Algunas veces, mi iglesia se siente como un área de clasificación de riesgo clínico de un hospital.
A mi derecha, veo el dolor en los ojos de un visitante que se lamenta de la mancha que su iglesia antigua había dejado en el Evangelio. A mi izquierda, un par de nuestros miembros —que se habían ido de una gran iglesia después de los atroces fracasos morales de su pastor anterior— están orando por otra pareja que acaban de descubrir lo mismo. Me doy vuelta nuevamente para saludar a un par de caras nuevas y me doy cuenta de que ellos también están aquí porque ya no pueden asistir más a su iglesia previa; los líderes se han corrompido muchísimo. Uno de ellos compartió un par de pensamientos, pero le era difícil hablar. Otros dos parecían comunicar de manera no verbal que si verbalizaban un par de palabras, no podrían recomponerse de su dolor.
Desearía poder decir que no he visto esto antes. Sin embargo, nuestra congregación está plagada de estas historias. Una pareja comenzó a asistir a nuestra iglesia a fin de poder recuperarse de sus líderes abusivos y hambrientos de dinero que habían convencido al resto de la congregación de evitar a esta familia una vez que decidieron irse; perdieron amigos. Otra mujer se fue de su iglesia cuando descubrió que su iglesia anterior difundía el evangelio de la prosperidad. Su propia familia le dijo que al participar de nuestra iglesia se estaría uniendo a una secta. A otra persona, su iglesia le pidió que renunciara a su trabajo para que pudiera liderar la alabanza para ellos en una nueva plantación. Renunció a su trabajo y embaló sus cajas para mudarse. Luego la iglesia lo despidió; dijeron que era muy viejo.
Me atormenta que tantas iglesias con tantos recursos y fortalezas sigan el camino de Sansón: hacen lo que es bueno a sus propios ojos. En el proceso, dejan un montón de cristianos sangrando, una tremenda masacre (Jue 15:8). La recuperación para los creyentes genuinos que han sido dañados por iglesias fallidas es un proceso agotador.
Quizás tú has experimentado la pérdida de una iglesia que amas. Tal vez fue absorbida por una entidad de una iglesia más grande que la ha llevado por una dirección radicalmente diferente. Podría ser que el liderazgo como un todo haya fallado en maneras sustanciales y es difícil imaginar que la iglesia se recupere. Puede que los sistemas estructurales de gobierno impidan la destitución de líderes descarriados.
Sea lo que sea que haya ocurrido, ahora te encuentras en un lugar donde ya no reconoces a la iglesia a la que habías llamado hogar, y te sientes un poco perdido a medida que navegas en un torbellino de emociones. A continuación, te entrego seis piezas de guía bíblica para ayudarte a restablecer tu rumbo.
1. Si te vas, hazlo por las razones correctas
No quieres irte por despecho y tampoco quieres irte, simplemente, porque superar las dificultades es demasiado agotador. De hecho, he animado a algunos visitantes a volver a sus iglesias anteriores para resolver las cosas. Queremos recibir a los heridos y quebrantados, pero no queremos facilitarles las cosas a aquellos que abandonan buenas iglesias simplemente porque tuvieron un desacuerdo. Se necesita valentía, pero necesitas tener las conversaciones necesarias para hacer las paces con quien sea que te haya ofendido (Ro 12:16-18). No obstante, si el candelabro se ha apagado debido a una aparente falla doctrinal o moral, entonces irse podría ser la mejor manera de protegerte a ti mismo y a tu familia. Sólo asegúrate de que hayas hecho tu parte para mantener la unidad (Ef 4:2-3).
2. Irse de una iglesia puede ser lo correcto, pero dejar completamente la iglesia siempre es incorrecto
Aun cuando puede haber razones legítimas para irse apropiadamente de una iglesia en particular, nunca es apropiado dejar la iglesia local por completo. Dios ha puesto la iglesia local como el lugar para encontrar sanidad pese a que la herida fue causada por otra iglesia. Sí, hay iglesias no saludables, pero hay iglesias saludables también.
En Apocalipsis 2 al 3, vemos a Jesús amenazar y elogiar a las iglesias locales. Incluso mientras reprendía severamente a una iglesia como Sardis, que estaba prácticamente muerta, también elogió a las iglesias de Esmirna y Filadelfia. Algunas iglesias —como Pérgamo y Tiatira— tenían problemas, pero aún esperaban resolverlos. No toda iglesia es un candelabro apagado. Renunciar a una iglesia «organizada» es renunciar al Jesús que la organizó (Ef 4:11-16). No abandonemos lo que Jesús mismo ordena (Mt 18:17). Después de todo, la reunión de creyentes es donde encontrarás el aliento que necesitas —y eso es precisamente por qué tienes que ir (Heb 10:25)—. Encuentra un lugar donde los líderes sean dignos de recordar e imitar (Heb 13:7). Conozco a muchos.
3. Habla de esto, pero hazlo sabiamente
Algunos se sentirán tentados a cerrarse y a intentar reducir el dolor al nunca mencionar sus dificultades pasadas. Tal vez sienten que discutirlas con alguien en cualquier forma equivale a chismear o difamar.
Sin embargo, otros podrían ceder ante el encanto de «sacarse el peso que tienen encima» al sacar el tema en cada conversación. Estas personas ventilan sus quejas, pero a menudo de una manera que está avivada por la malicia, la venganza o la amargura.
Ninguna de las opciones es saludable. En lugar de eso, procesa el dolor con creyentes maduros que te escucharán y proveerán consejo sabio con palabras compasivas.
3. Reconoce que el dolor es un proceso
Aun si encuentras una iglesia amorosa centrada en el Evangelio, está bien tomarse un tiempo para involucrarte nuevamente. Venda tus heridas y permite que tu corazón se recupere. Incluso podría ser sabio involucrarse gradualmente. A veces, un periodo de sanidad y ajuste es la prescripción correcta para prepararse para servir de nuevo.
4. Sé paciente con aquellos que decidieron no irse
Algunos de tus amigos permanecerán en tu iglesia antigua. Es posible que les resulte difícil tu salida. Peor aún, podrían sentirse automáticamente juzgados sin importar cuán amablemente te hayas ido. Quizás ahora te ignoren o incluso te acusen de desobedecer a tus líderes.
Sé paciente con ellos. No tomes represalias. No necesitas convencer a nadie de ver tu punto de vista. De hecho, muchos simplemente no se convencerán, independientemente de lo que digas y, tristemente, de cualquier otra descalificación que se revele sobre sus pastores.
Jesús nos ayuda con esto. Él distinguió entre los imposibles de convencer y aquellos abiertos a la verdad (Mt 7:6; Mr 8:11-13). Algunos miembros de tu iglesia anterior simplemente podrían necesitar tiempo para aceptar tu salida. Otros perderán su amistad contigo. Como sea que respondan, no dejes que te atormente; ora pacientemente por ellos.
5. Crece en tu dolor y avanza
Prepárate para soportar la carga de emociones que vienen con la separación. Con el tiempo, descubrirás que el enojo puede surgir inesperadamente y tardar un tiempo en calmarse. Podrías sentirte abandonado cuando tus amigos no te contacten. Podrías sentir como si hubieras perdido a tu familia. Los creyentes sinceros en tu nueva iglesia serán comprensivos, pero probablemente no comprenderán tu situación completamente.
Todo esto es parte del proceso del dolor. Pero, como con la pérdida de los amados en el Señor, nos dolemos como quienes tienen esperanza. Dios aún está orquestando incluso las malas intenciones del hombre para producir buenos resultados para nosotros. Él las usa para conformarnos a Cristo, y no hay mayor bien. Cuando el tiempo sea apropiado, levántate de las cenizas en tu luto y súbete al carro del servicio una vez más.