómo?
Por medio de la predicación y de la enseñanza de la Palabra de Dios.
Si creemos que Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2P 1:3) y que su Palabra es útil para enseñar, para animar, para reprender y para instruir en justicia (2Ti 3:16), entonces debemos confiar en que la Palabra de Dios es suficiente para enseñar y para hacer crecer a las mujeres. En otras palabras, la Palabra de Dios completa fue escrita para hombres y para mujeres, lo que significa que el sermón predicado cada semana es una palabra directa de gracia hablada a cada mujer de la congregación. ¡No cerremos nuestros oídos a las ricas verdades que Dios tiene para nosotras cada domingo!
Por medio de la disciplina.
Y lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres [y a mujeres] fieles que sean capaces de enseñar también a otros (2Ti 2:2).
Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta… Que enseñen lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes (Tit 2:3–4).
Como mujeres que aman y conocen la Palabra de Dios, somos llamadas a entregarla a otras mujeres. Tenemos el privilegio único de sentarnos frente a una hermana en Cristo y ayudarla a crecer en su caminar espiritual. Del mismo modo, debemos estar humildemente dispuestas a aprender de otros y a reconocer cuando necesitamos ser discipuladas. Las relaciones de discipulado tienen un impacto eterno mucho mayor que cualquier evento. ¿Cómo pueden juntarse esta semana a estudiar la Escritura, a orar juntas y a compartir las luchas y las alegrías mutuas?
Por medio de la hospitalidad.
Teniendo así un gran afecto por ustedes, nos hemos complacido en impartirles no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, pues llegaron a ser muy amados para nosotros (1Ts 2:8).
Una de las maneras más grandes en las cuales la iglesia ha visto a Dios hacer crecer a nuestras mujeres y a la iglesia como un todo, es por medio de la hospitalidad. A medida que las mujeres han abierto sus hogares y sus corazones las unas a las otras, hemos crecido en nuestra unidad como cuerpo. Estos aparentes pequeños momentos de la vida donde estamos juntas, en una cena o en el parque, nos han ayudado a honrar a Dios con nuestro diario vivir y nos han desafiado a ser mujeres que crecen en gracia.
2. Cree lo mejor sobre tu iglesia
Soy culpable de haberme preguntado en el pasado, «¿quién está pensando en mí? ¿Qué se está haciendo para satisfacer mis necesidades y las de otras mujeres a mi alrededor?». En lugar de caer en esa trampa, piensa en lo siguiente:
Toma en cuenta lo que ya se ha hecho.
Tus pastores están pensando muchísimo sobre el cuidado y el pastoreo de tu alma. Ellos desean ver mujeres florecer en Cristo. Alabado sea Dios por la obra que ellos están haciendo y ora para que el Señor bendiga a las mujeres de la iglesia a través de lo que se está haciendo.
En otras palabras, no creas el mito de que los programas deben ser «solo de mujeres» para que sean un ánimo para las mujeres. Si tu iglesia tiene servicios vespertinos los domingos o los miércoles o un estudio bíblico que abarca a toda la iglesia, te animo a que hagas prioridad asistir a esas reuniones comunitarias de la iglesia. Si anhelas más aplicaciones específicas a tu vida como mujer, te animo a que juntes, por iniciativa propia, a un par de mujeres para discutir el sermón o para orar un pasaje que hayan leído hace poco.
Ves una necesidad, satisfácela.
En lugar de insistir en cómo tú piensas que puede mejorar la iglesia, considera que tú podrías ser la respuesta a las oraciones de otra mujer por comunidad, por rendición de cuentas y por ánimo. Incluso en la iglesia más saludable, existe un mar infinito de necesidades.
Toma en consideración, por ejemplo, las diferentes etapas de la vida representadas en tu reunión. ¿Hay muchísimas mamás jóvenes? En nuestra iglesia, muchas madres jóvenes no podían asistir al estudio bíblico el miércoles por la noche, debido al horario de sus hijos para ir a la cama. Para cubrir esta necesidad, una mujer de la iglesia ofreció liderar un grupo durante el día para ellas (y ha sido de gran ánimo).
O, déjame contarte sobre la dulce Sarah de 78 años. Algunas de las ancianas de nuestra iglesia no podían llegar a nuestros servicios vespertinos o a los grupos comunitarios. Por esta razón, Sarah ofreció reunir a estas mujeres con el fin de discutir el sermón y orar. Qué santa más fiel que, a los 78 años, consideró maneras en las que ella podía liderar a otras mujeres a amar y a apreciar la Palabra de Dios.
Estos son otros ejemplos: mi propio deseo de conocer a las mujeres de nuestra iglesia y de facilitar las relaciones de discipulado entre ellas llevó a que se realizaran cenas comunitarias trimestrales a las que se inscribían mujeres para asistir a la cena en el hogar de otra hermana. Desde entonces, hemos visto hasta 10 mujeres reunidas para disfrutar de la comunidad y para discutir las preguntas enviadas a la anfitriona. Ha sido un tiempo hermoso para la comunidad intergeneracional.
Hay otros ejemplos de mujeres que han organizado brunches comunitarios, comenzado un club de lectura, planeado una fiesta de Navidad o visitado a miembros mayores de la iglesia.
¿Cómo Dios podría estar pidiéndote que inviertas en el bien espiritual de tus hermanas en Cristo?
3. Cree que Dios es fiel
Debemos creer que Dios es fiel para completar la buena obra que Él comenzó en nosotras (Fil 1:6).
Los eventos y los programas no son malos. Sin embargo, cuando dependemos de ellos para hacer todo el trabajo de discipulado y de construcción de relaciones, debemos esperar que finalmente fallen.
Al contrario, puesto que deseamos ver crecer el Evangelio en las vidas de las mujeres, debemos estar menos preocupadas de nuestro calendario de eventos y más preocupadas de que cada mujer en nuestra iglesia entienda que toda la Palabra de Dios es para ellas. Debemos estar preocupadas de que estén creyendo en la Palabra de Dios y que en respuesta estén invirtiendo profundamente en la vida de otras mujeres.
En la bondad de Dios, nuestra «vid» está creciendo y estamos considerando formas sabias para desarrollar ciertos enrejados con el fin de satisfacer las necesidades de mujeres de nuestra congregación. A medida que miramos hacia el pasado en los últimos dos años, nos regocijamos en la fidelidad de Dios que ha hecho crecer a las mujeres de nuestra congregación y las ha fortalecido.