Este artículo es parte de la serie Querido pastor publicada originalmente en Crossway.
¿Somos llamados a liderar o a seguir?
Como pastor de más de veinte años, yo (Rick) apenas puedo contar la cantidad de veces que fui invitado a algún tipo de reunión, capacitación, taller o convención de «liderazgo». Además, fui bombardeado con libros, programa de videos, retiros y expositores especiales para equipar a los «líderes» de mi congregación. Durante todo ese tiempo, no puedo recordar una sola capacitación —para mí o para mi congregación— que tuviera la intención de equiparnos para ser buenos seguidores.
El liderazgo es importante, pero la iglesia ha imitado a nuestra cultura en las últimas décadas al enfatizar demasiado el liderar y al descuidar el seguir. Desafiamos a la gente a liderar, los entrenamos y equipamos para liderar, los celebramos y los elogiamos por liderar (o los condenamos dependiendo del caso). El «seguirazgo», en contraste, es casi completamente ignorado. Hablamos de un llamado al liderazgo; casi nunca hablamos de una persona que está llamada a seguir. Tenemos muy poca o nula imaginación para los dones o habilidades que necesitamos para seguir. Usualmente, pensamos que seguir es simplemente el fracaso en liderar. Seguir es como ser una sombra: es nada, en lugar de algo; una ausencia, en lugar de una presencia.
Sin embargo, bíblicamente creemos que seguir es algo en sí mismo. Tiene su propio conjunto de habilidades y excelencias. Tiene sus propios desafíos y recompensas. Seguir es un fin en sí mismo. Especialmente para los cristianos, de hecho, seguir es más fundamental para nuestra vida espiritual que el liderazgo. Podemos entrar y salir del liderazgo, pero no hay un día en que no seamos seguidores. Somos discípulos de Cristo, un término que significa seguidores. No tenemos mayor aspiración que seguir al autor y consumador de nuestra fe.
Empezamos a hablar de escribir un libro sobre seguir, porque sentíamos este descuido. A medida que empezamos a estudiar sobre liderar y seguir en el Nuevo Testamento, nos sorprendimos de la cantidad de lenguaje que hay sobre seguir, modelar e imitar y, comparativamente, cuán rara era la aparición de términos sobre el liderazgo. Aún más sorprendente son las propias declaraciones de Jesús sobre sí mismo en el evangelio de Juan. En Juan 5:19, Jesús se describe a sí mismo como un seguidor que no hace nada por su propia cuenta, sino solo lo que ve hacer al Padre. En Juan 7:16 y Juan 8:26, descubrimos que su enseñanza no es suya, sino que viene de Aquel que lo envió. De igual manera, sus acciones no son hechas por su propia autoridad (Jn 8:28) y sus salidas y entradas son designadas por alguien más (Jn 8:42). Jesús dice claramente que no está dando órdenes, sino entregándolas en nombre del Padre (Jn 12:49), y que vive como quien obedece las órdenes (Jn 14:31). Él modela el amor, porque está siguiendo el ejemplo que ha visto del Padre (Jn 15:9). Él modela obediencia, porque es la clave de permanecer en el amor del Padre, tanto para Él como para sus discípulos (Jn 15:10). En cada punto de este mosaico de imágenes, Jesús está tomando el rol de un seguidor, en lugar de un líder. ¿Parece que el evangelio de Juan fue escrito para que podamos liderar como Jesús lideró o para que podamos seguir como Jesús siguió? Claramente, es lo segundo.
Aprendiendo a seguir
Seguir bien no es fácil. Requiere entrenamiento y disciplina. No es pasivo como la ósmosis. Seguir está integrado en nuestras vidas en todos los niveles, sin importar con quién estés, el día de la semana o la hora del día. Seguir bien requiere un esfuerzo intencional. Es asombroso lo poco que pensamos en esto, pero estamos llamados a reflejarlo a Él en el mundo. Si tu Dios es pequeño, Él te servirá a ti. Si es grande, tú le servirás a Él. Tener la perspectiva de Dios requiere que lo conozcamos a Él y a sus caminos. Es difícil seguir a quien no se conoce, y conocerlo implica un sano y nutritivo consumo de su Palabra. Si has leído la Palabra de Dios, pero no has sido inspirado para seguirlo más de cerca y amarlo a Él y a su pueblo más profundamente, entonces no la has leído bien.
El Espíritu de Dios no solo ilumina nuestra comprensión de su Palabra, sino que también nos da una práctica de laboratorio. Estas prácticas varían en dificultad y duración, pero todas requieren de confianza en Él, momento a momento, estación tras estación, que se expresa al seguir sus caminos. Si buscamos transformar nuestro mundo de una manera que agrade a Dios, debemos comenzar por dejarnos transformar en seguidores comprometidos. Nuestra vida diaria debe centrarse en confiar en la presencia y el poder del Espíritu para hacer la obra transformadora del Reino de Dios en nuestras vidas. Cada día de fiel confianza y seguimiento está conectado con el siguiente, enhebrados como perlas en un hilo.
Tal seguimiento comprometido y diario es la esencia de la vida cristiana, pero no es fácil. Seguir a diario estará lleno de desafíos, dificultades y decepciones. Hay una soledad que a menudo viaja con los seguidores comprometidos. Aunque otros se cansan, los seguidores comprometidos siguen adelante. Aunque nadie mira, los seguidores comprometidos siguen adelante. Aunque otros deambulan, los seguidores comprometidos siguen adelante. Aunque nadie elogie o aliente, los seguidores comprometidos siguen adelante.
Empoderados para seguir
Seguir de esta manera suena duro y difícil, pero es en medio de esto que Jesús se vuelve más real para nosotros. Dios es todopoderoso y tiene toda autoridad, pero a menudo experimentamos que su poder comienza solo cuando nuestro poder falla. El Dios al que servimos es un gran Dios. Él permanece en nosotros; estamos apegados a su vid. Obtenemos el alimento diario a través de la presencia del Espíritu Santo. Entonces, mientras caminamos por nuestros días que ya han sido escritos en el libro de Dios, antes de que se viva uno solo de ellos (Sal 139:16), lo hacemos con el Abogado, Fortalecedor, Fuente de ánimo de Dios, el Espíritu de Dios.
Como Aquel que nos fortalece y anima, Él nos enseña y nos recuerda que Dios toma la iniciativa:
- Nosotros amamos porque Él nos amó primero (1Jn 4:19).
- Nosotros perdonamos porque Él nos perdonó primero (Col 3:13).
- Nosotros consolamos con el consuelo que Él nos da (2Co 1:3-4).
- Nosotros servimos porque Él vino a servir (Mc 10:45; Mt 20:28).
- Nosotros damos con libertad porque hemos recibido gratuitamente (Mt 10:8).
- Nosotros extendemos misericordia porque Él es misericordioso con nosotros (Mt 18:33).
- Nosotros nos reconciliamos con otros porque Él nos reconcilió consigo mismo (2Co 5:18).
- Nosotros recibimos a otros porque Él nos recibió primero (Ro 15:7).
Esfuérzate en conocer al Dios de la Palabra a través de la Palabra de Dios. Diariamente busca alinearte con el Espíritu de Dios al permitir que la Palabra de Dios penetre en nuestros corazones para que realmente podamos seguir sus pasos. Adopta ritmos del alma que cultiven un corazón de seguidor. Revisa la lista anterior en un momento de silencio, soledad, oración y humildad, a través de la gracia de la confesión y la gracia de la acción de gracias. Y recuerda dar a otros lo que has recibido en abundancia al brindar amistad a un extraño con el fin de demostrar que Dios nunca une a dos personas para el beneficio de una, sino de tres: la otra persona, tú y Dios.
Y si el gozo de ser un conducto que simplemente da lo que ya ha recibido no fuera suficiente, recibimos recompensas. Nuestras almas son renovadas, nuestras familias y ministerios florecen, y podemos estar seguros de saber que nuestra obediencia al Maestro no solo es notada, sino grandemente apreciada. La más grande bendición que podremos disfrutar es escuchar las palabras del Dios todopoderoso dirigidas a nosotros, como fieles seguidores: «Bien hecho, siervo bueno y fiel». Únete a nosotros mientras somos seguidores juntos.
Richard Langer y Joanne J. Jung son los autores The Call to Follow: Hearing Jesus in a Culture Obsessed with Leadership [El llamado a seguir: oyendo a Jesús en una cultura obsesionada con el liderazgo].