Esta serie de 6 artículos busca mostrar en forma sencilla cuál es el rol de la actividad económica en la vida que vivimos delante de Dios. También pretende mostrar cómo debemos entenderla para hacer un buen uso de ella y evitar los abusos que se cometen en el mundo.
6. INVERSIÓN Y PROPIEDAD
La fortuna obtenida con fraude disminuye, pero el que la recoge con trabajo la aumenta. (Proverbios 13:11)
Todos nosotros, seamos ricos o pobres, tenemos una cantidad limitada de dinero para gastar. Un monto gastado en un lugar es un monto que no se puede gastar en otro. Distribuir los medios limitados que Dios nos ha dado requiere sabiduría, especialmente en una cultura que ama la satisfacción instantánea y gasta más de lo que puede.
El endeudamiento crónico es la triste realidad de muchas personas, y aunque parte de esto se debe a cosas que están más allá de nuestro control (como, por ejemplo, las emergencias médicas), la mayor parte de él es el resultado de nuestro deseo de tener todo en forma inmediata. Sin embargo, la petición regular de préstamos para poder gastar más de lo que ganamos crea toda clase de problemas. Podemos tenerlo ahora y pagarlo más tarde, pero la tasa de interés puede significar que pagaremos durante décadas algo que ahora mismo no está a nuestro alcance.
Por otro lado, el interés compuesto puede obrar en nuestro favor. Vivir con menos medios de los que tenemos e invertir la diferencia puede generar ahorros que podrían usarse para sostenernos cuando ya no trabajemos a tiempo completo, para extender la obra del reino, y para dejar una herencia a nuestros hijos. Como lo indica el texto citado, aun quienes tienen menos recursos pueden usualmente crecer más si distribuyen prudentemente esos recursos y toman decisiones sabias con el dinero que poseen.
Muchos pasajes de la Escritura nos advierten sobre la satisfacción inmediata y nos animan a invertir para el futuro. El hijo pródigo nos ofrece un excelente ejemplo de cómo la riqueza puede ser fácilmente despilfarrada (Lucas 15:11-32), y la parábola de los talentos nos ayuda a ver la importancia de poner sabiamente todos nuestros recursos (tiempo, dinero, etc.) a trabajar para nosotros (Mt 25:14-30). Es necio quien actúa precipitadamente con lo que posee y no tiene en cuenta el futuro (Pr 21:5), y los padres rectos se esfuerzan por dejar una herencia para sus hijos (13:22).
La sabia asignación e inversión de nuestros recursos nos ayuda a tomar parte en la posesión de bienes, que es la forma habitual en que la gente construye un capital. Tener propiedades o capital en una compañía confiable, aun si se trata de un monto pequeño, puede contribuir a generar una riqueza utilizable en diversas formas piadosas. Comprar productos de calidad duradera ahorra dinero en el largo plazo y es otra inversión sabia de nuestros recursos.
DE CARA A DIOS
José de Arimatea fue un hombre rico y un devoto discípulo de Jesús (Mt 27:57-61). No es inherentemente malo ser rico o incluso buscar incrementar nuestros medios —si recordamos que la riqueza es un medio para glorificar a Dios y no un fin en sí mismo—. Procura vivir gastando menos de lo que tus medios te permiten e invierte sabiamente tus recursos para que crezcan. Luego, toma estos recursos multiplicados, financia la obra del reino y construye una herencia para tus hijos.
Para continuar estudiando: Éx 35:4-29 • Pr 22:7; 28:20 • Lc 12:48b • 1 P 1:3-5