La Navidad es una época del año que muchas familias —y en especial los niños— anhelan con gran expectación. Es sorprendente cómo esta fecha del año pareciera llegar cada vez más rápido. Las tiendas ya están adornadas con colores rojos y verdes, las personas caminan más agitadamente a medida que el calendario de diciembre avanza y una diversidad de paquetes de regalos llena la mayoría de las vitrinas comerciales con grandes ofertas para ofrecer el mejor regalo a los niños.
Tristemente, para muchas familias estas escenas resumen el significado de la Navidad. Sin embargo, podrían convertirse, de una manera asombrosa, en el momento ideal para mostrarles a sus hijos el regalo más grande que jamás ninguna vitrina ni catálogo comercial podrían ofrecer. Pero ¿dónde podremos encontrar entonces este regalo? Hace más de 2000 años, en una silenciosa noche, se dio una señal para encontrarlo:
Esto les servirá de señal: encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre
(Lucas 2:12).
¡Sí! ¡Es Jesús mismo! Aquel diminuto bebé, envuelto en pañales y acostado en un humilde pesebre, es el maravilloso regalo que Dios mismo puso en un pequeño pueblo para darlo al mundo y traerle el mayor gozo que ningún otro regalo, de ninguna revista, aviso o tienda comercial podrá ofrecer, y que ningún hombre o mujer tiene los medios para comprar.
En los cinco días que vienen, hagan un alto como familia para buscar esta señal y encontrar este asombroso regalo que les traerá —a ustedes y a sus hijos— la Navidad más profunda y gozosa que en ningún otro lado hallarán.
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