Como pastor, predico al menos dos veces cada semana y, a menudo, recibo retroalimentación de mis oyentes. Con los miles de palabras que salen de mi boca semana tras semana, podrías pensar que recibo algunas reseñas malas.
Sin embargo, en realidad es lo opuesto. Casi toda la retroalimentación es positiva. ¿Qué puedo concluir de esto? ¿Que soy un predicador bastante bueno, quizás uno excepcional?
Es maravilloso entretener el pensamiento, pero una pequeña reflexión sobria me dice que debo bajar la velocidad. Para empezar, la mayoría de los miembros de la iglesia no están escuchando para ofrecer críticas, sino para ser edificados. ¡Estoy agradecido de esto! Sin embargo, también, la mayoría de los miembros dudan en verbalizar sentimientos negativos sobre la predicación. Y si ellos tienen comentarios críticos, el pastor probablemente será el último en escucharlos. Finalmente, cualquiera que esté profundamente incómodo con la predicación del predicador normalmente se irá a otra iglesia en lugar de intentar cambiarla.
Todo esto levanta la pregunta: si el pastor no puede, y quizás no deba, depender de su propia congregación para proveer retroalimentación constructiva, ¿de dónde debe obtenerla?
Una manera que tengo de suplir esta necesidad es al «intercambiar sermones» con otro pastor en cuyas convicciones teológicas y conocimientos pastorales confío. Simplemente, nos enviamos mutuamente una grabación de un sermón reciente, así podemos escucharlo y darnos retroalimentación. Aunque mis ancianos pueden ser fuentes útiles de crítica, los pastores con quienes no tengo vínculos formales se sienten más libres para ser honestos conmigo.
Al «intercambiar sermones» con compañeros pastores, he descubierto cuatro beneficios.
1. Revela los puntos ciegos de mi predicación
Cuando otros pastores me dan retroalimentación sobre mi predicación, me alertan de áreas de debilidad que nunca habría notado. Por ejemplo, solía enorgullecerme de estar profundamente consciente de los escépticos y de los no cristianos en mi audiencia mientras predicaba. Luego, un pastor me hizo notar que parecía asumir que todos en la audiencia ya eran creyentes. Necesitaba su observación para ayudarme a ver lo que yo no podía.
2. Estimula y profundiza las relaciones
Hay mucha alegría que viene de tener comunión con nuestros amados rebaños, pero algunos aspectos del pastorado pueden ser solitarios. A menudo quedamos tan absortos en nuestras responsabilidades que pasamos por alto oportunidades para conectar con compañeros pastores fuera de nuestra iglesia. Escuchar la predicación de otros y obtener retroalimentación sobre la nuestra, abre puertas para llamadas telefónicas, para chats agradables e incluso para un tiempo de efusivas carcajadas. La retroalimentación del sermón es una manera excelente de disfrutar la comunión y la camaradería con otros pastores.
3. Nos alienta con la predicación de pastores menos conocidos
Solía escuchar sermones de predicadores bien conocidos casi de manera exclusiva. Quería aprender de sus habilidades comunicativas y de sus comentarios interesantes. Puede haber cierto valor en ello, pero escuchar sermones de amigos menos conocidos ha servido como un recordatorio poderoso. Su predicación es la fuerza impulsora detrás de construir la iglesia de Cristo semana tras semana, y gran parte de ella es genuinamente buena.
4. Levanta la vara de la excelencia para tu predicación
Podrías pensar que mientras más prediques, mejor predicas. Después de todo, hacer algo repetidamente (ya sea conducir un auto, preparar comidas o tocar la guitarra) a menudo aumenta tu competencia.
Sin embargo, esto no es necesariamente cierto. Tiene más que ver con que mientras más predicas, más solidificas tus hábitos de predicación, para bien o para mal. Entonces, aun cuando los buenos hábitos llevan a competencias más altas, competencias más altas nos pueden llevar a la autoconfianza y la autoconfianza nos puede llevar a la autocomplacencia.
Invitar la crítica y la retroalimentación de otros predicadores levanta la vara. Sirve como un recordatorio mutuo de que lo que estamos haciendo es de importancia eterna y, por lo tanto, merece nuestro mejor esfuerzo (2Ti 2:15).
Como todo ministerio cristiano, predicar es una tarea paradójica. Por un lado, vamos al púlpito sabiendo que ningún bien se podrá hacer lejos del poder de Dios. Por otro lado, vamos al púlpito habiendo hecho todo lo posible para prepararnos a nosotros mismos y a nuestro sermón. Pablo expresa esta paradoja en Colosenses 1:29: «Con este fin también trabajo, esforzándome según su poder que obra poderosamente en mí». El trabajo es nuestro; el poder es de Dios.
Abrirnos a una sugerencia constructiva de compañeros predicadores es una extensión importante de este «trabajo». No sólo subimos los estándares para nuestra predicación, sino que también cultivamos la rendición de cuentas para proclamar a Cristo con nuestra suma dedicación.
Para más recursos sobre recibir retroalimentación de tu sermón, ver:
- «Discipling and Developing Leaders Through a Sermon Application Team» [Cómo discipular y desarrollar líderes por medio de un equipo de aplicación del sermón], escrito por Mark Vroegop.
- «On Giving and Receiving Feedback on Preaching (Preachers Talk, Ep. 9)» [Sobre dar y recibir retroalimentación de la predicación] (Preachers Talk, Ep. 9)», por David Helm, K. Edward Copeland y Jeremy Meeks.