«¡Algo me clava la espalda!», le grité a mi esposo. Como no se puso en pie para quitar el cuchillo, la aguja o lo que sea que estuviera clavando mi columna vertebral, le grité de nuevo: «¡ayúdame! ¡Me clava!».
Con los ojos abiertos, miró a las enfermeras. ¿Qué me pasa? ¿Debe hacer algo? Cuidadosas de evitar mi vista, ambas mujeres negaron con sus cabezas. Una se acercó, susurrando: «sólo está en trabajo de parto».
No hay nuevo dolor
La cantidad de dolores y molestias que acompañan el embarazo, el trabajo de parto y el parto mismo no es pequeña. Desde los síntomas usuales, como las náuseas y la fatiga, a las más sorpresivas (ninguna madre realmente espera comenzar a tener problemas dentales), hasta las contracciones que conmocionan al más valiente de los esposos, el parto nos confronta con la realidad de la rebelión de la humanidad y de la justa respuesta de Dios.
Les preguntamos a las mujeres: «¿cómo te sientes?» desde la semana uno hasta las cuarenta y más allá porque, cristianas o no, todos saben que tener bebés es difícil. Aún hoy, en la era de la teoría microbiana y el cuidado prenatal, los medicamentos, las cesáreas, madre e hijo por igual aún pueden perder sus vidas en cualquier trimestre. Si tuvieran que elegir, sospecho que muchas mamás optarían por la sala de emergencia en lugar de la sala de partos. El embarazo podría ser aterrador y el parto puede ser extremadamente doloroso.
Las mamás cristianas saben por qué: Génesis 3. El pecado entró al mundo y el Creador sin pecado del mundo respondió. Le dijo a Eva: «en gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos» (v. 16). Cuando nuestros padres buscaron vida lejos de Dios, el único a quien le debían la vida misma, Él justamente declaró que traer vida sería doloroso y, al final, inútil (v. 19).
Y aunque el efecto de la maldición sobre el parto hace su debut en Génesis, la Biblia abunda en alusiones a su intensidad. El apóstol Juan describe el «dolor» y la «angustia» que una madre siente mientras da a luz (Jn 16:21) y Pablo mismo usa el parto para transmitir su tormento por el crecimiento espiritual estancado de los gálatas (Gá 4:19). Como lo dice Miqueas 4:10: «retuércete y gime, hija de Sión, como mujer de parto».
Sin una epidural (y a veces incluso con una), «gemir y sufrir» es correcto. El pecado duele y una madre en espera clama como es debido; de hecho, toda la creación hace eco de su dolor (Ro 8:22). Las enfermeras dicen: «sólo está en trabajo de parto», porque así es como funciona el parto en un mundo caído.
Incluso así, hacemos bien en recordar que la maldición no es la única cosa que fluye a través del embarazo, el trabajo de parto y el parto mismo. Si miramos detenidamente no sólo en Génesis 3, sino en Génesis 2, veremos que la rebelión del ser humano no fue lo que habló más fuerte ni por más tiempo en el jardín; fue la gracia.
La gracia engendra miles de millones
¿Alguna vez has visto estimaciones de las tasas de natalidad de la historia humana? Retrocedamos a la fundación de Estados Unidos en 1776 y encontraremos trece colonias y menos de tres millones de colonizadores para habitarlas. Hasta la fecha, más de cien veces esa cantidad llama hogar a este país. Retrocedamos y consideremos el planeta entero. Antes de 1900, la tierra contenía menos de dos miles de millones de personas; hoy, más de ocho mil millones de personas. En el 2023 solamente, ciento treinta y cuatro millones de bebés sueltan sus primeros llantos en hospitales y casas alrededor del mundo. En una palabra, desde que Dios llamó a existencia a la creación, sólo podemos comenzar a imaginar el número de recién nacidos que han dado su primer respiro.
Sin embargo, con base en Génesis 2, ¿cuántos bebés debiera haber? Cuando Dios puso a Adán entre la exuberancia del Edén, Él lo invitó a comer de todo fruto menos de uno. El día que prueben de ese árbol, ese día, advirtió Dios, el hombre morirá (Gn 2:17). Las primeras personas de la creación serían las últimas personas de la creación, y Adán y Eva nunca más disfrutarían de la bendición de llenar la creación con más personas. Por lo tanto, basándonos únicamente en Génesis 2, ¿cuántos bebés debería haber? Cero. Ni uno solo.
Pero como la persona y el plan de Dios (no nuestro pecado ni rebelión) son la base más segura de la historia de la creación, ha nacido un número inimaginable de bebés. La Biblia tiene más de tres capítulos, la tierra más de dos personas, porque Dios, quien castiga justamente, también es un Dios que perdona abundantemente (Éx 34:6-7).
Cuando Adán y Eva pecaron, Dios no los fulminó en el acto. Al contrario, Él fue a buscarlos al lugar donde escaparon, les hizo preguntas y los escuchó (Gn 3:8-13). Él los expulsó de su presencia, maldijo sus trabajos y declaró que la muerte les esperaría (vv. 17-19). Pero por ahora, ese día podía esperar. Adán y Eva aún tienen vida que vivir y bebés que hacer debido a que el Dios de gracia aún tendría pecadores para sí.
Desde entonces, un número abrumador de personas han seguido a Adán y a Eva, un número al cual tú podrías estar contribuyendo. Pero ese número debe hacer más que sólo doler nuestras cabezas. Debe electrificar nuestros corazones con adoración. Tu embarazo, con todas sus dificultades, existe porque el Dios que formó todo, desde la nebulosa más grande hasta el más liviano recién nacido, no sólo es poderoso y justo, sino que también lleno de gracia.
Por qué vale la pena tener bebés
El hecho de que la vida humana siquiera exista (¡y aún más dentro de nuestros propios cuerpos!) debe asombrarnos. No obstante, ¿es suficiente para sustentar a las madres en espera? Cuando nuestros cuerpos se sientan molidos por los efectos físicos de la maldición, cuando nuestras mentes recuerden que la muerte nos llama tanto a nosotras como a nuestros bebés, ¿entonces, qué?
Génesis viene a nuestra ayuda una vez más. Si al principio, en los capítulos 2 al 3 se presenta a Dios como el negador de la muerte, también revelan que Él es el destructor de la muerte. En el mismo momento en que Dios maldijo a la creación, Él también prometió un medio para su restauración. Desde la descendencia de Adán y Eva (los hijos que el pecado podría haber frustrado, los bebés fueron posible sólo por gracia) vendría un Salvador (Gn 3:15).
La Biblia tiene más de tres capítulos y la tierra más de dos personas, en última instancia no porque Dios aún quería crear personas. No, Él quería salvar personas. Él había mostrado su gloria como Creador y mostraría su gloria como Redentor, como Padre. Su Hijo tomaría cuerpo humano, pisaría a Satanás, al pecado y a la muerte bajo sus pies y devolvería a los hijos de Dios a sus brazos.
Somos mujeres privilegiadas. Eva dio a luz hijos con su vista puesta en Aquel que vendría; nosotras damos a luz teniendo vista completa de la cruz manchada con sangre donde fue colgado. Su muerte hace que valga la pena concebir nueva vida, que valga la pena cargar con nueva vida, que valga la pena traer nueva vida. Para cualquier madre y cualquier hijo que crea en Él, aunque mueran, vivirán (Jn 11:25). La maldición podría dilatarse, pero está tan bien aplastada como en cualquier lugar en el cual Cristo esté.
Estrellas brillantes y expectantes
Madres en espera, ¿creen esto? Mientras más hagamos, más capaces seremos de gemir bajo el peso de la maldición sin quejarnos por ello. Nuestros bebés tienen una oportunidad de no sólo vivir, sino de resucitar. Y a medida que luchamos por llevarlos a salvo a través de este mundo caído, Dios promete usar nuestro dolor para ayudarnos a llegar a casa (Ro 8:28).
El Dios soberano del universo escogió tus síntomas y estableció tu fecha de parto antes de que la tierra tuviera un sólo amanecer, y lo hizo pensando en tu bien. Una contracción tras otra, Él te hará «conforme a la imagen de su Hijo» (Ro 8:29). Él será glorificado en ti y tú serás feliz en Él. Tus sufrimientos ayudarán a que así sea.
Esto significa: ¿fatiga del primer trimestre, trabajo de parto que te clava la columna vertebral, desgarros obstétricos de segundo grado? Bosteza, duerme siesta, llora, aprieta los dientes, haz muecas; pero hazlo todo «sin murmuraciones» (Fil 2:14). La gratitud, no las quejas, es adecuada para las mamás cristianas. Los tres trimestres del embarazo juntos, cada hora de trabajo de parto, cada semana posparto (por más llenos de temor, de incomodidad o de agonía que puedan estar), si tú estás en Cristo, la gracia corre por medio de ellas.
Recuerda esto, gime sin quejarte y luego «resplande[zcamos] como luminares en el mundo» (Fil 2:15), un mundo que sabe que tener bebés es difícil, pero que descuida adorar al Dios que hace que los bebés sean posibles y que valga la pena tenerlos.