Esta serie de 6 artículos busca mostrar en forma sencilla cuál es el rol de la actividad económica en la vida que vivimos delante de Dios. También pretende mostrar cómo debemos entenderla para hacer un buen uso de ella y evitar los abusos que se cometen en el mundo.
1. EL CUIDADO DE NUESTRA CASA
El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cultivara y lo cuidara. (Génesis 2:15)
La sabia distribución que hizo José de los excedentes de grano durante los siete años de abundancia de Egipto permitió que mucha gente sobreviviera a los siete años de severa hambre que vinieron a continuación (Gn 41:46-49, 53-57). Su obediencia al mandato bíblico de administrar los recursos es uno de los mejores ejemplos que tenemos en la Escritura de la forma adecuada de poner en práctica la administración piadosa. Dedicaremos ahora seis artículos a la economía y la administración bíblica usando la serie del Dr. R.C. Sproul To Whom Much Is Given [Al que mucho se le ha dado; Lc 12:48] con el fin de aprender a ser fieles con los dones que el Señor nos ha dado.
En épocas de elecciones, los temas económicos ocupan el centro del escenario —y con justa razón—. Después de todo, los gobiernos y los individuos enfrentan un sinnúmero de decisiones que involucran gastos y tienen que determinar cuál es la mejor manera de usar sus fondos. Aunque es correcto pensar en dinero cada vez que pensamos en la economía, en realidad la ciencia de la economía involucra la administración de todos nuestros recursos. Por ejemplo, incluso el aborto podría considerarse una cuestión económica. La economía bíblica aborda el recurso de los niños no nacidos usando un enfoque diferente al secular.
La palabra economía es en realidad una transliteración del término griego oikonomia, que significa «ley de la casa». En el mundo antiguo, los asuntos del hogar (la ley de la casa) eran llevados por un mayordomo. Éste no era el propietario de la casa, sino que se le confiaba el cuidado de ella. Como la Escritura nos dice en el pasaje de hoy y en muchos otros lugares, la humanidad es el mayordomo/administrador que Dios ha puesto a cargo de la creación. Al final, no somos dueños de nada. El Señor es el dueño de todo, y aun del «ganado de mil colinas» (Sal 50:10), pero Él nos pone a nosotros sobre su mundo para que lo administremos con sabiduría.
Después de crear la tierra, Dios puso a Adán y Eva en el Edén para que «lo cultivaran y lo cuidaran» (Gn 2:15). Debían usar el huerto para satisfacer sus necesidades, pero no de manera imprudente ni destructiva. De hecho, al darles la tarea de «cuidar» el Edén, nuestro Creador en realidad les dijo que administraran el huerto de una forma que proveyera para sí mismos, protegiera y preservara sus recursos, e incrementara su productividad para las futuras generaciones (Lv 19:23-25; Pr 13:22; 1 Co 9:7). Así también nosotros debemos obedecer este fundamental principio de la administración bíblica.
DE CARA A DIOS
La administración bíblica es más que simplemente elegir en qué gastar el dinero. Los siervos de Dios piensan a largo plazo, procurando dejar a su descendencia una herencia y contribuir al avance del reino de Dios aun después de haber partido (Pr 13:22). Una adecuada distribución del tiempo en el presente debe hacerse también con el futuro en vista. Invertir tiempo en tus hijos y en la iglesia hoy puede cosechar recompensas en los años que vienen. ¿Piensas a largo plazo al usar tu tiempo y tu dinero?
Para continuar estudiando: Pr 20:21 • Mt 24:45-51 • 1 Co 4:2 • 1 P 4:10-11
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