Este artículo es parte de la serie Pasajes difíciles publicada originalmente en Crossway.
Lee el pasaje
4 Porque en el caso de los que fueron una vez iluminados, que probaron del don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 que gustaron la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6 pero después cayeron, es imposible renovarlos otra vez para arrepentimiento, puesto que de nuevo crucifican para sí mismos al Hijo de Dios y lo exponen a la ignominia pública (Hebreos 6:4-6).
La gravedad de la apostasía
«Imposible» llama nuestra atención, abriendo de manera abrupta una oración en griego que se extiende en tres versículos. El autor, entonces, crea suspenso al retener el detalle de lo que precisamente es «imposible» hasta la mitad del verso 6: es imposible, finalmente dice, «renovarlos otra vez para arrepentimiento» a aquellos que «cayeron». Sin embargo, antes de pronunciar su sobria sentencia sobre la traición espiritual de la que no hay retorno, el autor lista una serie de dones de la gracia de Dios que componen la gravedad de dicha apostasía. Él cambia de pronombres en primera y segunda persona de conversación interpersonal («nosotros» y «ustedes»; 5:11, 12; 6:1, 3) a pronombres descriptivos en tercera persona («los que», «sí mismos») porque no está acusando a sus oyentes de haber pasado el punto espiritual del que no hay retorno hacia la maldición y la condenación (6:8). Sin embargo, los privilegios que antes disfrutaban los apóstatas, la horrenda maldad de su caída de la confianza en el Hijo de Dios y su irremediable ruina no son irrelevantes para la audiencia original en su inmadurez ni para nadie que necesite estímulo para perseverar hasta el fin.
Hay cuatro participios griegos —«habiendo sido iluminados» (hapax phōtisthentas), «habiendo probado» (geusamenous), «habiendo llegado a ser» (genēthentas), y otra vez «habiendo gustado» (geusamenous)— que introducen los privilegios espirituales que disfrutan aquellos que son miembros de la iglesia visible. Ellos fueron «una vez… iluminados» (6:4) cuando oyeron la voz de Dios hablando las buenas nuevas (3:7; 4:2) de salvación a través de los apóstoles (2:3-4). En la obra de Justino Mártir y los padres de la iglesia, «iluminación» se volvió una metáfora para bautismo, pero ninguno de los usos de phōtizō en el Nuevo Testamento se refieren explícitamente al bautismo (Lc 11:36; Jn 1:9; 1Co 4:5; Ef 1:18; 2Ti 1:10; Ap 18:1; 21:23; 22:50). Más bien, aquellos que son «iluminados» parecen ser aquellos que han sido expuestos a la luz salvadora de Dios al escuchar la proclamación del Evangelio.
Las otras construcciones de participio se enfocan en los medios de gracia principales, la palabra apostólica y las obras milagrosas del Espíritu Santo que confirmaron el testimonio de los apóstoles. El emparejamiento la palabra apostólica y el testimonio de confirmación del Espíritu es repetido dos veces, primero en generalidades y después de manera más específica:
A) El haber probado el don celestial
B) El haberse vuelto compañeros/partícipes del Espíritu Santo
A’) El haber gustado la bondad de la Palabra de Dios
B’) y los poderes/milagros del siglo venidero
Aunque «el don celestial» puede referirse a la salvación completa que Dios otorga por gracia, la repetición de «probado» sugiere que el don que desciende del cielo es específicamente «la bondad de la palabra de Dios». En Hebreos 12:25, la voz de Dios hablando a Israel en la tierra (en el Sinaí) será contrastada con su dirección a la iglesia del nuevo pacto ahora desde el cielo. Entonces, la buena Palabra de Dios es un regalo que ahora viene del cielo a través de los mensajeros de Cristo.
El testimonio de confirmación «tanto por señales como por prodigios, y por diversos milagros y por dones repartidos del Espíritu Santo» (2:4) acompañó el testimonio de los apóstoles en palabras. La palabra dynameis (plural), traducida como «milagros» en el 2:4, reaparece aquí como «poderes», y en ambos textos estos «milagros/poderes» están conectados al Espíritu Santo (cf. Hch 2:17-19; 4:29-31; 10:38). La conexión del Espíritu Santo a los milagros sugiere que su actividad pública en la comunidad cristiana, no su obra secreta de regenerar corazones humanos, está a la vista. La construcción griega traducida «fueron hechos partícipes del Espíritu Santo» es literalmente «se han vuelto metochoi [compañeros] del Espíritu Santo». Los apóstatas se habían vuelto compañeros del Espíritu Santo, como los compañeros del Mesías en Hebreos 1:9 y 3:14, como miembros de la comunidad cristiana, en la que el Espíritu confirmaba el Evangelio a través de milagros. Tal vez ellos mismo realizaron dichas obras de poder a pesar de la alienación de sus corazones de Dios, como lo hizo Judas (Mt 10:1-8; cf. 7:21-23).
Rebelión deliberada
La versión «and then have fallen away» [«pero después cayeron» NBLA] de la traducción en inglés de la ESV traduce correctamente el participio final en la serie de participios que vimos en el comentario sobre el 6:4-5. Algunas versiones en inglés dicen «si se alejan», lo que permite la interpretación de que para las personas que han experimentado las bendiciones anteriores, una caída en la apostasía podría ser puramente hipotética, nunca real. Sin embargo, el peligro de la apostasía deliberada, de la cual no es posible arrepentirse, es real. Sigue siendo cierto que nadie a quien Cristo ha dado vida eterna puede ser arrebatado de su mano (Jn 10:29-30). Pero uno puede ser miembro de una congregación del nuevo pacto, escuchar la Palabra de Dios y ver la obra de su Espíritu, y, sin embargo, endurecer su corazón contra la voz de Dios, como lo hicieron algunos Israelitas (Heb 3:1-4:13; cf. Hch 8:13, 18-24; 2P 2:1; Jud 4).
Nuestro autor, como los pastores de hoy, no pretende mirar en los corazones de otros, sino que se dirige a sus oyentes en términos de su profesión y conducta observable, reconociendo que las apariencias pueden probar ser, al final, engañosas. Aunque el autor se dirige a la comunidad entera como creyentes, él insinúa su propia falta de omnisciencia: algunos pueden no ser creyentes verdaderos, incluso si por asociación parecen serlo (3:6, 14; 4:1-2; 6:11). La analogía de la tierra de cultivo en los versículos 7 y 8 ilustra la distinción entre las bendiciones experimentadas externamente y las respuestas internas del corazón.
La gravedad de tal resuelta rebelión, similar a la traición de Judas, explica por qué ubica al corazón del apóstata más allá de la posibilidad de arrepentimiento. Dios, quien soberanamente otorga arrepentimiento a los rebeldes (Hch 3:26; 11:18), no intervendrá (como podría hacerlo) para dar vuelta a aquellos que intencionalmente se han alejado. Tal apóstata se ha identificado con los que crucificaron al Hijo de Dios y lo trataron con desprecio (Heb 12:2-3; 13:13; cf. Mt 27:39-44). Aquí y en el 10:29 nuestro autor se refiere a Jesús como «el Hijo de Dios», recordándonos de su divina gloria anunciada en el prólogo (Heb 1:1-4). Su dignidad destaca la horrenda maldad de renunciar a la alianza con Él y ponerse del lado de sus enemigos.
Este artículo es una adaptación del libro ESV Expository Commentary: Hebrews–Revelation: Volume 12) [Comentario expositivo de la versión ESV: Hebreos-Apocalipsis (Volumen 12)] editado por Iain M. Duguid, James M. Hamilton Jr., y Jay Sklar.