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Pastores, cuiden su doctrina
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Pastores, cuiden su doctrina

En tiempos de agitación social y protestas contra la injusticia, ¿serán «cuiden su doctrina» las palabras que los pastores realmente necesitan escuchar? Yo sostengo que sí lo son. A medida que la agitación avanza en el mundo, los pastores se sentirán presionados a evaluar su enseñanza por su aparente utilidad, de acuerdo con las necesidades del momento. Seremos tentados a evaluar nuestra doctrina, no sobre la base de su veracidad, sino de su utilidad. Incluso podríamos considerar que las doctrinas antiguas no son útiles, porque ya no parecen ser relevantes a las necesidades de nuestros oyentes. Sin embargo, ninguna crisis puede alterar la verdad de Dios ni sus mandamientos. Su Palabra no cambia ni se debilita según el tiempo o las circunstancias.

Ten cuidado de tu enseñanza

«Sana doctrina» simplemente significa «las enseñanzas de la Biblia»: la confluencia completa de la verdad que Dios reveló en la Escritura. La sana doctrina no incluye meramente las preciosas realidades sobre Dios, la creación, la redención del pecado y Cristo crucificado y resucitado, también incluye las exigencias de la Escritura al arrepentimiento, a la santidad personal y a las reglas que Cristo estableció para su iglesia. Por eso la sana doctrina es fundamental para la fidelidad. La ortodoxia y la ortopraxis nunca están en desacuerdo. «Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza. Persevera en estas cosas» —le ordenó Pablo a Timoteo— «porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan» (1Ti 4:16). La vida y la doctrina están tan estrechamente conectadas que, en realidad, no puedes observar la una sin la otra. No pueden ser separadas de manera segura.

Oponte a la falsa doctrina

Tu enseñanza también debe oponerse a las falsas doctrinas que actualmente atraen a tu rebaño. La falsa enseñanza no es solo falsedad; es rebelión contra el Dios que habló con verdad en su Palabra. El pecado siempre involucra, en el fondo, una desconfianza en la verdad de Dios. Los falsos maestros siempre atacarán y tergiversarán la verdadera doctrina. La falsa doctrina es el arma principal del enemigo y el principal soporte de todas las idolatrías ancestrales y modernas. La falsa enseñanza más peligrosa para la iglesia no es la que rechaza al cristianismo, sino la que lo afirma mientras busca restaurar la relevancia y la efectividad de su predicación. El liberalismo fue tras esta agenda a principios del siglo XX y el resultado fue devastador. Los cristianos liberales insistieron en que el cristianismo estaba perdiendo relevancia al seguir enfocándose en las antiguas doctrinas, incluso cuando los avances de la ciencia moderna y de la investigación histórica provocaron que fuera racionalmente imposible creer en la Biblia de manera literal. Los pastores y teólogos liberales buscaron «rescatar» el cristianismo, no al oponerse abiertamente a las declaraciones de la Biblia sobre la creación, los milagros y la regeneración, sino que al no mencionarlos o al sugerir que su real significado era espiritual en lugar de literal. Al final, la búsqueda de una doctrina relevante no rescató a la iglesia en el momento de crisis, solo la aumentó. Pastores, estén alerta y opónganse a la falsa doctrina firme y amorosamente.

Enseña todo el consejo de Dios

Tu enseñanza debe incluir aquellas doctrinas que eres tentado a omitir porque supones que enseñarlas no ayudará realmente a tu congregación. Sin embargo, permanecer en silencio respecto a asuntos de los cuales la Escritura sí habla es decir que no confiamos en la verdad de Dios para llevar a cabo sus propósitos. Rehusarse a decir lo que Dios dice es rebelión basada en la desconfianza. Al negarse hablar donde la Escritura habla, esencialmente estamos acusando al Espíritu Santo de revelar algo que daña en vez de algo que ayuda. Rufus Burleson les recordó a sus colegas pastores de la Iglesia bautista en Texas en 1949 que tener cuidado de la enseñanza no significaba predicar menos las doctrinas difíciles e impopulares de la Escritura que las otras: Hay ciertas partes de «la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos» a las que tememos demasiado poco que se les dé importancia. Entre ellas podemos mencionar la depravación total, la elección, la divinidad y la mediación constante del Espíritu Santo, la regeneración, la necesidad de una vida santa, el diseño del bautismo y el gobierno de la iglesia. La crisis actual exige que le prestemos especial atención, y que protejamos en vela, a estos importantes puntos doctrinales.

Dos razones podrían refrenar a algunos de afirmar la sana doctrina: en primer lugar, porque repelería de la iglesia a aquellos que sostienen puntos de vista liberales y erróneos de la doctrina, y de ese modo, los números, y a veces nuestros recursos, descenderían. Reconocemos que, al aferrarnos sin flexibilidad a «los puntos de referencia antiguos», los números disminuirán por un tiempo, pero se nos garantiza completamente que nuestra real fortaleza aumentará en gran manera. Al recibir hombres de todos los credos o sin credos en nuestras iglesias, el aumento podría ser rápido por un par de años, pero tal iglesia solo será como la calabacera de Jonás: el gusano del error se comerá su vitalidad, «como lo hace el cancro». En el día de la adversidad, se marchitará y morirá.

En segundo lugar, porque al afirmar nuestras doctrinas disminuirá nuestra popularidad, y eso nos expone a la persecución. Tememos que esto tenga más influencia, incluso sobre los bautistas, de lo que suponemos. No obstante, ¿podrían resucitar nuestros venerables padres o hablarnos desde «debajo del altar» (Ap 6:9) lo que sería su idioma? ¿Cuáles serían las palabras de los Valdenses, de un Roger Williams, de un Obadiah Holmes o un John Bunyan? ¿Acaso no deberíamos escucharlos exclamar: «Por estos principios sufrimos el exilio, los látigos, la hoguera, el calabozo, y ustedes los abandonan por un soplo de aplausos populares?».

Que tu respuesta sea: «no, nunca». Tus oyentes podrían no recibir bien algunas de las verdades de Dios. Eso no debe disuadirte. Predica todo lo que Dios ha hablado. No juzgues la efectividad de la Palabra de Dios; que ella te juzgue a ti. Dios requiere que los pastores prediquen su Palabra porque confiamos en Él en todo lo que Él ha hablado, no porque nosotros juzgamos que su Palabra es útil. Hermanos, cuiden su doctrina.
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.