En nuestra iglesia, la memorización de la Escritura es una de las maneras que hemos descubierto para que la Palabra de Cristo «habite en abundancia en nosotros». A menudo, se ve como una disciplina personal para la edificación propia, pero hemos encontrado una forma simple de hacer que sea actividad colectiva. ¡Déjenme presentarles nuestras reuniones de memorización de la Escritura!
Así es cómo funciona: una vez por trimestre tenemos una reunión que dura alrededor de 30 a 45 minutos el domingo en la tarde antes de nuestro servicio de la noche. Mucho antes de cada una de estas reuniones, decidimos el libro de la Biblia (o sección de un libro) que será el centro de esa reunión. Luego, varias personas de la iglesia se comprometen a intentar memorizar algunos versículos de ese libro o sección. Cada una tiene la libertad de elegir un versículo o pasaje en el que puedan tener un interés particular y también pueden escoger su extensión. Así, algunos sólo aprenden un versículo, mientras que otros se comprometen a memorizar un capítulo o dos. Entonces, cuando nos juntamos en nuestra reunión, todos nos turnamos para recitar el pasaje que memorizamos. En ocasiones, hay personas que se equivocan, pero somos una audiencia muy perdonadora. Después, compartimos algunas de las cosas que nos impactaron de lo que nosotros (u otros) recitamos. Para concluir, pasamos tiempo orando sobre lo que escuchamos de Dios y damos gracias por cómo Él nos habló. No hay que ser genios para hacerlo.
Existe un par de otras cosas que vale la pena saber sobre cómo hacemos esto. En primer lugar, invitamos a toda la iglesia a venir a estas reuniones. Todos son bienvenidos a asistir y a escuchar incluso si no han memorizado nada. Así, hay veces en que algunos deciden asistir y encuentran ánimo al escuchar a otros recitar lo que memorizaron. En segundo lugar, a menudo (aunque no siempre) escogemos un libro de la Biblia que está dentro del programa de predicaciones de nuestra iglesia. De esta manera, aquellos que memorizan pasajes se adelantan en captar esa parte de la Biblia y crean un apetito por los sermones que vienen más adelante. Asimismo, este enfoque abre la posibilidad para que algunos reciten en el servicio dominical las porciones de la Biblia que han aprendido en el momento de la lectura bíblica y predicación de ese pasaje. Como un resultado, de vez en cuando, se ha recitado el pasaje bíblico en vez de ser leído (y es sorprendente cómo muchas veces escuchar a alguien recitar el pasaje es completamente diferente a escuchar a alguien leerlo).
No es demasiado complicado hacer que esto suceda (en nuestra iglesia las reuniones son organizadas por una miembro de la congregación que tiene un interés particular en este ministerio. Ella coordina las personas y los pasajes que se memorizarán y además lidera las reuniones), pero definitivamente influye más de lo esperado en términos de impacto.
Sin fallar, aquellos que memorizan la Escritura testifican sobre el importante beneficio espiritual que es aprender pasajes bíblicos (en particular, el beneficio que mana al tener que reducir la velocidad del proceso de meditación en el texto lo suficiente como para aprenderlo de memoria). Aquellos que escuchan a otros recitar (en las reuniones o en el servicio de la iglesia) también testifican la forma en la que ellos escuchan los pasajes de una manera fresca simplemente debido a que la modalidad de entrega del pasaje es diferente.
También he notado que esas reuniones llaman a personas que quizás tienen un estilo de aprendizaje que no es bien atendido por los métodos más tradicionales de aprender la Escritura. Me encanta. Dios hace una buena obra entre nosotros por medio de estas reuniones y la memorización que las personas hacen para prepararse para ellas. Sobre todo, es solo otra forma en que las personas pueden absorber la verdad de Dios y en que la familia de la iglesia puede reunirse para escuchar su voz. Lo recomiendo.
«En mi corazón he atesorado Tu palabra, para no pecar contra Ti» (Salmo 119:11).