B. F. Hawkins pastoreó Park Baptist Church desde 1944 a 1958. Bajo el ministerio de Hawkins, Park creció a más de 500 personas en la Escuela Dominical y a más de 600 personas en la adoración semanal. Él lideró la iglesia para construir el edificio en Main Street, donde ha permanecido desde 1951.
Cuando me convertí en el pastor de Park Baptist Church en 2012, más de la mitad de la membresía había llegado a Cristo bajo su ministerio. El hombre fue un gigante espiritual. Oré con frecuencia en esos primeros años para que mi ministerio diera un fruto espiritual similar.
Sin embargo, al poco andar en mi estancia en Park Baptist el desafío fue claro: nuestros miembros mayores anhelaban una iglesia como la que tenían bajo el pastoreo de B. F. Hawkins, quien predicó su último sermón en 1958. Comencé a orar: «Señor, ayuda a nuestros santos mayores a creer que los mejores días de Park Baptist Church están delante de ella y no atrás». Quería que creyeran que Dios no había terminado con nuestra iglesia.
En esos primeros años de ministerio, me enfoqué en pastorear a los fieles miembros mayores. Fallé y tuve éxito. A continuación, comparto algunas lecciones que aprendí en el camino. Que el Señor use estos estímulos y consejos para ayudarlos a pastorear el rebaño de Dios que está entre ustedes.
Prediquen sermones expositivos centrados en Cristo
Cuando llegué a Park Baptist, mi congregación había estado muriendo de hambre de predicaciones fieles por casi veinte años. No es que la Palabra no se predicara nunca; sí lo era, pero rara vez se predicaba expositivamente.
Los santos mayores necesitan lo que todo miembro necesita: ver a Jesucristo en toda la Escritura. Necesitan que se les enseñe la Palabra de Dios.
Lo mejor que hice para pastorear a estos santos mayores fue predicar la Palabra semana tras semana. Muchos me detenían en la puerta después del servicio y me agradecían por enseñarles la Biblia.
Parte de cuidar ovejas ancianas significa alimentar el alma hambrienta.
Amen a su congregación
En la revitalización de la iglesia, los santos mayores a veces se caracterizan como cargas para el pastor. Ellos son con los que tienes que lidiar antes de que todos los jóvenes comiencen supuestamente a asistir. No obstante, Jesús ama a estos santos mayores y, porque los ama, ustedes, como sus pastores, deben amarlos también.
Ámenlos desde su corazón. Son una bendición, no una carga.
Cuando reflexiono en esos primeros años, recuerdo llevar a algunas de las miembros mayores a una quinta con mis hijos pequeños, nos sentamos en mesas de picnic comiendo donuts de cidra de manzana, y conversamos sobre sus difuntos esposos. Estos son algunos de mis recuerdos más preciados.
Pasen tiempo juntos en oración y en la Palabra
Los mayores aman que sus pastores los visiten. A medida que la vida se vuelve más lenta, el tiempo empieza a ser cada vez más preciado. Qué animante es que quieran pasar parte de ese tiempo contigo, su pastor. ¡Qué privilegio!
Pastor, pasa tiempo en oración y en la Palabra con los miembros mayores. Anda a sus casas, abre tu Biblia y discutan los recientes puntos del sermón. Pregúntales qué están leyendo en la Palabra.
Durante los primeros años en nuestra iglesia, pasé martes por medio estudiando la Biblia y orando en la mañana con santos mayores. Orábamos por hijos y nietos rebeldes. Hablábamos de cómo Dios se estaba moviendo en la iglesia. Los invitaba a orar por mí y por el ministerio de la iglesia.
Pasar tiempo con ellos es importante, pero pasar tiempo alrededor de la Palabra de Dios es especialmente valioso para ellos y para ustedes.
Conozcan sus historias y la historia de la iglesia
La Biblia llama a las canas «corona de gloria» (Pr 16:31). Esto es porque, en parte, la vida más larga a menudo significa más sabiduría.
Así que escuchen y hagan preguntas a los miembros mayores. Conozcan sus historias. Empaticen con su dolor. Regocíjense con sus triunfos.
A medida que conozcan sus historias, pregúntenles sobre la historia de la iglesia también. Descubran las temporadas de dolor y los tiempos de crecimiento. Esto podría ayudarlos a entender por qué no están de acuerdo con ustedes o por qué temen sus estrategias.
Cuando aparecí yo, nuestros diáconos habían sostenido la iglesia por veinte años bajo un liderazgo pastoral inestable. Conocer sus problemas y sacrificios me ayudó a entender por qué era difícil para ellos seguir mi liderazgo. Cuando conocemos a nuestra congregación, podemos entenderlos y servirlos mejor.
Recuérdenles su valor
Todo miembro es llamado a usar sus dones para edificar el cuerpo de Cristo. A medida que los miembros envejecen, se harán más lentos. Cuando eso ocurre, serán tentados a equiparar su falta de capacidad con un valor reducido en la iglesia.
Pastores, ayuden a sus santos mayores a resistir esta forma de pensar. Anímenlos a usar su estado en la vida para glorificar a Dios. Recuérdenles cuán valiosas son sus oraciones. Recuérdenles el poder de una sonrisa cálida y una palabra amable.
Nuestra iglesia creció en parte debido al espíritu hospitalario de tantos de nuestros santos mayores desplegados a medida que estudiantes universitarios y familias jóvenes entraban al edificio.
Prepárenlos para encontrarse con Jesús
Pastor, no esperes para visitar a tu congregación. Mientras escribo esto, mis ojos están llenos de lágrimas mientras pienso en aquellos a quienes pospuse visitar y me perdí la oportunidad de orar por ellos antes de que se fueran a la gloria. Cuando el Espíritu Santo inquieta tu corazón, deja el estudio, anda al hogar de ancianos o donde sea que estén los mayores e impón manos sobre aquellos que están cerca de su partida. Nuestro trabajo es ayudar a nuestra congregación a llegar seguros a Jesús. Esto, en parte, significa pastorearlos en el mismo final.
Max Phillips se unió a la Park Baptist Church cuando tenía catorce años. Él permaneció como miembro de la iglesia hasta su muerte a los 99 años. Desayunamos juntos una vez al mes por diez años. Él no tenía miedo de decirme las cosas que no le gustaban de lo que yo estaba haciendo, pero sabía que me quería. Cuando falleció, me golpeó más fuerte de lo que pensaba. Él tenía 99 años. Era algo que se suponía que ocurriría. Sabía que esto venía, pero aún así no estaba preparado. Me di cuenta de que, en la bondad de Dios, Max se había convertido en uno de mis amigos más cercanos. A medida que intentaba ministrar su alma, él cuidó de la mía. Aún lo extraño.
Max llegó a Cristo bajo la predicación de B. F. Hawkins y sirvió a la iglesia fielmente por años. Un domingo, Max me detuvo en la puerta, me miró fijamente a los ojos, y dijo: «predicador, nuestra iglesia está más viva hoy de lo que jamás ha estado». Mis oraciones fueron respondidas. Mientras más pastoreo, más quiero a esos santos.