Cuando terminé de leer este breve pero emocionante libro, la primera frase que se me vino a la mente fue: «Lo esencial es invisible a los ojos»: esa famosa cita de El principito puede servir como resumen de La vida cruzcéntrica.
Este es un libro enfocado en cristianos, y lo relevante no es si el lector lleva años o no en la fe, pues transmite un mensaje que tiende a ser olvidado. Muchas veces, como cristianos, nos vemos sumidos en múltiples actividades eclesiásticas, y nos hallamos ocupados «por la obra». Y así, lo esencial, que es el evangelio, se vuelve invisible a nuestros ojos. Sin embargo, «[no] se debe permitir que cualquier asunto, tema o causa desplace al evangelio de su legítimo lugar en el mismo centro de nuestra vida».
En este librito de 7 capítulos breves, el autor lidia con 3 actitudes que pueden desviar nuestra atención de la cruz de Cristo: el legalismo, la culpabilidad y la contraposición entre lo que se siente y lo que es real. Cada tema es tratado con sencillez y estilo pastoral, pero no con superficialidad, lo cual se agradece mucho. Hacia el final del librito, el autor escribe 2 capítulos muy prácticos que nos ayudan a llevar una vida centrada en la cruz, donde se muestra lo beneficioso que es, por ejemplo, «memorizar el evangelio», especialmente para los tiempos de dificultad, pues «Dios quiere que pongamos sus promesas en nuestros corazones de modo que seamos capaces de sacarlas y recibir fortaleza de su verdad».
Aunque es un libro de lectura rápida y fluida, nos confronta agudamente con la centralidad que la cruz de Cristo debe tener en nuestras vidas y la razón por la cual «el evangelio no es sólo para los incrédulos [sino] también para los cristianos».