Jen Wilkin es una conferencista, una escritora y una maestra de estudios bíblicos para mujeres. Durante sus trece años de enseñanza, ella ha organizado y ha dirigido estudios para mujeres en casa, en la iglesia y en contextos paraiglesia. Jen y su familia son miembros de Village Church en Flower Mound, Texas. Ella es autora de Mujer de la Palabra: cómo estudiar la Biblia tanto con el corazón como con la mente.


Madres en la iglesia
Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección. | Traducción: María José Ojeda


Cinco formas para aprovechar al máximo nuestro estudio bíblico
El siguiente extracto ha sido traducido a partir del blog publicado originalmente en inglés por Crossway.
Como mujeres, a menudo debemos encontrar formas creativas para incluir un «tiempo para dedicarlo a estar en la Palabra» en nuestras agendas diarias. Según la etapa de la vida en la que estemos, podremos encontrarnos a nosotras mismas haciéndonos un espacio para esto quince minutos antes de que despierte el bebé, tomándonos dos horas un miércoles por la tarde que, de pronto, tuvimos libre porque se canceló la reunión que teníamos agendada o quitándole un par de minutos a nuestro sueño una vez que las tareas del día finalmente acabaron. Con frecuencia, las mujeres me piden consejos sobre cómo aprovechar al máximo el tiempo que tenemos para leer la Palabra. A continuación, quiero compartirles cinco formas para hacer que el tiempo que tienen valga la pena:1. Distingamos entre una lectura devocional y un estudio bíblico
Puede ser tentador querer que nuestro tiempo personal de estudio llene nuestro estanque emocional del día. Quizás nos apresuremos en encontrar un punto de aplicación para ponerlo en práctica en cualquier momento posible. Esto podría significar que limitamos nuestro tiempo en la Palabra a una lectura devocional; es decir, meditar en un pasaje y buscar una forma de ponerlo en práctica inmediatamente. La lectura devocional es beneficiosa, pero no es fundamental. Su beneficio, de hecho, aumenta exponencialmente a medida que crecemos en nuestro entendimiento esencial de la Biblia. Hagan una distinción entre el tiempo devocional y el tiempo de estudio. Luego, decidan cuánto tiempo van a asignarle a cada uno, basándose en las ventajas respectivas. Dediquen sus tiempos de estudio a construir un conocimiento fundamental de la Escritura.2. Recordemos de qué se trata la Biblia
Es tentador leer la Biblia como una hoja de ruta para nuestras vidas o como una guía para obtener una vida abundante. Sin embargo, la Biblia, en estricto rigor, no es un libro que habla sobre nosotras; más bien, habla sobre Dios. Desde Génesis hasta Apocalipsis, revela y celebra el carácter y la obra de Dios. No hay duda de que adquirimos conocimiento sobre nosotras mismas, pero esto sólo sucede a medida que obtenemos conocimiento sobre Dios, aprendiendo a ver nuestro propio carácter en relación con el carácter de él. Léan teniendo en cuenta la siguiente pregunta: «¿qué me enseña este pasaje sobre Dios?». Luego, léan comparándose con él: «saber que Dios es paciente provoca que reflexione en cuán impaciente soy yo. Entonces, ¿cómo debo vivir?». Permitan que la aplicación del pasaje fluya a medida que comprenden a Dios de una manera específica.3. Cambiemos nuestra visión por una a largo plazo
Piensen que el estudio bíblico es más como una cuenta de ahorros que como una tarjeta de débito. En vez de verlo como un saldo decreciente al cual recurren para suplir una necesidad inmediata, dejen que tenga un efecto acumulativo en las semanas, en los meses y en los años. Puede que no lleguen a entender un pasaje o no puedan aplicarlo bien después de un día de haberlo estudiado. Eso es normal. Continúen depositando en sus cuentas, confiando que en el tiempo perfecto de Dios, él iluminará el sentido y la utilidad de lo que han estudiado, multiplicando su valor. ¿Qué pasaría si el pasaje que están estudiando hoy las está preparando para una prueba en diez años más? Estudien fielmente ahora, confiando en que nada será desaprovechado, ya sea que tengan un estudio bíblico eficiente en treinta minutos o no.4. No vayamos de aquí para allá
En vez de que cada día lean pasajes tomados de diferentes partes de la Biblia, mejor escojan un libro y quédense ahí. Saltar de pasaje en pasaje puede dejarnos con un conocimiento acotado sobre la Escritura. Quizás podríamos familiarizarnos más con ciertos pasajes, pero tal vez nunca aprenderíamos sus contextos. Leer un libro de la Biblia desde el principio hasta el final nos ayuda a conectar los puntos de nuestro conocimiento acotado con un entendimiento cohesionado del texto. Asegúrense de aprender el trasfondo del libro (quién, qué, cuándo, por qué y dónde) antes de que se sumerjan en él para que así se posicionen en el contexto histórico y cultural correspondiente a medida que van leyendo.5. Oremos
Carecemos de sabiduría. Esta realidad nunca es tan evidente como cuando nos embarcamos a estudiar la Biblia. Oren antes, durante y después de sus tiempos de estudio. Pídanle a Dios que les dé oídos para oír. Oren como el salmista, «abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley». Admitan sus limitaciones y, humildemente, pídanle a Dios que les conceda la sabiduría y el entendimiento mientras estudian. Él nunca se rehusará a esta petición.Ésta es una publicación escrita por nuestra invitada, Jen Wilkin, y es parte de un devocional gratuito de 31 días, Women of the Word Month [El mes de la mujer de la Palabra], que fue diseñado con el objetivo de animar y preparar mujeres para estudios bíblicos transformadores. Entérate más o suscríbete en crossway.org/women [disponible sólo en inglés]. | Traducción: María José Ojeda


Mujeres, no se trata de la autoestima sino del asombro
Asombrémonos
En una visita reciente a San Francisco, mi esposo y yo tuvimos la oportunidad de ir de excursión al Parque Nacional de Muir Woods. Al caminar por sus senderos, nos detuvimos, boquiabiertos, levantando la vista para contemplar unas secoyas de unos 76 metros de altura que han existido desde que se firmó la Carta Magna. Altísimas y antiguas, nos recordaron nuestra pequeñez. El Parque Nacional de Muir Woods fue un lugar donde alucinamos. Sin embargo, no es necesariamente así para todos. Aún recuerdo a un niño de unos ocho años que jugaba un videojuego mientras sus padres contemplaban el paisaje. No estoy juzgando a sus padres —también he estado de vacaciones con mis hijos—, pero la ironía de la imagen era fascinante. Estudios muestran que, cuando los seres humanos experimentamos asombro —maravillándonos de secoyas o un arco iris, de obras de Rembrandt o piezas musicales de Rachmaninoff—, comenzamos a dejar de ser individualistas, nos centramos menos en nosotros mismos y empezamos a ser menos materialistas, nos conectamos más con quienes nos rodean. Al maravillarnos de algo más grande que nosotros, somos más capaces de acercarnos a otros. Al principio, esto suena contraintuitivo, pero al examinarlo más de cerca, comienza a parecerse mucho a los más grandes mandamientos: ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas (maravíllate de Alguien más grande que ti mismo) y ama a tu prójimo (acércate a otros). El asombro nos ayuda a preocuparnos menos de la autoestima al dirigir nuestra mirada primero hacia Dios y luego hacia otros. También ayuda a establecer nuestra autoestima de la mejor forma posible: comprendemos nuestra insignificancia dentro de la creación y nuestra importancia para el Creador. No obstante, tal como el niño que juega con el iPad a los pies de una secoya de 800 años, podemos perdernos la majestad que está justo frente a nosotros.Tengan una verdadera conciencia de sí mismas
Se nos ha hecho habitual recurrir al Salmo 139:14. Es fácil escucharlo como un “versículo rosa” cuando una mujer lo lee en voz alta en un salón lleno de mujeres. Es más difícil escucharlo de esa manera cuando consideramos a quien lo escribió. Imagina al rey David escribiéndolo para motivarse respecto a su apariencia o valor personal. No, el Salmo 139:14 no fue escrito para hacernos sentir importantes. Sólo debemos tomar distancia y considerar el salmo completo para darnos cuenta. Sin duda, el tema del Salmo 139 no somos nosotras. En vez de ser una reflexión sobre mí, admirable y maravillosamente creada, es una celebración extendida y bellísima de Dios, temible y admirable. El asombro nos lleva a dejar de enfocarnos en nosotras mismas. Cuando ponemos enfáticamente el foco en nosotras y, en consecuencia, omitimos el desinterés, erramos el tiro. Puedes decirme que soy una hija del Rey; puedes asegurarme que soy un poema de Dios o su obra maestra; puedes decirme que el corazón de Dios se complace en mí, que soy su canción y su deleite, que soy hermosa a sus ojos, que fui apartada con un propósito sagrado. Puedes decirme todas estas cosas; de hecho, debes hacerlo. Sin embargo, te imploro: No me digas quién soy sin primero llevarme a admirar con asombro al «Yo Soy». Aunque todas estas afirmaciones son verdades preciosas, su hermosura no puede percibirse apropiadamente mientras no se enmarque en el resplandor de su completa santidad. No podemos tener una verdadera conciencia de nosotras mismas sin un correcto y reverente asombro ante Dios.Levanten su mirada
Por lo tanto, les imploro, mujeres que nos enseñan, llévenme a quitar mi mirada de mí misma para mirar a Dios. Enséñenme a temer al Señor (Proverbios 31:30). Encontrar nuestra identidad en los lugares incorrectos es un síntoma de ceder frente al temor al hombre. Nos medimos con estándares humanos en vez de hacerlo con uno divino. Sin embargo, la solución al temor al hombre no consiste en afirmarnos repetidamente que somos amadas y aceptadas por Dios; consiste, más bien, en el temor a Dios.- Cuando me pregunte: «¿se deleita Dios en mí?», enséñame que «el Señor se deleita en los que le temen» (Salmo 147:11).
- Cuando me pregunte: «¿me llama Dios su amiga?», enséñame que «el Señor es amigo de quienes le temen» (Salmo 25:14).
- Cuando me pregunte: «¿es Dios bondadoso conmigo?», enséñame que «grande es la bondad que [ha] reservado para quienes le temen» (Salmo 31:19).
- Cuando me pregunte: «¿me dará Dios sabiduría?», enséñame que «el temor del Señor es la base de toda sabiduría» (Salmo 111:10).
- Cuando me pregunte: «¿podré dejar de pecar?», enséñame que sí puedo «con el temor del Señor» (Proverbios 16:6).
- Cuando me pregunte: «¿ve Dios el camino que tomo?», enséñame que «el Señor vela por quienes le temen» (Salmo 33:18).
- Cuando me pregunte: «¿Me ama Dios?», enséñame que «su amor es inagotable para quienes le temen» (Salmo 103:11, 17).
Enseñen sobre el asombro
Como bien diagnosticó Ed Welch, debemos combatir el temor con temor. Dejemos de ofrecer reverencia y asombro a un estándar humano para ofrecérselo a quien corresponde: Dios mismo. Esto es adoración, y cuando «[adoremos] al Señor en todo su santo esplendor» (Sal 96:9) sucederá algo interesante: realmente redescubriremos nuestra verdadera identidad —la de pecadores redimidos por gracia, de una manera que desafía a la comprensión humana—. En ese momento, cuando temblamos y tartamudeamos diciendo «aléjate de mí, que soy pecadora», nuestros corazones están listos para nutrirse de las buenas nuevas de que somos hijas del Rey. La perla invaluable de su amor por nosotras puede al fin ser valorada adecuadamente. El milagro de nuestra aceptación por medio de Cristo finalmente puede saborearse como corresponde. Ya es tiempo de que las mujeres que enseñan y escriben sobre estos temas abandonen la débil dieta de reflexión centrada en la persona en favor de un mensaje que nos sostenga perdurablemente. Las mujeres necesitan urgentemente ser discipuladas en la alegre práctica de la adoración desinteresada. Ayúdennos a levantar nuestra mirada a la imponente majestad de Dios; ayúdennos a aprender a asombrarnos; ayúdennos a temer al Señor.Jen Wilkin © 2016 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.


La verdad sobre la belleza de tu hija
Este recurso fue publicado originalmente en Jen Wilkin.


Más urgente que mujeres predicadoras
Una vez más Internet ha estado lleno de discusiones sobre si las mujeres deberían o no predicar en las reuniones de la iglesia local. Cada vez que se aborda el asunto, quienes están en contra se apresuran a explicar que privar a las mujeres de este rol no significa que sean menos valiosas. Sin embargo, esta afirmación de «igual valor» siempre desvía mi vista desde el púlpito hacia una preocupación más urgente. Mientras algunos continúan debatiendo la presencia de mujeres en el púlpito, no debemos pasar por alto el siguiente problema inmediato: la marcada ausencia de mujeres en aquellas áreas de liderazgo eclesiástico que están abiertas a ellas.
Las mujeres que me escriben regularmente no están interesadas en apropiarse del púlpito. Ellas aún enfrentan oposición en lo que respecta a la enseñanza de la Biblia a otras mujeres. Están luchando por ser consideradas necesarias más allá del ministerio de niños y del ministerio de mujeres. Están luchando por aportar más que hospitalidad o la suavidad de sus voces en el equipo de alabanza. Están buscando caminos de liderazgo femenino en la iglesia local y prácticamente no están encontrando nada. Ven el apoyo que reciben sus hermanos y se preguntan quién las invitará a ellas y las equipará para liderar bien. Si los aportes de las mujeres son igualmente valorados en la iglesia, ¿no debería notarse en la forma en que reclutamos personal? ¿No debería notarse en la forma en que preparamos para el liderazgo tanto a los laicos como a quienes tienen una vocación ministerial? Porque no vemos eso. Ni siquiera cerca. Y no debemos ignorar este problema. Esta preocupación por las mujeres en el púlpito concita nuestra atención porque tenemos en gran estima el rol del pastor, lo cual está bien (1 Ti 3:1). Sin embargo, debemos tener cuidado de que nuestra alta consideración no se transforme en idolatría. Internet rebosa de artículos dirigidos específicamente a pastores: cómo estudiar más eficazmente, cómo aconsejar, cómo discipular, cómo equilibrar trabajo y descanso, y cómo liderar. La mayoría de las veces me pregunto por qué el autor limita su público a los pastores. ¿Por qué no hablar del sacerdocio de todos los creyentes? Gran parte de este consejo se aplica igualmente a los roles de maestro, consejero, ministro, y líder laico: roles que pueden ser cumplidos tanto por hombres como por mujeres. Roles que, de ser equipados, podrían hacer más liviano el trabajo del pastor en un sentido bíblico (Ef 4:12). No debería sorprendernos que cristianos serios y reflexivos piensen que necesitan ser pastores cuando representamos ese rol como «el rol para quienes tienen dones espirituales» y dedicamos una atención comparativamente menor a otros puestos de servicio. Si nos preocupa que haya mujeres en el púlpito, quizás lo mejor que podríamos hacer sería equipar a toda la congregación para llevar a cabo la obra del ministerio y señalar que las contribuciones de todos son indispensables. Y aun mejor, sencillamente podríamos hacerlo en obediencia a la Palabra de Dios (1Co 12). No deseo minimizar el rol del pastor. Es de vital importancia. Sin embargo, no creo que sea bueno que los cristianos fijen su atención en él a expensas de otros roles. Necesitamos manos y pies que acompañen a todas estas cabezas, y muchas de dichas manos y pies son femeninas. Las hermanas que hay entre nosotros se preguntan cuándo seremos capaces de demostrar tangiblemente una igualdad de valor y no simplemente afirmarla con palabras. Piénsalo así: si apareciera un joven con capacidades y dones ministeriales obvios en la puerta de tu iglesia, ¿con quién lo pondrías en contacto? ¿Cómo lo ayudarías a encontrar su lugar en el ministerio? ¿Qué oportunidades buscarías darle para que cultivara sus dones y adquiriera experiencia ministerial? ¿Qué esperanzas tendrías en cuanto a él como líder? Ahora, hazte las mismas preguntas pensando en una mujer. Si el hecho de que nunca ocupará el púlpito te impide visualizar una trayectoria ministerial para ella, algo está mal. ¿Qué ministerio puede poner en marcha y llevar a cabo? ¿Qué lugar puede ocupar dentro del personal ejecutivo? ¿Qué comité necesita su liderazgo? ¿Qué rol en la reunión del domingo necesita de su voz y ejemplo? ¿Dónde puede aprovecharse su don de enseñanza? ¿En qué punto ciego o dilema de planificación puede servir su opinión? ¿Qué esfuerzo misionero puede encabezar? No me interesa el púlpito. Sin embargo, abrigo la esperanza de que, por medio de él, un día oigamos un sermón sobre el sacerdocio de todos los creyentes: parafraseando a Piper, «Hermanos, no somos todos varones». Atesora la hermandad del pastorado, pero por amor a la iglesia, invita a tus hermanas a tomar asiento en la mesa del ministerio; ese asiento en que, de manera refleja, pondrías a un hombre. Si te parece necesario, continúa debatiendo sobre la predicación de las mujeres hasta que Jesús regrese. Sin embargo, esperemos que, cuando lo haga, sea recibido por una iglesia cuya práctica no deje dudas sobre la igualdad de valor entre los hombres y las mujeres.Este recurso fue publicado originalmente en Jen Wilkin.


Un mejor estudio de la Biblia
Si alguna vez tuviste que aprender alguna habilidad, probablemente recordarás la frustración que conllevaba hacerlo: los sentimientos de impotencia, la monotonía de la repetición del proceso hasta aprenderlo, el fuerte deseo de darte por vencido o de encontrar una forma más fácil de llevar a cabo esa tarea. Aprender a estudiar bien la Biblia presenta todos estos mismos sentimientos, por lo que debemos estudiarla con paciencia.
Nuestra cultura cree que la paciencia es un fastidio y busca formas de evitar tener que siquiera ejercitarla. En la televisión se nos muestra cómo resolver conflictos en treinta minutos o menos. En los restaurantes se sirve la comida casi al instante de pedirla. Por medio de Internet, la entrega de cualquier compra que podamos pensar se realiza en menos de cuarenta y ocho horas. La música, libros electrónicos y películas están disponibles instantáneamente. El concepto de demora de satisfacción puede ser difícil de aprender y practicar en una cultura en que la paciencia es opcional y en la cual se celebra la saciedad inmediata de cada deseo.El efecto acumulativo
Por tanto, no es sorpresivo que el deseo de obtener satisfacción instantánea pueda incluso invadir sigilosamente nuestro estudio de la Biblia. Nos acercamos a nuestro “tiempo en la Palabra” como lo hacemos al AutoMac de McDonald’s: “Sólo tengo unos pocos minutos. Dame algo rápido y fácil para llenarme”. Sin embargo, en la base del estudio bíblico sólido hay una valoración de la capacidad de posponer la satisfacción. Adquirir conocimiento bíblico requiere que nuestro estudio tenga un efecto acumulativo —a través de las semanas, de los meses y de los años— para que la relación entre una parte de la Escritura y otra se revele a sí misma lentamente y con belleza, como al limpiar una obra maestra con un trapo, deslizándolo centímetro a centímetro. La Biblia no quiere ser encajada cuidadosamente dentro de un minucioso plan de lectura de trescientos sesenta y cinco días en que cada lectura se aplica aisladamente cada día. Tampoco quiere ser reducida a verdades obvias o medidas prácticas. Quiere producir una discordancia en tu pensamiento y expandir tu comprensión. Quiere revelar un mosaico de la majestuosidad de Dios un pasaje a la vez, un día a la vez, a lo largo de la vida. Desde ya, acércate con entusiasmo a tu tiempo de estudio bíblico. Sí, acércate con hambre, pero también ten paciencia; prepárate para estudiar a largo plazo.Paciencia para nuestro progreso
Ser un estudiante de cualquier materia requiere esfuerzo —el proceso de obtener conocimiento no es fácil y a menudo puede ser frustrante—. Dependiendo de la materia, el aprendizaje se puede disfrutar, pero no quiere decir que vaya a estar libre de esfuerzo; para aprender necesitas trabajar. Por lo tanto, aprender tanto la Biblia como álgebra funciona de la misma manera. Pensamos que aprender la Biblia debiese ser algo tan natural como inhalar y exhalar; es decir, si conocer la Palabra de Dios es tan bueno para nosotros, por supuesto que él no nos lo hará difícil. No obstante, aprender la Biblia requiere disciplina y eso es algo que no siempre aceptamos. Dado que aprender la Biblia es una disciplina, la paciencia jugará un rol necesario en nuestro progreso. ¿Esperas frustrarte cuando estudias la Biblia? ¿Cómo reaccionas a la discordancia que enfrentas cuando tu comprensión no es suficiente frente a un pasaje? Como adultos, ya no necesitamos seguir una línea de estudio para rendir cuentas ante un profesor o padre. Si nos rendimos frente a la impaciencia del proceso de aprendizaje, tendemos a reaccionar en una de dos formas:- Nos damos por vencidos: cuando encontramos que estudiar la Biblia es muy confuso, muchos de nosotros pensamos “este no debe ser mi don” y avanzamos hacia los aspectos de nuestra fe que nos nacen más naturalmente. Permitimos que sermones, podcasts, libros o blogs sean nuestra única fuente de alimentación de la Biblia. Quizás leemos la Biblia de manera devocional, pero asumimos que simplemente no estamos configurados para aprenderla en cualquier forma estructurada.
- Buscamos un atajo: debido a que queremos suprimir lo antes posible nuestra sensación de sentirnos perdidos en el texto, inmediatamente después de leerlo, corremos a las notas de nuestro estudio bíblico; o bien, dejamos un comentario bíblico a mano para consultarlo a la primera señal de confusión. Además, gracias a Internet, la ayuda nunca está lejos. Si leemos algo confuso, no hay necesidad de llorar y frustrarse, simplemente podemos leer lo que dice la nota de nuestro estudio bíblico o buscar una respuesta a nuestra pregunta en línea. No obstante, ¿es tan útil tener fácilmente a la mano una ayuda para interpretar la Biblia? ¿Terminamos, quizás, como esos chicos de secundaria que jamás se leen realmente un libro porque es fácil encontrar un resumen o ver la película?
En realidad, usar atajos es sólo un poco mejor que darse por vencido. Hacerlo no honra el proceso de aprendizaje. Al apurar la eliminación de la discordancia del “no sé”, la verdad es que aminora la efectividad del momento en que comprendes algo en el proceso de descubrimiento.
La buena confusión
Contrario a nuestra reacción instintiva, sentirse perdido o confundido no es una mala señal para un estudiante. De hecho, es una señal de que nuestra comprensión está siendo desafiada y de que el aprendizaje está por tomar su lugar. Aceptar la discordancia de sentirse perdido, en vez de evitarla (darse por vencido) o de atenuarla (buscar un atajo), en realidad nos pondrá en el mejor lugar posible para aprender. Debemos permitirnos perdernos y tener paciencia para encontrar nuestro camino a la comprensión. Es ahí cuando aprendemos mejor la Biblia.Jen Wilkin. ©2014 Desiring God Foundation. Website: desiringGod.org Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda


Tres fantasmas femeninos que rondan la iglesia
Nunca olvidaré cuando conocí a mi pastor. Nuestra familia había estado dos años en la iglesia antes de que un encuentro con otro miembro del liderazgo cruzara nuestros caminos. Lo primero que dijo fue: «Jen Wilkin, ¡te has estado escondiendo de mí!». Con una enorme sonrisa, me dio un abrazo cordial y luego me preguntó por las personas y las cosas que me interesaban. Mantuvo el contacto visual e hizo eco de lo que yo decía. Me distraje completamente: no recuerdo qué libros había en su escritorio ni los cuadros que colgaban de las paredes, pero ese día salí de su oficina habiendo percibido algo crucial: «Este sitio no está embrujado».
Tenía razón; me había estado escondiendo. Tras varios años de ministerio a tiempo parcial en nuestra iglesia anterior, Jeff —mi marido— y yo estábamos agotados y no teníamos prisa por conocer ni ser conocidos por el personal de nuestra nueva iglesia. Sin embargo, siendo una mujer con un trasfondo de liderazgo, tenía otras dudas también. Cualquier mujer en el ministerio podrá decirte que nunca se sabe cuándo estás entrando a una casa embrujada.
Si eres un hombre que forma parte del personal de la iglesia, considera lo siguiente como una especie de historia de fantasmas. Debo aclarar, sin embargo, que ni por un minuto pienso que detestes a las mujeres. Sé que hay razones válidas para adoptar un acercamiento mesurado a la forma en que interactúas con nosotras en escenarios ministeriales. Quiero absolutamente que actúes con sabiduría, pero no quiero que caigas en el embrujo: Tres fantasmas femeninos rondan la mayor parte de las iglesias, y quiero que los reconozcas para que puedas expulsarlos de la tuya.
Estos tres fantasmas se cuelan en las reuniones del directorio en que se toman las decisiones claves. Vuelan por las aulas en que se enseña teología. Se quedan en las salas de oración donde los más débiles de nosotros expresan su dolor. Infunden temor tanto en los corazones de hombres como de mujeres, y lo que es peor, inspiran temor en las interacciones entre ellos. Todo lo que buscan es neutralizar la capacidad de hombres y mujeres para ministrar juntos o servirse mutuamente.
Aunque no siempre estés consciente de que estos fantasmas vuelan sobre nosotros, sí suelen estarlo las mujeres con las que interactúas en el ministerio. Casi todas las semanas oigo historias de fantasmas en los correos que me envían las lectoras de mi blog.
Los tres fantasmas femeninos que nos persiguen son la Usurpadora, la Tentadora y la Niña.
1. La Usurpadora
Este fantasma obtiene permiso para aparecerse cuando se percibe a las mujeres como ladronas de autoridad. Particularmente susceptibles al temor que infunde este fantasma son aquellos hombres a quienes se les ha enseñado que las mujeres buscan una forma de adquirir lo que se les ha dado a ellos. Si este es tu fantasma, quizás te comportes de las siguientes formas cuando te relacionas con una mujer, y especialmente si se trata de una mujer fuerte:
- Sus ideas u opiniones te parecen algo amenazantes, e incluso cuando ella procura expresarlas en términos suaves.
- Supones que probablemente su esposo es débil (o que, si es soltera, esto se debe a la fuerza de su personalidad).
- Te preocupa un poco que, si le das la mano, ella se tome el codo.
- Evitas incluirla en reuniones en las que crees que una perspectiva femenina fuerte podría generar olas o arruinar el ambiente masculino.
- Percibes su nivel de educación, largo de cabello o trayectoria profesional como potenciales señales de alerta indicando que podría querer controlarte de algún modo.
- Tus conversaciones con ella lucen más como prácticas de boxeo que como un diálogo mutuamente respetuoso. Vacilas en hacer preguntas, y cuando las hace ella, tiendes a percibirlas como desafíos encubiertos más que como dudas honestas.
- Te preguntas en silencio si su comodidad al hablar con los hombres es una señal de desacato a los roles de cada género.
2. La Tentadora
Este fantasma obtiene permiso para aparecerse cuando la preocupación por evitar la tentación o ser irreprensible se convierte en un temor a las mujeres como depredadoras sexuales. A veces este fantasma se instala gracias al fracaso moral de algún líder público, sea dentro de la iglesia o dentro de la subcultura cristiana más extendida. Si este es tu fantasma, quizás te comportes de las siguientes formas cuando te relacionas con una mujer, y especialmente si se trata de una mujer atractiva:
- Por temor a ser malinterpretado como coqueto, te desvives por asegurar que tu conducta no comunique demasiada accesibilidad o empatía emocional.
- Evitas un contacto visual prolongado.
- Te preguntas en silencio si eligió su vestimenta con el objetivo de dirigir tu atención a su figura.
- Escuchas con muchísima atención para detectar posibles insinuaciones en sus palabras o gestos.
- Cada vez que debes reunirte con ella traes a un colega o asistente —aun cuando la situación no deja lugar alguno a malas interpretaciones—.
- Vacilas en ofrecer contacto físico de cualquier tipo, y aun (¿o especialmente?) cuando ella está en crisis.
- Limitas conscientemente la extensión de tus interacciones con ella por temor a que piense que actúas con demasiada familiaridad.
- Te sientes obligado a utilizar una fraseología formal o «segura» cada vez que interactúas de manera escrita o formal con ella («¡Dale mis saludos a tu esposo!» o «¡Muchas bendiciones en tu ministerio y familia!»).
- Siempre incluyes a un colega (o al marido de ella) en los destinatarios de los mensajes que le envías.
- Te preguntas en silencio si su comodidad al hablar con los hombres es una señal de disponibilidad sexual.
3. La Niña
Este fantasma obtiene permiso para aparecerse cuando se piensa que las mujeres son emocional o intelectualmente más débiles que los hombres. Si este es tu fantasma, quizás te comportes de las siguientes formas cuando te relacionas con una mujer, y especialmente si se trata de una mujer más joven:
- Le hablas en términos más simples que los que usarías frente a un hombre de la misma edad.
- Tu tono cambia para dirigirte a ella con «voz de pastor».
- Cuando le respondes, tiendes a abordar sus emociones en vez de sus pensamientos.
- Percibes los encuentros con ella como momentos en los cuales puedes ofrecerle mucha sabiduría pero recibir poca de parte de ella. Tomas pocos apuntes, o absolutamente ninguno.
- Cuando está en desacuerdo, la rechazas porque «probablemente no capta todo el panorama».
- Durante tus interacciones con ella, te sientes obligado a sonreír notoriamente y poner «cara de que estás escuchando».
- Le recomiendas recursos menos académicos que los que le recomendarías a un hombre.
Estos tres fantasmas no persiguen sólo a los hombres; también persiguen a las mujeres, definiendo las palabras que usamos, nuestro tono de voz, la vestimenta que llevamos y nuestro comportamiento. Cuando el temor gobierna nuestras interacciones, ambos géneros terminan inadvertidamente jugando roles que trastornan nuestra capacidad de interactuar como personas de igual valor. En la iglesia no-embrujada donde el amor supera al temor, las mujeres son percibidas (y se perciben a sí mismas) como aliadas en vez de antagonistas, hermanas en vez de seductoras, y colaboradoras en vez de niñas.
Indudablemente, Jesús nos da un ejemplo de esta clase de iglesia cuando se relaciona con María de Betania y su audacia que desafiaba la percepción de los géneros; cuando recibe la fragante ofrenda del alabastro de manos de una seductora arrepentida; y cuando nota que la mujer que padecía de hemorragias tiene la fe de un niño. Nosotros le habríamos aconsejado que «pecara de cauteloso» con estas mujeres. Sin embargo, aun cuando las mujeres parecían corresponder a un estereotipo claro, Él respondió sin temor. Si sistemáticamente «pecamos de cautelosos», es digno de notar que sistemáticamente pecamos.
¿Hay mujeres que usurpan autoridad? Sí. ¿Hay mujeres que seducen? Sí. ¿Hay algunas que carecen de madurez emocional o intelectual? Sí. Y lo mismo puede decirse de algunos hombres. Sin embargo, debemos cambiar nuestro paradigma de recelo por uno de confianza, sustituyendo las etiquetas de usurpadora, tentadora y niña por las de aliada, hermana y colaboradora. Sólo entonces los hombres y las mujeres compartirán la carga y el privilegio del ministerio como debería suceder.
También recuerdo bien mi más reciente encuentro con mi pastor. Con frecuencia él ha dedicado tiempo a hacer comentarios positivos sobre mi ministerio o mis dones. Esta vez dijo algo que necesitaba oír más de lo que me había dado cuenta: «Jen, no te tengo miedo». No lo dijo desafiándome ni reprendiéndome, sino para transmitirme una firme y empática seguridad. Esa es la clase de palabras que invitan a las mujeres de la iglesia a florecer. Es la clase de palabras que hacen huir a los fantasmas.
Publicado originalmente publicado por The Gospel Coalition en esta dirección. | Traducción: Cristian J. Morán


Siete cosas que se deben evitar al enseñar un estudio bíblico para mujeres
Enseña con responsabilidad
Enseñar un pasaje de la Escritura a aquellas que lo han estudiado es mucho más demandante que enseñarlo a aquellas que no lo han hecho. Mi esperanza es que al darles tarea a las participantes del estudio bíblico, desafiará su reflexión lo suficiente para que cuando me escuchen enseñar, no se queden solo con mi palabra. Saber que ellas pensarán de manera crítica sobre mi enseñanza me hace responsable de evitar siete errores comunes en la enseñanza.1. Saltar de un lado para otro
¿Alguna vez te has acomodado para escuchar la enseñanza de un pasaje clave y lo único que pasa es que el maestro lee el pasaje brevemente antes de pasar los siguientes cuarenta minutos rebotando por toda la Biblia? Una estudiante que ha invertido una semana analizando un capítulo de Efesios no va a estar satisfecha si la maestra usa el pasaje clave meramente como punto de partida. Ella va a querer quedarse ahí, como debería ser. Ella descubrirá que el texto merece esos cuarenta minutos y que probablemente no serán suficientes para resolver las preguntas sobre el texto mismo. Una buena enseñanza necesariamente exige el uso de referencias cruzadas, pero no en detrimento del texto principal. Las maestras somos propensas a deambular, especialmente cuando nuestro texto principal es difícil. La maestra que se esfuerza por contribuir a la alfabetización bíblica necesitará quedarse allí. Su objetivo primordial no es mostrar cómo se relaciona el texto principal con miles de otros textos, sino enseñar el pasaje principal tan a fondo que vendrá a la mente automáticamente cuando una estudiante se encuentre con temas similares en otras partes de su estudio.2. Feminizar el texto
Las mujeres que enseñan a otras mujeres la Biblia enfrentarán con frecuencia la tentación de tomar al pasaje y darle un significado femenino particular. Cada vez que tomamos un pasaje que está orientado a enseñar a las personas y lo enseñamos como si estuviera dirigido específicamente a las mujeres, corremos el riesgo de feminizar el texto. Esto no quiere decir que no podamos buscar puntos de aplicación específicos al género en un texto que habla a ambos sexos. Más bien, tenemos que guardarnos de ofrecer una interpretación y una aplicación que despojen al texto de su intención original al centrarnos demasiado y exclusivamente a un marco específico de género. El libro de Rut no es un libro sobre mujeres para mujeres, como tampoco el libro de Judas es un libro sobre hombres para hombres. La Biblia es un libro sobre Dios, escrito para las personas. Por supuesto, enseña el Salmo 139 en lo que se refiere a las mujeres y a la imagen corporal, pero resiste el impulso de enseñarlo exclusivamente así. No es tarea de la maestra hacer que la Biblia sea relevante o agradable para las mujeres. Su trabajo es enseñar el texto de forma responsable. A veces, una maestra aportará al texto una perspectiva diferente a la de un maestro debido a su género, pero no siempre. Una estudiante que ha pasado tiempo en el texto antes de escuchar la enseñanza sobre el mismo sabrá cuándo el texto está siendo feminizado.3. Hacer extrapolaciones sin fundamento
Con el interés de «traer el texto a la vida», las maestras algunas veces sucumben a la tentación de agregar un poquito de pintura a los bordes del lienzo de la Escritura. Admito que es interesante especular sobre los pensamientos y motivos de María, la madre de Jesús. De alguna forma, tal vez sea hasta provechoso. Pero llega un punto en que deja de ser beneficioso y pasa a ser una distracción, y potencialmente a ser extrabíblico. Si alguna vez has visto una adaptación cinematográfica de una historia bíblica conocida, comprenderás este punto: cuanto más instruido estés acerca de lo que la Biblia dice realmente sobre el éxodo, menos podrás disfrutar de la extrapolación que Cecil B. DeMille hace del mismo. Imaginar más allá del texto tiene un gran atractivo para el público, pero un atractivo limitado para el estudiante. La familiaridad con un texto antes de oírlo enseñado mueve al participante de ser miembro de la audiencia a estudiante. Una estudiante que ha pasado una semana inmersa en el texto que le estás enseñando sabrá cuándo te sales «del guion».4. Depender demasiado del humor y las historias
Con el propósito de ser cercanas e interesantes, las maestras usan historias y el humor como recursos retóricos. Esto no está mal. El humor y las historias humanizan a la maestra, ayudan a mantener la atención de los oyentes y hacen que los puntos de enseñanza sean memorables. No está bien que una maestra sea incomprensible, aburrida o que la audiencia no recuerde lo que enseña. Pero tampoco está bien que una maestra dependa demasiado del humor y las historias, o que los utilice de manera que manipulen o distraigan de la lección. Si no refuerzan la enseñanza, entonces la ponen en peligro. Si alguien tuviera que desglosar tu enseñanza en un gráfico circular, ¿qué parte del gráfico correspondería a estos dos elementos? Si pidieras a tus estudiantes que te dijeran algo que recuerdan de tu lección, ¿recordarían un punto clave o una historia divertida? Al público le encantan el humor y las historias, apoyen o no el mensaje. A las estudiantes les encantan los contenidos sólidos que se hacen más memorables con una ilustración o una ocurrencia bien colocadas. Una estudiante bien preparada sabrá si su maestra utiliza estos recursos retóricos como relleno o para reforzar la enseñanza.5. Complacer las emociones
Cuando leo la Escritura en voz alta desde la plataforma, a menudo lloro. No sé por qué. Lo único que sé es que encuentro las verdades del texto profundamente conmovedoras. Esto solía frustrarme, pero el Señor me ha mostrado que enseñar la Biblia debe involucrar las emociones. Es decir, la enseñanza de la Biblia debería despertar, tanto en la maestra como en la estudiante, un amor más profundo por Dios que afecte profundamente a nuestras emociones. Amar a Dios con nuestras mentes debería resultar en amar a Dios con nuestros corazones profunda y puramente. Nos metemos en problemas cuando apuntamos intencionalmente a las emociones de las personas con el fin de crear una experiencia compartida. Es tentador elaborar una lección que empiece con un chiste y termine con una historia que nos haga llorar. ¿Por qué? Porque es una fórmula retórica que funciona. A veces, los oyentes confunden ser inspirados por el Espíritu Santo con ser manipulados por un mensaje humano bien elaborado. ¿Cómo podemos notar la diferencia? No siempre es fácil, pero aquí hay una idea: la manipuladora emocional aumentará tu amor por ella, igual o más de lo que ella aumenta tu amor por Dios. El trabajo de una maestra es llamar la atención sobre la belleza del texto, no crear una experiencia compartida que sea conmovedora. Su trabajo es ensalzar al Dios de la Biblia, no construir un culto a la personalidad. Una estudiante bien preparada es menos susceptible a la manipulación emocional.6. Sobrecargar la enseñanza
Uno de los mayores retos a la hora de elaborar una lección es saber qué contenido incluir y qué omitir. Lleva tiempo hacerse una idea de cuánto contenido se puede abordar razonablemente durante el tiempo de enseñanza. Al principio, la mayoría de las maestras cometen el error de prepararse demasiado, lo que puede llevarles a atascarse en un mar de notas o a retener a sus estudiantes mucho más tiempo del previsto. A la mayoría de la gente no le gusta beber de una manguera, así que, aunque está bien tener más apuntes de los que se pueden enseñar, es importante tener un plan de contingencia sobre lo que se va a recortar en caso de falta de tiempo. También en este caso, la maestra cuyas estudiantes ya han dedicado tiempo al texto clave tiene ventaja. El trabajo de comprensión en el que ya han invertido te libera para explorar la interpretación y la aplicación sin tener que hacer un extenso trabajo preliminar. Se amplía y refuerza la comprensión, en lugar de empezar de cero. Una estudiante bien preparada no necesitará un tiempo de enseñanza excesivo.7. Pretender ser experta
A nadie le gusta sentirse tonta, y menos a una maestra. Por eso, a veces las maestras son reacias a admitir los límites de sus conocimientos. Sé sincera sobre tus limitaciones; está bien que la maestra diga: «no lo sé». De hecho, puede ser tranquilizador para tus estudiantes. Cuando un texto tenga más de una interpretación aceptada, da toda la información. Da una respuesta honesta que reconozca los distintos puntos de vista. De este modo, tus estudiantes tendrán la oportunidad de pensar qué punto de vista encaja mejor con su propia lectura del texto. Una estudiante bien preparada sabe que un pasaje difícil requiere cuidado. Sabrá si has dado una respuesta simple a una cuestión compleja. Es mucho mejor ser sincera sobre tu confianza (o falta de ella) en una interpretación en particular. Lo mejor de enseñar a las mujeres un texto que ellas han estudiado previamente es que responsabiliza a la maestra de no «improvisar». La estudiante preparada puede detectar la falta de preparación de la maestra. Pedir más de mis estudiantes desde el principio significa que mis estudiantes pueden y deben pedirme más de mí durante la clase.Este artículo es una adaptación de Mujer de la Palabra: cómo estudiar la Biblia con mente y corazón.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.

