Este artículo es parte de la serie Cinco mitos publicada en Crossway.
Mito nº. 1: el evangelismo es algo que hago solo
El llamado de llevar a cabo la Gran Comisión se siente pesado cuando nos vemos solos y esforzándonos para compartir la buena noticia. Cualquier cosa en la vida cristiana se siente pesada si imagino un camino difícil y caminando por él solo.
Las historias de amigos viajeros ayudan a iluminar el paisaje. Historias, por ejemplo, de aquellos que están alcanzando al cuerpo de Cristo afuera: quienes invitan vecinos al grupo de estudio bíblico de la iglesia y que ven a esos vecinos y a sus familias siendo gradualmente transformados por el Evangelio; aquellos que acogen estudiantes extranjeros en sus casas, los llevan regularmente a la iglesia y ven que algunos de ellos creen en Jesús; mujeres cuyos hermanos y hermanas en el cuerpo de Cristo han orado por años junto a ellas para que sus maridos lleguen a la fe. En estas historias están entretejidas la hospitalidad y las oraciones del pueblo de Dios: oraciones específicas para la salvación de aquellos que nombran juntos en la presencia de Dios.
Como pueblo redimido, damos testimonio de la buena noticia de que Jesús murió en la cruz, cargó nuestro pecado y resucitó de la tumba, venciendo la muerte. Creer esta buena noticia nos hace parte de un cuerpo que vive y se mueve junto para ver a Jesús. No hacemos esto de la evangelización solos.
Es mejor imaginar una calle llena de personas caminando juntas, así como imaginamos a los israelitas caminando hacia el templo de Jerusalén para las festividades: grupos enteros y familias, conversando, cantando y acogiendo a otros en el camino. Nosotros somos el pueblo de Dios. Todo esto es la obra de Dios. Por su Espíritu, Dios llama a las personas a sí mismo y les da nueva vida por medio de la fe en Cristo. Quienes creen pueden participar. Él nos usa. Él nos usa.
Mito nº. 2: no tenemos que hablar del Evangelio, sólo debemos vivirlo o al menos esperar y ganarnos el derecho a hablar
¿Deben nuestras vidas tocar personas y transformar la cultura primero antes de hablar? ¿Necesitamos hablar? ¿Cómo manejamos esta tensión entre el testimonio verbal y no verbal?
Como creyentes, podemos correr a la Palabra de Dios para abordar e incluso abrazar esta tensión. Y la Palabra nos dirá que la buena noticia de Dios es un mensaje que se debe proclamar y creer: «Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo» (Ro 10:17). Negamos la ayuda definitiva si ocultamos «[…] las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2Ti 3:15).
No obstante, la Palabra también nos dice que el Evangelio transforma vidas, empoderando a los hacedores y no solo a oidores, hacedores que, por ejemplo, cuidan de huérfanos y viudas en necesidad (Stg 1:22, 27). Si hemos recibido la ayuda definitiva, entonces la ofreceremos no sólo por medio de palabras, sino también por medio de vidas transformadas y en transformación.
Quizás debemos tomar con más reservas la visión de que es necesario construir una relación larga antes de ganarse el derecho de hablar la verdad del Evangelio. Sí, toma tiempo ministrar en misericordia y construir relaciones. Pero prefiero construir esa relación con alguien que me está escuchando contar las noticias de Jesús en el proceso (con sensibilidad y moderación, sí, pero con la confianza de que el Evangelio es la mejor y más urgente noticia en el universo). Si esperamos mucho para hablar, normalmente se hace más difícil, más incómodo y más como si hubiera un elefante en la sala.
Recuerdo a una mujer que cruzó el mundo a un país que en general no era amistoso con el cristianismo. En su (exitosa) entrevista de trabajo para un negocio local, ella les contó a sus potenciales empleadores sobre su fe cristiana, porque ella se imaginó que ser clara al principio sobre sus compromisos pavimentaría el camino para interacciones más fructíferas sobre el tema. Y ciertamente así lo fue. Otro amigo del otro lado de la ciudad había podido mostrar y explicar el Evangelio en los años de trabajo en unas clases de inglés como segunda lengua que se dictaban en la iglesia. Algunos de esos estudiantes ahora son hermanos y hermanas en el Señor.
En sus primeros años de matrimonio, una amiga no conocía al Señor, pero estaba inquieta y en búsqueda. Un hombre apareció para arreglar un aparato de la casa y le dijo que Jesús la amaba. Eso es todo lo que él dijo. No obstante, ella no podía sacarse esas palabras de la mente. Tomó una Biblia y la leyó, encontró una iglesia cercana en donde por la providencia de Dios se enseñaba la Biblia y, al final, tanto ella como su esposo llegaron a la fe en Cristo.
Lo sé: no siempre ni normalmente ocurre de esta forma. Aunque sí funcionó en ese caso. Espero que no subestimemos las palabras que pueden pronunciarse en un viaje en avión o taxi, con un vendedor o un garzón o en el proceso de construir una relación.
Mito nº. 3: el evangelismo requiere un entrenamiento especial
No me malinterpreten: el entrenamiento en evangelismo es extremadamente valioso. Podemos agudizar nuestra articulación del Evangelio, captar mejor el llamado de la Biblia para compartirlo, aprender maneras más efectivas para escuchar y hacer preguntas a personas, y así sucesivamente.
Sin embargo, no necesitamos esperar hasta que seamos una suerte de expertos entrenados. La mujer samaritana que se encontró con Jesús en el pozo llamó a personas de su propio pueblo para que fueran y vieran al hombre que ella había conocido recién (Jn 4:29). Ella estaba tan llena de alegría por haber conocido a Jesús y por haber encontrado al Mesías prometido que su alegría naturalmente se desbordó.
Si recientemente vimos una gran película, a menudo esa película se asomará en nuestra conversación; normalmente con mucho entusiasmo. Tiene que ser cierto que si nos estamos encontrando regularmente con el Dios del universo que nos habla por medio de su Palabra, entonces su Palabra probablemente se desbordará en nuestras conversaciones. ¿No sería extraño si no fuera así?
«¿Tu hija está viviendo una vida que te escandaliza, y tú simplemente no sabes cómo relacionarte con ella? Sabes, recién estuve leyendo esta maravillosa historia sobre cómo Jesús se relacionó con una mujer que Él conoció…».
Quizás el mejor entrenamiento continuo es la participación incondicional en la vida del cuerpo de la iglesia, en el estudio bíblico, en la oración, en el servicio; esos elementos básicos de la vida cristiana que nos pueden ayudar a crecer en madurez.
Mito nº. 4: es mejor no hablar sobre el infierno
Debió haber sido en segundo grado que le conté sobre Jesús a una de mis mejores amigas. Los detalles ya no son claros, pero lo que sí recuerdo es la experiencia de esta amiga preguntándome si yo pensaba que ella iría al infierno cuando muriera si no creía en Jesús. Recuerdo que le dije que le respondería al día siguiente y luego fui a casa y le pregunté a mis padres qué debía decir, y no puedo recordar qué ocurrió después de eso. Sí recuerdo haber sido su mejor amiga hasta que se cambió de casa, el verano después de segundo grado.
Es un dilema que no desaparece a medida que crecemos. En algunas formas, se torna cada vez más doloroso. Leemos y luchamos con la enseñanza de la Biblia sobre el juicio final de Jesús, «[…] en llama de fuego, dando castigo a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesús. Estos sufrirán el castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder» (2Ts 1:7-9).
Llega a ser tan doloroso que muchas personas en este tiempo escogen no creer en el infierno, particularmente como un lugar de tormento «[…] día y noche por los siglos de los siglos» (Ap 20:10). Incluso mientras tipeo estas palabras, quiero borrarlas. Es tentador no incluir este punto. Habría muchos otros puntos más positivos para incluir, con un límite de sólo cinco mitos.
Ojalá mis padres me hubieran dicho que fuera honesta sobre el infierno; creo que lo hicieron. La Biblia (de principio a fin) es dolorosamente honesta sobre la ira de Dios hacia el pecado. La ironía es que sólo al entender la ira justa de un Dios santo podemos aceptar la cruz, donde Jesús sufrió la ira en nuestro lugar, para cargar nuestro pecado.
Esto es algo de lo que hay que hablar. En una conversación reciente, una mujer me dijo que no quería tener nada que ver con un Dios que le pida a una persona que mate a su hijo, como Él le pidió a Abraham que lo hiciera. Le pregunté a esta mujer si ella había leído esa historia en la Biblia y si sabía cómo había terminado. Ella no la había leído y no sabía cómo terminaba. Y pude contarle sobre el carnero que Dios proveyó como sacrificio en ese monte.
Mito nº. 5: con el tiempo llegaré ahí
Si el tormento eterno del infierno no es un mito, sino que es verdad, entonces el mito de que con el tiempo llegaremos a la tarea del evangelismo no es sólo un autoengaño, sino que en el fondo es egoísmo. La pregunta es si es que la realidad eterna e invisible es o no es más real para mí que la comodidad visible y presente.
Lo fue para Jesús. Hace poco, mientras leía el evangelio de Juan, me di cuenta nuevamente de cuán a menudo Jesús habla sobre su Padre y de estar con su Padre, de una manera que muestra cuán real era para Él la realidad invisible de Dios y del cielo: está justo ahí. Esa mente enfocada en el cielo sólo intensificó su obra terrenal, día tras día, en todo el trayecto hacia la cruz. Que Dios nos ayude a poner nuestras mentes en las cosas reales de arriba; las cosas que, en un momento, explotarán y se harán visibles.
Y luego el evangelismo se habrá acabado. Piensen en ello. El Señor Dios llamará a cada persona que haya vivido, de todos los rincones del planeta y a quienes están en las tumbas de la tierra y el mar para que salgan y se presenten ante su trono. ¿Crees esto?
Es lunes por la mañana mientras escribo. Los correos electrónicos y las fechas límites están esperando. La familia está esperando. En medio de ello, le pido a Dios que me otorgue la gracia para vivir hoy con mis ojos abiertos y mi mente y corazón llenos de la Palabra que escuché ayer con mis hermanos y hermanas, y nuevamente esta mañana, mientras me preparo para el día. Que Él me tenga lista para hablar sobre la buena noticia, incluso mientras me enfoco en vivirla. Voy a fallar; voy a titubear con mis palabras, pero, por favor, Señor, úsame, úsanos a nosotros hoy.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
Kathleen Nielson