¿Qué le dirías a un líder de la iglesia que está experimentando una grave crisis de fe?
«No tiene que ver principalmente con creer en Dios», Joel me explicó. «Sé que Él aún existe de cierta manera abstracta. Aún oro y leo mi Biblia, pero la relación vertical se siente menos real que antes. Lo que se siente real es el caos horizontal. Cómo las personas de la iglesia se tratan las unas a las otras; ¡cómo nos han tratado a nosotros! Nunca pensé que el ministerio podría verse tan feo. Me ha hecho cuestionar cosas que nunca pensé que cuestionaría. Estoy enfrentando dudas que nunca pensé enfrentar».
Quizás conoces a un líder de iglesia como Joel. Tal vez tú seas ese líder de la iglesia. Te sientes falso; avergonzado. Fingir se siente demasiado difícil. Se supone que tú eres quien tiene las respuestas. No obstante, tienes preguntas (grandes preguntas) y también dudas (dudas cada vez mayores). Dudas que generan más dudas.
Sabes que Santiago 1:6-8 llama al que duda de «doble ánimo» e «inestable». Por tanto, te miras al espejo y dices: «¿qué se supone que debo hacer?». Un laberinto mental sin salida formado entre tus orejas. Renunciar es concederle terreno a tus dudas, así como confundir y herir a personas que amas (quizás incluso provocando que tropiecen en su fe), pero continuar como pastor parece inútil y miserable (tal vez incluso imposible con tu conciencia gritándote: «¡hipócrita!»).
¿Qué le dirías a Joel? ¿Qué harías si tú fueras un Joel?
Esto es lo que yo diría: cuando dudes, recuerda.
Eres amado
Cuando las dudas te visiten o incluso ocupen tu mente para permanecer ahí por mucho tiempo, recuerda: en Cristo, eres amado por Dios.
Es tentador pasar por alto este punto. Lo entiendo. Hablar del amor de Dios puede sentirse demasiado genérico. No te distraigas. Hay más que decir y mucho más que necesitas escuchar. No obstante, necesitas más que mis palabras. Necesitas las palabras de Dios:
Clemente y compasivo es el Señor,
Lento para la ira y grande en misericordia (Salmo 145:8).
¿Puedo sugerir que lo leas nuevamente? Pero esta vez más lento. No como una doxología conocida, sino como si estuviera escrito para ti; para este mismo momento.
¿Te preguntas qué siente Dios por ti ahora? Podría no ser lo que tú piensas. Cuando Dios te ve en Cristo, Él actúa con gracia y misericordia. Él no pone los ojos blancos porque estás confundido. Su amor por ti es firme y abundante. Sí, tú: el pastor que está luchando. Dios tiene un afecto inextinguible, implacable e imperturbable por ti.
¿Recuerdas cuando Tomás expresó sus dudas respecto a la resurrección de Cristo (Jn 20:24-29)? Él esperó ocho días, pero luego Jesús no lo ignoró para vengarse. No, Jesús se le apareció a Tomás y se acercó a él. Se comprometió con él, le habló a sus dudas y lo hizo avanzar y crecer. Jesús fue compasivo y misericordioso, abundante en amor.
Cristo ya ha satisfecho la ira de Dios por las maneras en que nuestra fe queda corta. Él se acerca a nosotros y nos encuentra. Dios está tan determinado a que conocemos su corazón, Él repite la esencia del Salmo 145:8 una y otra vez a lo largo del Antiguo Testamento.
¿Por qué esto es importante? Podrías dudar de Dios, pero su corazón hacia ti en Cristo nunca es inconstante. Su amor es firme. Esto quiere decir que incluso cuando nuestro amor pierde fuerza, su amor permanece firme y, a su vez, reanima nuestro afecto por Él. Lo amamos porque Él nos amó primero.
No estás solo
Sólo una persona anduvo en la tierra con una fe perfecta en las promesas de Dios. Fue el Dios-Hombre, Jesús. El resto de nosotros vive en casas donde las dudas golpean la puerta. A veces fuerte y con frecuencia.
Lo entiendo. He albergado dudas sobre si a Dios realmente le importa o si mis oraciones son realmente relevantes. Más que un par de veces, he necesitado clamar con palabras del padre desesperado que le dijo a Jesús: «Creo; ayúdame en mi incredulidad» (Mr 9:24). Este es un camino que los líderes a veces recorren como si navegaran por el ministerio en un mundo de fe sin vista.
No intento suavizar tus dudas ni convencerte de que son triviales. Sólo señalo que algunos líderes cristianos han tenido estadías sombrías en el castillo de la duda. Pero muchos de esos mismos pastores testificarán que, aun cuando tropezaban solos y aturdidos por esos pasillos oscuros, Dios fue fiel. En Cristo, el castillo de la duda no es tu residencia permanente.
Satanás es real
¿Recuerdas a Satanás? Bueno, él es real. Y tú estás sirviendo en una iglesia situada en su territorio. ¿Crees que es ambivalente respecto a lo que estás haciendo? ¡Ni por un segundo! La Escritura lo llama el «adversario» que «anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar» (1P 5:8). Su alimento de preferencia son los líderes de la iglesia; su plato favorito es tu fe. Satanás ama devorar nuestra conciencia de la existencia de Dios y nuestra expectativa de que «Él recompensa a los que lo buscan» (Heb 11:6). Al atacar la fe, Satanás incuba duda dentro del alma.
Es por una buena razón que Pablo nos llama a «[revestirnos] con toda la armadura de Dios para que [podamos] estar firmes contra las insidias del diablo» (Ef 6:11). Puesto que en esa armadura encontramos una defensa esencial: «el escudo de la fe con el que podrán apagar todos los dardos encendidos del maligno» (Ef 6:16). Satanás tiene una aljaba llena de dardos, con cada punta astutamente diseñada. Él consistentemente lanza dos dardos de duda directamente al alma del pastor: «Dios es falso» y «tú también lo eres».
«Dios es falso»
La primera aparición de Satanás revela mucho de sus tácticas continuas. Sus primeras palabras registradas son: «¿Conque Dios les ha dicho […]?» (Gn 3:1). En resumen, los planes de Satanás son subestimar la verdad de la Palabra de Dios y la bondad de las intenciones de Dios. Cuando Satanás arroja este dardo de duda hacia ti, la defensa que Dios provee es el escudo de la fe.
El mejor antídoto para las dudas sobre Dios es acercarse a Dios. Esto incluye volver a familiarizarse con las realidades de cómo Dios se retrata a sí mismo en la Escritura. «[…] Es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que recompensa a los que lo buscan» (Heb 11:6). ¿Tienes hambre de acercarte a Dios? Él te invita a hacerlo al recordar no sólo que Él es real, sino que también que Él es quien recompensa a aquellos que lo buscan.
Si temes a las alturas, no te subes a una escalera mirando hacia abajo o mirando hacia adentro. Miras hacia arriba. Cuando tu foco está arriba, dejas las dudas de abajo atrás. Ganas confianza y avanzas. Así que, levanta el escudo de la fe. Mira hacia arriba.
«Tú eres falso»
Satanás quiere minar tu confianza de tu lugar frente a Dios. Él sabe que tu condenación significa tu silencio. El Evangelio no resuena en líderes que se preguntan si ellos mismos lo creen.
No permitas que Satanás te mienta. Al contrario, escucha la sabiduría del abuelo de Spurgeon:
Una vez, cuando el tentador me había atacado gravemente, fui a ver a mi querido viejo abuelo. Le conté sobre mi terrible experiencia y luego continué diciendo: «abuelo, estoy seguro de que no puedo ser un hijo de Dios o de otra manera nunca tendría pensamientos tan malvados como estos».
«Tonterías, Charles», respondió el buen viejo hombre. «Es sólo porque eres cristiano que eres tentado. Estas blasfemias no son hijos tuyos; son mocosos del diablo, quien se deleita en dejarlos en la puerta de un cristiano. No los hagas tuyos; no les des ni una habitación en tu casa ni una en tu corazón» (Autobiography of Charles H. Spurgeon [Autobiografía de Charles H. Spurgeon], 1:160).
¡Qué maravilloso abuelo! Aunque está muerto, aún habla al recordarnos que la condenación es el hijo del diablo. No te apropies de sus blasfemias sobre ti. No le des cabida ni en tu casa ni en tu corazón. La cruz ha hablado; eres perdonado. Corre a la promesa que dice: «Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús» (Ro 8:1).
La misión sigue avanzando
Cierra tus ojos e imagina la escena. Jesús resucitó; los días están eléctricos. Antes de su ida, Cristo reúne a los once discípulos que quedaban. Quiere dejarlos con una comisión: una Gran Comisión. Mateo agrega: «Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaron» (Mt 28:17) [énfasis del autor].
¿Puedes visualizarlo? Allí está el Salvador resucitado: marcas de clavos aún visibles en su cuerpo resucitado, renovado y glorioso. ¿Y cuál es la temperatura de fe del grupo? Algunos dudan. ¿Qué hace Jesús? ¿Golpea sus cabezas por su incapacidad torpe para conectar los puntos? No, ni cerca de eso. Él continúa para entregarles la Gran Comisión de todas formas.
Una de las razones por las que amo este pasaje es porque me es muy fácil imaginarme en esta escena. Nací preocupado. En mis primerísimos recuerdos, mi mamá solía advertirme sobre la preocupación. Por lo que puedo verme a mí mismo ahí entre los discípulos, angustiándome por el futuro, preocupándome por la logística y la provisión. Pero Jesús simplemente continúa. Es como que dijera: «tienen dudas y preocupaciones. Déjenme mostrarles el camino que deben seguir: vayan, hagan la obra del Evangelio que les doy para hacer».
Esta confianza debe estar conectada con las palabras finales de Jesús: «y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28:20). Jesús les está diciendo: «sé que no tienen todos los detalles. Estoy consciente de sus dudas y recelos. Puedo identificarme con su debilidad y tentaciones (Heb 4:15). Pero Yo estaré con ustedes. Ahora sigamos adelante. Sus dudas serán resueltas a su debido tiempo a medida que me sigan y obedezcan mis mandamientos».
Cuando dudamos
¿Eres tentado con dudas sobre si es que Dios cumple o cumplirá las promesas que te hizo? ¿O si es que vale la pena servir a la iglesia? ¿O si es que si le estás fallando a Jesús en tu ministerio? Recuerda: Cristo aún está contigo y lo estará hasta que cruces la línea de meta.
¿Dudas a menudo si es que Dios puede usar a un discípulo agobiado por las dudas? Recuerda Hebreos 4:15; Juan 20:24-29, y Mateo 28:17: Cristo sabe y empatiza con lo que estás experimentando; no eres un bien dañado para Él, tampoco pausa el programa de misión hasta que tengas todo completamente resuelto. Es inevitable que tu alma se lastime con los filosos bordes de personas quebradas en un mundo roto. No obstante, la Gran Comisión incluye una gran promesa: el Salvador conoce nuestras tentaciones y está con nosotros en nuestro caminar.
La próxima vez que sientas incertidumbre, escepticismo o cinismo, cuando sientas que las dudas comienzan a apagar tu fe, recuerda: eres amado por Dios; no estás solo; Satanás es real, y la misión continúa. Asimismo, recuerda que los discípulos que una vez dudaron cambiaron el mundo.